martes, 30 de noviembre de 2010

Pájaros XXXVI











De camas, lluvias, vuelos, desamor y soledades. Y la vida que se escapa entre los dedos.
Lo normal, lo de siempre.
Pero aun en las historias más tristes subsiste el fondo verde que permite crecer los sueños.
Regados por la lluvia y convertidos en nube.

lunes, 29 de noviembre de 2010

La mirada, el cuchillo y la muerte

Buscaba alguna fotografía con historia de mi viaje a China y me encontré con tres.
Y "La mirada, el cuchillo y la muerte" no es mal título para tres historias que son una y que, para más inri, giran entorno a los sentimientos que surgen cuando haces fotografías en la calle, a gente desconocida...

LA MIRADA

El barrio musulmán de Xian es un lugar para perderse.
Con el encanto de lo antiguo, resulta asombroso y sorprendente comprobar cómo una religión -mucho más que una cultura, un lugar o una etnia- es capaz de marcar e impregnar todo un barrio.
Si -como es mi caso- estás acostumbrado a moverte por Marruecos, entrar en la parte antigua musulmana de Xian es encontrarte con lo ya conocido.
Los olores, las vestimentas, la propia arquitectura, el caos.
Es curioso cómo casi terminas por pensar, estando como estás en un país tan distinto como China, que en realidad te encuentras en casa.

Aunque siempre hay diferencias.
Una de las primeras cosas que me llamó la atención fue ver mujeres de ojos rasgados con hiyab, el tradicional pañuelo marroquí. La unión de esas dos imágenes me resultaba de lo más curiosa y sugerente.
Y quise hacer una fotografía.

Había una mujer comprando, viendo telas, pasando el tiempo.
La seguí con la cámara. Con un poco de pudor, ese pudor inevitable del que nunca me desprendo, del que creo que es bueno no desprenderse, pero sin esconderme.

Cada uno tiene su manera de enfrentarse a la fotografía de calle, pero yo prefiero -si es posible- no robar ninguna imagen.
Prefiero tomar el tiempo necesario para cada captura, prefiero siempre que sea posible hacer mi presencia invisible, camuflarla de naturalidad, pero no esconderme ni ocultarme ni engañar.
Prefiero dar tiempo para que quien no quiera mi presencia, para que quien se niegue a que le hagan una foto tenga la seguridad que sus deseos serán respetados.
Es difícil, muy difícil sacar una buena fotografía cuando sientes que te consideran el enemigo.

Pero volvamos a Xian.
Volvamos a ese momento de cierto miedo, pudor y suspense, a ese momento mágico e indescriptible de mirar, a través del visor de una cámara, la vida de una calle.
Y allí en Xian, en ese momento, veo que la mujer se gira, me mira y sonríe.
Una mirada franca, abierta, despreocupada.
Una mirada que acepta la fotografía, que invita al disparo.
Una mirada que mira al que mira, que indaga al que observa.
Una mirada, simplemente una mirada.
Y no me lo pienso, y disparo.

Después la calma. Lentamente bajo la cámara y le miro a los ojos. La miro sin el escudo, directamente, y le sonrío como muestra de agradecimiento.
Ella, ante la ausencia de barreras, convierte su sonrisa en sonrojo, pero no baja la mirada.
Yo inclino hacia abajo ligeramente la cabeza, pero ni siquiera ella, así, sabrá nunca de mi agradecimiento... ¡Cómo podría yo decirle!

EL CUCHILLO

Beijing, en un barrio de hutongs.
Hablaba antes de los momentos previos al disparo fotográfico.
Ese estado de tensión inevitable, de concentración y abstracción del mundo donde resulta difícil por no decir imposible controlarlo todo.

Y todo ocurre igual pero no es lo mismo.
El hombre, en la calle, trata de arreglar algo.
Yo, que he estado fotografiando una pagoda, tengo la cámara colgada en los hombros y dispuesta a cualquier cosa.
Y vuelvo a mirar tras el visor.
Vuelvo a asomarme a una calle desde el pequeñito cristal abierto al mundo.
Y tras ese visor noto que algo no va bien.
El hombre -lo noto- se siente incómodo con mi presencia. Él no me ha mirado, yo todavía no le he enfocado directamente, pero esa desazón intangible está flotando en el aire que nos separa.
Pero enfrascado como estás -y siendo tan pocos los segundos de reacción- tiendes a comprobar esa tensión a través del visor.

Quizá sea temeridad, quizá sea instintivo.
Quién sabe.

Y tú sabes, porque no es la primera vez que lo has vivido, que aún tras el cristal estás atrapado, que aún tras el parapeto de la cámara (o mayormente por eso) estás vendido antes los ojos de lo ajeno.
Y entonces lo ves.
Es solo un segundo.
Él se vuelve y tiene un cuchillo entre sus manos.
Tú no apartas la vista del visor, él no aparta la vista de la cámara.
Y los segundos se hacen eternos hasta que suena el click.
Has disparado.
No sabes por qué, no sabes cómo, pero has disparado.

Y vuelve el ritual: Bajas la cámara, agachas la cabeza, pides perdón.
Solo que esta vez él no sonríe.
No se levanta, pero notas como sigue agarrando con fuerza el cuchillo entre su mano.
Y tú alzas la tuya, en un gesto mecánico pero sentido, y le pides perdón.
Poco más puedes hacer.
Poco más que observar cómo él vuelve a girar su cabeza y, enfadado pero con su dignidad incólume, vuelve solitario y silencioso a sus quehaceres interrumpidos.

Y la noche llega, y sabes que tendrás que recuperarte de ésta, que tardarás en volver a disparar una foto...

LA MUERTE


No es la muerte -licencia poética- y sí la siesta imposible.
Pero, ya que estaba hablando de los sentimientos surgidos en el acto de fotografiar, desnudo en plena calle, esta imagen me recuerda a -tantas- que he tenido la oportunidad de hacer sin el problema de cómo lo recibirá el fotografiado.
Me refiero a aquellas donde sé positivamente que el sujeto a capturar no me está viendo.
y a cómo el pudor, incluso ahí, se hace presente.

Beijing, el Palacio de Verano.
Calor y humedad y son las tres de la tarde.
No encontraba yo mejor hora para una siesta y, por lo que se ve, mi amigo tampoco.

Me lo encontré haciendo equilibrio sobre una pequeña balaustrada, completamente dormido.
De hecho me acerqué, escuché su respiración, noté su cuerpo abandonado.
Solo sus manos, agarradas fuertemente, le daban la estabilidad necesaria.
Y aún así me sentí mal en el momento del disparo.
Él no me veía, pero yo le estaba robando.

Pensé qué hubiese pasado si estuviese muerto.
El respeto y la incertidumbre se apoderaron de mí.
Y es que indefectiblemente el acto de fotografiar va unido a una pulsión de la que es imposible separarse.
¿Hubiera sido lo mismo?
La muerte en forma de siesta se había asomado a un mini balcón de mi viaje a China, y yo no sabía que responder.
Bajé la cámara y le miré, deseando que se despertara, pero acto seguido la volví a subir y disparé, no fuera que se levantase.
Así funciona.

Y es que disparar entre la gente no dejará de ser nunca un acto íntimo y desconcertante.
Estarás rodeado de tensión, alegría, incertidumbre, curiosidad y sentimiento.
Y tendrás que manejarlo todo en décimas de segundo.
Habrá miradas, cuchillos y muerte, pero tendrás que estar preparado para enfocar, disparar y confiar en la magia del momento.

Todo lo demás que os cuenten es mentira, o casi...

domingo, 28 de noviembre de 2010

Mañana empiezo LXXX







Las manos vagas se reflejan en un espejo, aunque no se proyecten como debieran en el corto plazo del día siguiente.

Mientras la luna se hace sol, mientras se deletrean los días, mientras los lápices se sientan lanzas o los gimnasios se conviertan en la antesala de una mesa de dibujo no todo está perdido.

Iba a escribir algo más, pero no me acuerdo.
Lo debo tener en la punta de los dedos...

No soy ni la mitad de bueno que tú



Inspirada en los efluvios del cansancio, o quizá del alcohol...
Es lo que tiene haber sido un pequeñito experto en matemáticas aplicadas.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Bartolomé contando: Los espacios vacíos I















Viendo aisladamente los planos de mi nuevo cortometraje, "Bartolomé contando", que se estrenará -como viene siendo habitual- en la octava edición de Cortos de Vista, me fijo especialmente en sus fondos, esos escenarios donde se recrea la acción.

Alguna vez lo he dicho (y no hace falta ser muy sagaz para darse cuenta de que es así), que yo en realidad no hago cortometrajes de animación, sino más bien historias con dibujos.
En este caso, lo podíamos también llamar algo así como un "poema ilustrado", pero es cierto que la animación, los dibujos en movimiento, son más bien escasos.

Pero sí que me doy cuenta que, pese a lo limitado de esa animación, los escenarios donde se desarrolla la acción, cuanto más elaborados, menos se aprecian en el discurrir del cortometraje.
Son los personajes que habitan esos escenarios, la propia historia, los diálogos y la música, los acercamientos de cámara y la propia e inflexible duración de los planos, los que hacen que se pierdan una infinitud de detalles que uno ha podido ir elaborando, en el dibujo del fondo, con paciencia y dedicación.

Por eso aprovecho en esta primera entrada previa al cortometraje para mostrar parte de esos escenarios, de esos espacios vacíos de gente e historias, vacíos de Bartolomés y cuentas, vacíos de poesía y movimiento.

Habrá más entregas.
Para ver el cortometraje tendréis que esperar -no podía ser de otra manera- a su estreno en Cortos de Vista.
Y después aquí, pero eso será ya el año que viene...

jueves, 25 de noviembre de 2010

lunes, 22 de noviembre de 2010

Escaleras de mar











Las escaleras son engendros que los carga el diablo.
Funcionan como sólo ellas saben.
Descienden, giran, voltean, suben e incluso bajan.
Las escaleras del mar suben hasta el cielo.
Las escaleras cambian de color en contacto con el nuevo día.
Se reflejan en la orilla.
Tensan sus cables, cruje la madera.
Puedes hacer lo que quieras con ellas.
Puedes girar, voltear y subir.
También bajar, claro.

Todo lo demás, en una escalera, es mar.
Todo lo demás es barco, composición, hambre y desconcierto.
Y se dejan secar al sol...

domingo, 21 de noviembre de 2010

Mañana empiezo LXXIX







Estrellas, estrellas y te estrellas...

Manos que piensan en trabajar como quien hace el amor, mesas que añoran el roce de un dedo entre tanto polvo, cortos que no existen pero se imaginan cortos, y pensamientos sobre nuestro origen, que siempre sobrevuelan...

Un domingo lento, como casi todos.
Pero con estrellas en el cielo...

sábado, 20 de noviembre de 2010

Tengo tos, pero el doctor dice



Es otoño, temporada de toses de pecho y congestiones.
Es otoño, cuando las hojas caen, que así me lo enseñó el Espasa.
Es otoño, no hay mucho más que decir.
Es otoño, coño.

viernes, 19 de noviembre de 2010

Relieves de nervio y baile













Cuando tu descanso entre dibujo y dibujo es más dibujo, igual te lo deberías mirar...
Pero es que no lo puedo evitar.
Juego, reto, búsqueda. Da igual.
Hallazgos o pérdida de tiempo. Qué importa.

Y ahora que lo pienso, ya estoy escribiendo mucho, que tengo que seguir dibujando...

jueves, 18 de noviembre de 2010

Las definiciones de un coche a vapor XXXII











No hacía falta ser ciego para adivinar que un encuentro entre Guillermo Tell y Robin Hood acabaría mal, pero con daños a terceros.
Pero en el mundo del coche a vapor las flechas terminarían en el corazón de ambos, y se volverían locos el uno por el otro.

Aunque eso lo contaremos otro día.

Hoy sólo puedo reconocer que el verdadero héroe de la infancia fue siempre Miguel Strogoff.
Mi flecha va por él.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

De bomberos XXXIV


El bomberito leré,
me dijo luego leré,
que si querría leré,
apagar un fuego leré.

Y yo le dije leré,
con gran decoro leré,
no quiero fuegos leré,
que me enamoro leré.

Si te enamoras leré,
toma un pestiño leré,
que el pastelero leré,
te de cariño leré.

No como dulces leré,
de un pastelero leré,
que no me use leré
de paragüero leré...

martes, 16 de noviembre de 2010

Pájaros XXXIV











No.
Para nada.
En absoluto.
Imposible.
Definitivamente no.
No tengo ningún tipo de vergüenza.
Ni se la espera...