Una entrega más, la quinta, de este pájaro posado encima del mar que nos mira un poco sin saber, un poco con una sonrisa (imaginaria claro, que no veas lo que cuesta doblar un pico).
Al final con aire acondicionado, con jaulas o con la brisa del mar adormeciendo las tardes, de lo que siempre se trata es de que el tiempo pase.
Hasta que tarde o temprano todos acabemos yendo a comprar tabaco, en este mundo que es como una jaula.
Y cómo diría aquel: que coño sabrá el poeta...