Cuarta entrega del coche a vapor.
Aunque lo que más tiempo me ha llevado sea el decidir si esta iba a ser la toma cuarta o la toma cuatro, cosas del lenguaje, lo que sigue presente sin duda es la poca vergüenza y las ganas de estar en la playa antes que frente a una mesa de dibujo o un ordenador.
Pero así va la cosa.
Viajero más impenitente que intrépido (y que duda cabe que impertinente, eso siempre), nuestro amigo el coche a vapor se dispone en esta ocasión a viajar con una -no podía ser de otra manera- relación espacial/especial con el mundo que le rodea.
También habrá hueco para poder ayudar a los demás y que le ayuden, y cómo no para la tristeza, que, entre la desilusión y la timidez, se abre hueco para un final ciertamente impactante.
Como la vida misma...