domingo, 30 de septiembre de 2012

Mañana empiezo CXLIX





Lo bueno de ser dibujante en la noche negra,
es ser tinta para las nubes
y verte lápiz de azabache
en el cuchillo que rasga
la lluvia que traza el viento.

Si nadie lee mi muro



jueves, 27 de septiembre de 2012

miércoles, 26 de septiembre de 2012

De tanto pensar


Habrá que pensar
menos
y esperar
que a la be
le salga otra barriguita por abajo.

martes, 25 de septiembre de 2012

Pájaros CXVI






Los amores ciegos no importan ante las viñetas vacías.
Los universos paralelos apenas si nos ofrecen un roce intuido cuando todo ha pasado ya.
Los pájaros vuelan sin saber que el infinito está muy lejos.
Y hay días en que todo se nos presenta inalcanzable.
Como ayer.

lunes, 24 de septiembre de 2012

Una fotografía no vista



Fotografiar es muchas cosas. Es pausa y vértigo, medición y azar, planificación, intuición, concepto o vorágine.
Y entre esas nadamos.

Pero también existe la magia.
Cuando, como me gusta a mí, buceas entre la gente (en una calle, en un mercado) buscando ese gesto, ese instante, buscando ese momento exacto, en muchas ocasiones ocurre que justo cuando aprietas el botón de disparo ya sabes que has hecho una buena foto.
Y la adrenalina se dispara.

Sigues mirando, incluso pruebas otro encuadre, otra mirada, puedes incluso seguir fotografiando a otras gentes, pero sabes que en tu película o en tu tarjeta ya va lo que hace que esta afición merezca la pena.
Y apenas puedes reprimir las ganas de marcharte al hotel, a tu casa, y volcar las fotos y mirar una y otra vez esa imagen que ahora te pertenece.
Esa foto, esa foto, quieres ver esa foto que sin saber muy bien por qué y solo imaginándola ya te quita el sueño.
Y es que por regla general una buena foto se intuye antes incluso de haberla disparado.

Quizá por eso me guste tanto esta fotografía que ahora muestro: porque no la vi.
No supe verla.
No la vi al disparar y apenas si la vi al revisarlas, como hago por costumbre, al volver por la noche al hotel, antes de acostarme.

Había estado visitando la ciudad antigua y amurallada de Khiva. Me quedaba un día y medio en la ciudad y dispuse mi tiempo para hacer el programa y las visitas típicas del turista medio.
Como la ciudad se recorre rápido, quedaba tiempo para buscar, fuera de las murallas, un mercado más cercano, más sucio, más del pueblo, más auténtico.
Y allí estuve capturando, a diestro y siniestro, rostros de gente que se ofrecían con esa amabilidad tan uzbeka.
Disfruté, claro, pero no tuve esa sensación de haber conseguido "la" imagen. 
Quizá algún primer plano -pensé- y poco más.

Pero dos meses después la vi.
Ya había regresado, ya estaba en el calor del hogar, en la tranquilidad de lo conocido cuando, revisando paciente y escudriñando curioso entre la miles de imágenes con las que vuelvo tras cada viaje de pronto apareció.
E incrédulo vi, como quien ve por primera vez, como quien vuelve a enfrentarse al mismo escenario, a la misma ciudad, la misma calle, la misma escena.
Incrédulo vi cómo en aquella imagen, al menos para mí, todo cuadraba: la composición, los gestos, el tiempo detenido.
Le quité el color que me despistaba un poco y retoqué el blanco y negro buscando como casi siempre un mayor contraste.
Mientras terminaba estos retoques frente a la pantalla de ordenador no dejaba de extrañarme frente a esa imagen que sabía mía pero que también, de algún modo, no me pertenecía, que nunca estuvo en mi memoria.

En ocasiones la alegría viene más de la mano de la sorpresa y no tanto de la certeza.
Y mucho más que se disfruta.

domingo, 23 de septiembre de 2012

Mañana empiezo CXLVIII




Papeles llenos de hartura, camas unidas en lo indivisible, mesas que echan de menos la primavera, sueños que vuelan con las manos en el mar y los pies en la tierra.

Mañana me pido que sea sábado, y es que llevo toda la semana yendo para atrás y es lo menos que me merezco.
Hala.

Saul Bass (4 y 4) y Carl Jung (4 y 4)


Un miércoles de febrero de 1938, el casi adolescente Saul Bass sueña por primera vez en su vida con Carl Jung, sin siquiera saber quién era éste.
Solo se da cuenta que -como él- aquel hombre sabio tenía cuatro letras en su nombre y en su apellido, con lo que decide confiar en él aunque fuese telequinésicamente.

Atormentado los meses siguientes por el rayo que mataba un árbol, por el río que se convertía en mirlo y por la cama podrida que acogía a su prima, decide viajar a Europa y visitar a aquel hombre cuya figura y sombra adornaba cada esquina de sus pesadillas.
Recién llegado a Alemania, un guarda de tráfico de Munich le dice que no, que el señor Jung está de viaje por la India, que mejor vuelva en unos cinco años.

Saul Bass regresa a un Nueva York en blanco y negro para dibujar e inventar mundos que lo ayudasen a escapar de sus sueños.
Sus mejores amigos todavía recuerdan hoy cómo en 1945 se levanta sudoroso a las cuatro y media de la mañana, tras haber soñado que convivía con un monopatín y un pato violeta en un piso de estudiantes de Nantes, y al dirigirse a la nevera para comer algo, se encuentra, sentado en la cocina y con los pies encima de la mesa, a un Jung ya anciano pero con la solvencia que da el parecer un holograma.
 - Pareces un holograma - es lo único que acierta a decir Saul.
 - Es que lo soy - replica Jung.

Si entrar en muchos detalles, Carl Jung le cuenta a Saul Bass que, enterado de su visita fugaz e infructuosa a Alemania, ha decidido comparecer mediante viaje astral para conocerlo en persona y robarle unos cacahuetes de la despensa.
Y le propone un trato que el bueno de Saul no se atreverá a rechazar.
Jung le ofrece quedarse allí, como espectro desdoblado, para ahuyentar los malos sueños de tintas de calamar y niñeras de carmín que tanto lo atosigan.
La respuesta que sí es inmediata, pero el médico suizo le advierte que su espectro sólo podrá quedarse con la apariencia del señor patata.
Aunque a Saul Bass le dé la risa en ese momento, deciden celebrarlo con una cerveza por mucho que  nada haya de picar, pues Jung ya había acabado con todos los manises de la casa.

Praderas de cobalto, adolescentes tomando un helado en la quinta avenida, piscinas llenas de flotadores naranja. Esos serán los sueños que tendrá Bass a partir de ahora.
Y Hitchcock su única pesadilla.
Por mucho que el auténtico Jung muriera en 1961, su espectro con forma de risible tubérculo siguió acompañando a Saul hasta el fin de sus días.
Y, aunque fuese un poco coñazo porque insistía en colaborar en sus diseños (pon más rayas aquí, ese cuadrado es muy irregular) al final, cosas de la rutina, se le acabó cogiendo cariño.

Desde que Saul Bass muriese en 1996, hay un señor patata semi transparente, psicoanalizando a los adoquines manchados de moho de los aledaños de Central Park y diciendo no sé qué de Freud. Busca dueño. ¿Quién lo quiere?

sábado, 22 de septiembre de 2012

Las definiciones de un coche a vapor LV







Los besos suben, los besos bajan.
El coche a vapor pesa y cae, bajo el influjo de una flecha que es él mismo, y hasta la viñeta lo abandona.
Menos mal que siempre llega un regalo para alegrarnos la tarde.

viernes, 21 de septiembre de 2012

jueves, 20 de septiembre de 2012

A quién se le ocurrió


Al menos
rima más divertida
hubiera sido
con manzana.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

martes, 18 de septiembre de 2012

Pájaros CXVI






Los besos a veces.
A veces vuelan, a veces levitan.
A veces verdes, a veces grises.
A veces martes, a veces mayo.
A veces vuelven
a veces vuelan,
a veces muelan
aunque a veces duelan.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Viaje a Japón II








Hay días en que hacen falta.
Y para eso están.
Hay días -y sabes que va a ocurrir, en mayor o menor medida, con más o menos intensidad- en que echas de menos el viaje.
Lo echas de menos lo mismo que alguna vez, durante el mismo, lo echaste de más.
Echas de menos el sentirte perdido, el dejarte sorprender, el gusano pequeño que recorre tu cuerpo. Echas de menos los rostros anónimos, las esquinas de una calle, las manzanas de aquel mercado, sí, hasta las voces metálicas del suburbano.
Hay días en que hacen falta y es entonces, ya en tu casa y adaptándote a la rutina, que recurres a lo que puedes.
Que si el incienso.
Que si cerrar los ojos.
Y sí: que si las fotos.
Las fotografías son el refugio nostálgico para el viajero que no puede. Son agentes que activan y filtran los buenos recuerdos. Las que nos anclan y también las que nos proyectan hacia nuevos rumbos. Imprescindibles para completar el viaje una vez terminado.
Hay días en que hacen falta -las fotografías- y recurres a ellas.
Para eso están.

domingo, 16 de septiembre de 2012

Mañana empiezo CXLVII




Los poemas pesan y más en domingo.
Pesan tanto como las nubes, como los sueños, como los dibujos no hechos.
Y en ese peso nos dejamos arrastrar:  volamos entre nubes, dejamos el mañana para dibujar e imaginamos poemas hermosísimos que nunca escribiremos.

Grace Kelly (5 y 5) y Woody Allen (5 y 5)


Grace nunca lo supo con certeza, pero había conocido a Woody Allen mucho antes del que oficialmente sería su primer encuentro, en 1962.

Corría el año 1940, y una Grace Kelly con once, había ido desde su Filadelfia natal a visitar Nueva York junto a sus padres, un caluroso fin de semana de agosto.
Woody era un niño de apenas seis años de edad, judío y extravagante, que se dedicaba a colgar sus guiones en los cables de la luz para ver si así cogían algo de tensión.
En aquella visita, el coche del padre de Grace, un deportista que había ganado tres medallas de oro en remos, se paró en la esquina de la séptima justo cuando una hoja desprendida de un guión de Woody se coló por la ventana entreabierta de la pequeña de los Kelly.
Era la página 127 y correspondía a un diálogo entre Malcom y Mary del que Grace recordaría, clavado a sangre y fuego el resto de su vida, lo siguiente:
MALCOM: Huye conmigo
MARY: No hay ascensor para las burbujas del champán.

El resto es historia, o casi.
Porque todos creen saber que Grace Kelly tuvo una corta carrera en Hollywood que apenas si duró cuatro años. Todos piensan que al casarse con Rainiero en 1956 abandonó el cine para dedicarse por entero a su familia y a su esposo.
Pero no es así.

En 1962, un Woody Allen que ya hacía actuaciones para televisión, que actuaba en el Blue Angel y que incluso había sido actor y escrito el guión de "What's new Pussycat?" , tenía en mente una historia para la que la única protagonista posible era Grace Kelly, princesa y madre ya de Carolina y Alberto.
La película se llamaría "Las burbujas del champán", un título que sin saber por qué le retrotraía a su infancia.

En la película Grace interpretaría a Sophia, una cabaretera de Manhattan que se enamora de un cómico de televisión que no para de hablar ni cuando está dormido. 
Van a restaurantes de moda, cogen taxis cuando está lloviendo, pasean por parques de Nueva York donde lucen abrigos oscuros, mienten a sus amigos, fuman y beben, filosofan con los porteros de los hoteles, visitan la filmoteca sueca de la 72 para discutir sobre su programación, rememoran en flashbacks de color sepia una infancia a través de una voz en off de tono grave, y hay al menos tres veces en que están a punto de besarse.

Grace, fascinada con la historia (e intrigada con el título, todo hay que decirlo) estuvo durante los tres años siguientes escapándose por las noches para rodar en la playa de Larvotto Terano (donde el equipo de producción de Woody había hecho una reproducción de la isla de Manhattan a 1:1) las escenas de aquella rocambolesca e intelectual historia de amor.

La penúltima noche de rodaje, caballeroso como era, Woody había acompañado a Grace a la puerta del Palacio mismo, y cuando se iban a despedir, por el ascensor del servicio apareció Rainiero con un pijama a rayas que le quedaba grande.
Tras una pequeña discusión, Grace le abrazó, lloró, le juró que nunca volvería a ocurrir e hizo prometer a Woody que quemaría aquel metraje (que por otro lado había quedado bastante oscuro, pues con tanto dinero gastado en la reconstrucción de Nueva York en Mónaco no les había quedado dinero para focos).
Woody dijo que sí, sacando un mechero y encendiéndolo para que Rainiero entendiese y solo acertó a decir, mientras la puerta del ascensor se cerraba con aquella pareja de cuento, "no hay ascensor para las burbujas del champán".

Y aquella noche en Mónaco fueron la Fallas de la United Artist.

sábado, 15 de septiembre de 2012

Las definiciones de un coche a vapor LIV






Regresa el coche a vapor buscando su hueco entre los sábados de calor y siesta.
Regresa el coche a vapor definiendo, como siempre, una realidad que le supera, entre flexos y flexiones.
Y se planta.
Y vuela.
Por mucho que alguien intente cortarle las ruedas...

viernes, 14 de septiembre de 2012

jueves, 13 de septiembre de 2012

Dos en uno sin querer






El día que me canse de dibujar
me dedicaré a hacer
tiras de la nada.

Mientras tanto me conformo con trazar ritmos sobre el negro, con dejarme llevar por una curva que se cierra, con que el azar mezcle sin saber dos dibujos en uno para hacerlo uno.

El día que me canse de dibujar
miraré lo ya hecho
a ver si las ganas vuelven
y las atrapo al vuelo.