domingo, 31 de marzo de 2013

Mañana empiezo CLXV




Domingos de reencuentros, de reordenarse, de recuperaciones, de realidades.
Domingos que vuelven con sabor a lluvia que no se fue, a tés amargos de color verde, a noches que se atardan para que los sueños, eso sí, te golpeen con mayor fuerza.
Domingos con ganas de acostarse y esperar tres días.

sábado, 30 de marzo de 2013

365 irrefutables razones que nos llevan a pensar que los mayas tenían razón y el fin del mundo llegó el 21/12/12 (XV)


099) Porque el fin del mundo, para algunas entidades bancarias, era una cuestión PREFERENTE.

100) Porque cien serio me lo dices, será por algo.

101) Porque Dennis Amozou, comendador de la archidiócesis de Lomé, tenía una inquietud desde finales de febrero de 2012. Sabía que sus archienemigos, los mayas de Licra, gestionaban insídias maltrechas de barro y cerúmen desde las atalayas de sus medios de comunicación, y decían cosas como que no se planchaba los vaqueros, que si habían venido a visitarle luciérnagas sin permiso, o que leía por la noche, antes de acostarse, cuantos perversos escritos con la mano izquierda.
Aunque algo hubiera de verdad en lo de las luciérnagas, no se dejó amedrentar por los pábulos e hizo, en honor a su cargo, una encomienda a su ilustrísima el doctor Perejil de la Cuenta: o cesan los rumores, o le digo a Corea del Norte que los americanos están haciendo cosas en su contra.
El resto, sí, es solo historia de libros no escritos.

102) Porque había un interruptor en la sala oscura. Por mucho que las tinieblas enrocaran la moqueta, el interruptor, de dos posiciones, estaba encendido.
¿Quién lo hubiera dicho, verdad, tocalotodo

103) Porque era navidad y hacía frío. Porque el termostato andaba estropeado después que Fabián Vernier hubiese vertido zumo de tomate una semana antes del desastre. Porque Clotilde Lizhard, impaciente como siempre, no estaba para tonterías aquella mañana después de que su marido Antoine le hubiese confesado el desliz que la noche anterior había cometido con su mejor amigo, Pierre. Porque Margarite y Ana, inseparables hasta entonces, se despidieron en el portal de su casa con un beso húmedo tras el deseo de Ana de comprar plátanos y unas pilas alcalinas. Porque Pierre, tras desnudarse de deseo y carne ante Antoine, llamó a su madre Melanie y le pidió que si podía subir el termostato del piso de la calle Pasteur número 192, aunque tuviera que cruzar el barrio a tan mala hora. Porque Ana, todavía con el tierno sabor de un beso inocente en sus labios, decidió comer un plátano en plena calle.
Porque Cristian, hijo de Fabián el electricista del barrio, tenía la mala costumbre de dar balonazos a los cubos de basura por la calle. Porque Melanie pisó donde no debía y al llegar a casa, para subir el termostato ocluido por el tomate, no estaba del mejor humor posible.
Y en el micromundo de un barrio de Nantes, en apenas una mañana de catastróficas desdichas, sucedió el peor de los desenlaces.

104) El fin del mundo llegó el 21 de diciembre porque había reservado diez antes con Booking, encima con cancelación gratuita, y estaba en todo su derecho ya que tenía su código PIN.

105) Porque Alberto, despeinado trilero del barrio de Chamberí y a la sazón padre de Dios en la Tierra, le gustaba y bastante engañar a pensionistas jubilados mediante el rápido y omnipresente movimiento de sus manos, para robarles sus ahorros y esperanzas. Para ello, claro, contó siempre con compinches como banqueros, asesores y demás desalmados de corbata y humo. 
Harto de cubiletes y cartas dobladas, intentó apostar nada menos que cincuenta euros libres de impuestos si Anastasio era capaz de descubrir en que puño cerrado escondía Alberto la Tierra.
Y sí, con tal de no perder la calderilla de su cartera, hay quien es capaz de aplastar y aplastar hasta hacer desaparecer todo rastro de si mismo.

viernes, 29 de marzo de 2013

jueves, 28 de marzo de 2013

El poder de la ciencia


Y es que para la ciencia
lo mejor
es la paciencia.

sábado, 23 de marzo de 2013

365 irrefutables razones que nos llevan a pensar que los mayas tenían razón y el fin del mundo llegó el 21/12/12 (XIV)


092) Ese viaje que lleva de Chipre - Europa - a el Mundo (y porque no hemos avanzado tecnológicamente, si no se cargan también el universo)

093) Porque más allá no hay nada, ni más acá tampoco. Ya lo dijo Alfonso Guerra, pleno de sabiduría y obturación, con su "el que se mueve no sale en la foto".
El caso es quería Dios mandarle una postal a su padre Alberto, por navidad, con todos los países en órbita, así que los limpió de polvo con un soplo (ya solo ahí murieron decenas de millones) y les pidió que se juntasen un poco, que Saturno tapaba a un par de ellos.
Hubo quien sonrió, como Mercurio, y quien, como la Tierra, al tratar de ponerle los cuernos a Júpiter, se salió de la órbita.
Hay una foto de esto, y no veas la de me gusta que colecciona en facebook.

094) Porque el fin vino de puntillas. El fin levita, el fin es inasible. Quizá no lo sientas pero el fin ya llegó, vive entre nosotros, se come las aceitunas que la gente se deja cuando en un bar por fin llegan las raciones.

095)Porque Alexandr Sergeyevich había abandonado su Rusia natal cuando a su padre, pocero de profesión, se le acabaron las fosas sépticas de las afueras de Simbirsk, para instalarse en Letonia, una república con muchísimo más porvenir.
Los poceros saben que no hay que escarbar donde no se debe, y así se lo había transmitido el padre de Alexandr a su único vástago.
Pero la pela es la pela.
El gobierno letón, insaciable de gas y mierda (los dos motores excelsos de esta humanidad así organizada) le exigió a Alexandr un excava, excava que rayaba en el acoso laboral.
Y el hijo de Sergeyevich metió la mano donde no debía, un 21 de diciembre, con hambre y pena por la carta que acababa de recibir de Natacha, y todo se fue de donde venía.

096) Porque si cierras los ojos, te concentras, y abstraes el sonido del ventilador de tu ordenador, puedes quedarte a solas con tu conciencia.
Cuando nos quedamos a solas con nuestra conciencia ocurren dos cosas: 1) Entendemos que hubo una vez que no la tuvimos y 2) Sabemos que llegará el momento en que la perdamos.
Y ahí, removido por el aire de un viejo ordenador que se ha quedado obsoleto, el fin del mundo se ha colado en tu interior, su verdadero lugar para tomar el sol y pedir unas bravas.

097) ¿Es un pájaro, es un avión? ¡No, es el fin del mundo!

098) Porque el 21 de diciembre nos encontramos tú y yo, solos, en la esquina de la calle La Feria. Quizá lloviese en el Potro, pero allá donde posabas tus Camper estaban los adoquines secos. Me miraste, sonreíste y lo entendí todo. Apenas veinte segundos más tarde, mirando el río en aquella tarde sin palabras, eché por la borda un mechón de mis cabellos, el recibo de un taxi de Sevilla, la pelusa granate de mi ombligo y una mezcla rara de barro, lágrima y legaña que resbalaba por mi oreja.

viernes, 22 de marzo de 2013

Me gusta


Aunque haya otra razón, (más secreta, más íntima, más cercana) llevaba ya tiempo pensando en que  estas pequeñas, nimias y estúpidas reflexiones sobre el mundo de la red y sus compartimentos se merecían una entrada aparte.
Los que me conocen saben de mi gusto por el orden, y me turbaba mezclar las churras políticas con las merinas más sociales.
Y es que la tontuna de internet, tan necesaria, da para mucho.
Así que di que te gusta, tonta.

miércoles, 20 de marzo de 2013

martes, 19 de marzo de 2013

Pájaros CXXXIX






Cuando no haya
árboles en el mundo
la lluvia traerá
la semilla de un sueño.
Cuando no haya hojas
que caigan al mar,
pide a las plumas cosquillas
que dibujen una nube
con forma de pájaro.

lunes, 18 de marzo de 2013

Instagram o no























Mi relación con la tecnología siempre fue -y sigue siendo- cuando menos, curiosa.
Mirándola al principio con una mezcla de apatía y recelo, acabo siempre zambulléndome en ella con frenesí y descaro a partes iguales.

Viviendo como he vivido una época de grandes cambios tecnológicos, puedo afirmar que me pasó con Internet, con los móviles, y hasta con este blog (paradigma de tantas cosas) que empecé tres o cuatro años después del boom de los mismos para acabar volcado con un ansia difícilmente explicable.

Y claro, con Instagram no podía ser menos.

El caso es que instalé la ya famosa aplicación el primer día de tener mi iPhone. Fue, de hecho, la primera aplicación que me bajé, pero no empecé a usarla hasta pasados un año y medio, concretamente este verano en Japón.
Así funciono yo: un año y medio después.
Y entonces fue ya un no parar. Entonces me volví loco.

Aunque luego se me pasó (yo soy fotógrafo un mes al año, otra de mis cosas raras) durante aquellos veintitantos días disfruté con toda y cada una de sus posibilidades.

Y es verdad que, por encima de todo, acaba siendo una aplicación que nos enfrenta a muchas y variadas preguntas, que -como tanto ha ocurrido a lo largo de la historia de la fotografía- hace que ésta, una vez más, se pregunte por su esencia, por su significado, por su sentido, por el papel del fotógrafo y de la máquina, por el control del proceso y mil cuestiones más.

A mí lo que me fascinó, al menos de primeras, es sentir que estaba frente a una nueva revolución.
Ya no era la popularización que supuso el "you press the button, we do the rest" que preconizaba George Eastman a finales del diecinueve.
Ya no es que cualquiera pueda hacer una foto.
Ahora es que cualquiera puede hacer una foto buena.
O, dicho de una manera todavía más hiriente: ahora cualquiera puede convertir una foto mediocre en una buena foto.

¿Esto que acabo de escribir es discutible? Por supuesto. Pero, de ser cierto: ¿sería malo?
La respuesta, al menos para mí, es un no. Rotundamente no.

Cualquiera que me conozca sabe que soy un defensor a ultranza de la popularización del arte, que en esto soy inflexible y muy mayor para cambiar.
En este sentido, Instagram supone un nuevo paso, y nada desdeñable.
También cabría preguntarse: si todo el mundo puede hacer una buena foto, ¿eso le resta valor?
Y mi respuesta seguiría siendo que en absoluto.

Por supuesto que considero lícito que haya quien piense que una foto tomada con el móvil no mejora tras su paso por Instagram, pero yo no lo veo así.
Por supuesto que entiendo a quien ni se plantee su utilización pensando en la reproducción, en la calidad que podrían llegar a tener como copia en papel, pero ese es otro debate.
Instagram, no lo olvidemos, es una red social, y las fotografías que se generan con ellas se consumen en un entorno digital.
Por supuesto que no solo entiendo sino que comparto la opinión de los que piensen que el valor de la fotografía está en otro lado, en ese terreno inasible de la transmisión de sensaciones, pero vuelvo a repetir que yo solo hablo de mejorar lo hecho, de mejorarlo y mucho, de que una maldita máquina, con dos o tres indicaciones por nuestra parte, mejore exponencialmente lo que acabamos de hacer y encima nos permita mostrárselo a todo el mundo.
No sólo nos hace mejores fotógrafos: nos hace mejores fotógrafos a los ojos de otros mejores fotógrafos.
Terrible y fantástico a un tiempo.

No es tiempo de extenderse más, aunque el tema lo de.
Quizá otro día.
Ahora solo que queda mirar una tras otra esa pequeña selección de instantáneas recogidas entonces (que a mis ojos tan bien cuentan aquel viaje).
Y sí, qué pasa: Al verlas me siento, dejadme, mejor fotógrafo.

domingo, 17 de marzo de 2013

Mañana empiezo CLXIV




Viviendo el presente, el pasado no se olvida, simplemente desaparece.
Viviendo el presente hacemos las cosas un, dos, tres, ya y pasamos a otra historia.
Que se lo digan a este blog, sin ir más lejos, cuyos mejores dibujos siempre fueron los no hechos...

365 irrefutables razones que nos llevan a pensar que los mayas tenían razón y el fin del mundo llegó el 21/12/12 (XIII)


085) Porque Bernie August Collins, tabernero irlandés de la parte sur de Dublín, gustaba de echarse una pinta negra el día de San Patricio amparándose en no sé qué ley irlandesa que instaba a los propietarios de los locales a volverse ebrios y enjutos durante las tres cuartas partes de la celebración. 
Así lo hizo el 17 de marzo de 2012.
La norma también hablaba de recitar a Rilke vistiendo unos pantalones thai, de adorar a un Papa negro y hacerte tertuliano para defender posturas del kamasutra, de vender un cupón de la ONCE por tres euros más de su valor y entregar la plusvalía a un político de la oposición, de conversar con desagrado con la suegra de un amigo inválido y de mentir sobre tu capacidad abdominal al firmar un pacto de no agresión con el gobierno sueco, pero él solo se tomó una pinta. 
E incumplir la ley, más que nos pese a todos, acaba, lenta e inexorablemente, pasando factura. Así que nueve meses después de no haber recibido su plusvalía, el político dijo: a la mierda.

086) Porque solamente en los confines del mundo estaba su razón de ser. Y cuando te lo juegas todo con los con-fines ya sabes cual acaba siendo el precio.

087) Porque había una vez un lago de sangre, allá por Eritrea, que no sabía muy bien cuál era su razón de ser. 
Como embalse para que jugaran divertidos los niños al pilla pilla era inviable.
Como estanque para que los enamorados más ardientes dieran paso a sus enigmas de lujuria, deseo y merendolas de Tigretones no acabó funcionando.
Como pista de patinaje despreocupada por las caídas de sus desnudos bailarines y donde poder hacer el amor cual cuchilla que raspa, apenas si duró el invierno del 74.
Como mar embravecido alquilable para películas de presupuesto B donde mugrientos zahoríes luchasen contra intrépidos bucaneros a lomos de bergantines iconoclastas y chalupas indecentes se hizo prohibitivo, más aún contando con el aumento del IVA, aunque alguna que otra obra maestra del género pueda uno rastrear por los torrent de la bahía pirata.
Y ya solo le quedó un uso:
Como fin de mundo funcionó, un 21 de diciembre, tras filtrar su sangre, de corazón, a todos los rincones llorosos de la Tierra muerta.

088) Porque el Un Dos Tres había durado ya demasiado. Beltrán Azpiolea, realizador emérito de radio televisión española, harto de ser el que en realidad contaba las veintitrés respuestas acertadas a veinticinco pesetas cada una, le dieron un total de campana y se acabó.

089) Porque si el FIN hubiera terminado en Z todo hubiera sido más sencillo. Si en vez de FIN los académicos de la lengua lo hubiesen llamado XYZ, por difícil que fuese de pronunciar, todo habría sido mucho más fácil, aquí y en Indonesia.
Y entonces, a poco que al llegar el 7 de diciembre hubiésemos visto en el cielo escrito la letra X (por naves extrarretestres que violentas e indiscriminadas cruzasen el cielo), a poco que el 14 de diciembre hubiésemos visto la Y en el vientre de nuestras amantes (devoradoras e insaciables), no habría sido tan difícil atar los cabos y entender que el día 21, el fatídico 21 de diciembre habría aparecido en todos los canales de nuestros televisores una Z. Y échate a dormir.

090) Porque FIN en alemán es ENDE. Así que por ende llegó el fin del mundo, de mano de la Merkel.

091) Porque había una vez un circo que alegraba siempre el corazón. Lleno de color, un mundo de ilusión, pleno de alegría y emoción. Había una vez un circo que alegraba siempre el corazón. Sin temer jamás al frío o al calor el circo daba siempre su función.
Bueno, siempre, siempre no.
Un 21 de diciembre, habiendo ya vendido treinta y cuatro entradas a las afueras de Getafe, el Circo Rollandiber dijo hasta aquí hemos llegado.
Y entonces hubo una vez un circo que no siempre alegraba el corazón, y se tuvieron que inventar el fin del mundo, entre la mujer trapecista y sus catorce enanos, con ayuda del forzudo barbudo y las siamesas de Persia.
El fin del mundo llegó, y nunca tanto esfuerzo tuvo mayor sentido, para salvaguardar el honor de una letra de Miliki.

viernes, 15 de marzo de 2013

jueves, 14 de marzo de 2013

Las definiciones de un coche a vapor LXII






Los imanes todo lo atraen. todo lo repelen
Por eso, si hablamos de polos, yo siempre espero, tranquilo en la vereda, la llegada del verano.
Y que sea de limón.

martes, 12 de marzo de 2013

Pájaros CXXXVIII






La lluvia regresa
al mar que la parió,
pero los pájaros
lejos de cantar
se vuelven gaseosos.

El que esté libre de lluvia


Y como las nubes
vienen y se van,
pues eso,
que se vayan.

lunes, 11 de marzo de 2013

La cámara arrastrada








Después de un fin de semana intenso disfrutando de la fotografía proyectada y en palabra, era hora inevitable de hacerla carne.
Había que echarse al barro y vomitar lo fagocitado, no vaya a hacer bola que luego es peor.
Pero puestos a tirarse por los suelos, uno o la cámara, era evidente pensar a quién le caería la peor parte.
Y no iba a ser aquel que no hace mucho se compró pantalones nuevos.

Todo lo demás, claro, sigue siendo solo un juego.

Puede



domingo, 10 de marzo de 2013

365 irrefutables razones que nos llevan a pensar que los mayas tenían razón y el fin del mundo llegó el 21/12/12 (XII)


078) Porque un globo, dos globos, tres glo-obos. La tierra es un globo que se me escapó (un 21 de diciembre)

079) Porque Bartolo Pedralbes Muñoz fue a pagar los tres gin tonics que se había bebido aquella noche que decidió no salir, bueno sí pero solo una y me voy, del 20 de diciembre de 2012.
Cuando echó mano de la cartera se dio cuenta que los pantalones vaqueros con los que había salido de casa aquella mañana de 1947 ya eran apenas polvo y tela de pana.
Entre el aire inasible que cosquilleaba su ingle logró atisbar el hilo de donde tirar para extraer el alma.
Qué contrasentido: sesenta y cinco años para decidir irrevocablemente regresar a casa, y estando a un paso de ello, en apenas quince segundos, con la desidia que da la migraña, sacar tu alma y descoser tu mundo, su mundo, el mundo.
Qué hacer ahora con Paola.

080) Porque al fin del mundo le gusta joder. Lo lleva en los genes. Si no de qué se iba a llamar "el fin del mundo", ¿eh?
Y tanto le gusta joder que, por molestar, el fin del mundo llegó no en el fin del mundo, sino a la mitad (justo a la mitad) de la existencia universal. Decidido a tomar un vermut mientras contempla las cataratas del Iguazú y a esperar lo que haga falta.
El fin del mundo llegó, otra cosa fue que ocurriese.

081) Porque Dhaxztelma Humalha fue el típico becario contratado por los Mayas sin seguridad social no regalos de mantecados por navidad.
Maltratado por las chicas de la oficina, superiores en estudios, nadie reparó en que no llevase los calcetines de diferente color, signo maya inequívoco de daltonismo epicúreo.
Consecuencia de tan nefasta concatenación de hechos evidentes, permisivos y aleatorios, hizo que Dhaxztelma confundiese el delfín de "El Mundo", un circo pobre de ratas y enanos que se bañan con orcas una vez al mes, con el fin del mundo, el de toda la vida.
Y las dioptrías hicieron el resto.

082) Porque no había día mejor para jugar al escondite. Fue contar diez y esconderse tras Andrómeda. 
A ver quien es el guapo que se la lleva ahora.

083) Porque una televisión de plasma, sabiendose obsoleta con apenas siete años, decidió convocar a todas las fuerzas malignas del universo conocido más alguna que otra natilla Danet para generar una implosión que matase el mundo sin hacer el menor ruido.
Así llegó el fin del mundo, un veintiuno de diciembre, descalzo y silencioso, a casa de sus padres: por orden de Danet y las fuerzas oscuras.
Pero ya se sabe. Los padres son los padres, y a Roberto, el cabeza de familia y padre riguroso donde los haya del fin del mundo y sus ocho hermanos, lo oyó llegar a las siete de la mañana y ni los churros con chocolate que éste traía le sirvieron de escudo para la bronca que se avecinaba.
Así que no sólo fue que el fin del mundo llegase, es que encima se armó la zapatiesta en vinagre de Módena.

083) Porque el fin del mundo llegó, y tú partirás. Si, como resulta evidente, tú ya te has ido, el fin del mundo (irrefutablemente) debió llegar antes.

sábado, 9 de marzo de 2013

jueves, 7 de marzo de 2013

El dolor de la uñas creciendo para adentro


El dolor de las uñas creciendo para adentro.
Ríos de hormigas acechando.
No reflejó agujas el espejo clavado en el perchero,
ni hicieron falta dos infantes
para que mi pus otorgara calor
al calendario enquistado de los viernes.
No hubo valientes en mi hombro
ni risas que flotaran
más allá del 4ºD.
No hubo empujones cómplices de arándanos
que destiñesen febriles
su jugo inasible por mi vientre.
Me paré a contemplar la escena:
Yo, desde aquí, ciego y absorto.
Hubo una pluma, quizá dos liendres,
pero el vacío de esos ojos
hizo de tus cuencas
mi único cobijo.

martes, 5 de marzo de 2013

Pájaros CXXXVII






La viñeta guarda
y los que estamos
para que nos encierren
necesitamos el cielo abierto.