No hay en el corazón bombero sitio ni espacio para otra cosa:
Autobuses interurbanos,
escaleras,
tornillos, metal y ruedas,
medias de tomate,
poemas, sofá, luz, casa y diantres,
los pelos en la ducha,
la mirada imposible,
las cartas no mandadas, el silencio mantenido,
un buzón,
volante y extintores
el puto mar de los cojones,
la sonrisa eterna del vete tú a saber y más que me callo,
una matrícula, dolores y el parabrisas estropeado,
aquel portal cuarenta y dos en la penumbra más hermosa,
su cara su piel sus ojos y su boca...
Pobrecito corazón bombero.
¡Tan chiquito!
¡Tan rebosante!