martes, 30 de septiembre de 2014

Pájaros CLXXIX






Pájaros.
Solos o con leche.
Nunca descafeinados.

lunes, 29 de septiembre de 2014

La mirada de Sibiu










El acto fotográfico y el viaje, de una manera u otra, están unidos en lo más profundo por la mirada. Sin la mirada y sus juegos no habría uno ni podría existir el otro.

La mirada aglutina pasos y pausas, arrebatos y huidas, desazones y encuentros.

La mirada puede ser de muchos tipos: abierta, suspicaz, temerosa, inocente, inquisidora, maleable, rigurosa, dispersa, procaz o etérea.
Puede ser hacia fuera o hacia dentro, incluso las dos al mismo tiempo. La mirada osa y enfrenta, exige e indaga, pregunta y comprende.

La mirada todo, la mirada siempre, la mirada inmensa, la mirada y más mirada, la mirada mimada, mojada, lanzada.
La mirada misterio, la mirada plena a la que siempre falta algo, algo más que mirar y que engullir y que absorber. La mirada pletórica.

Pero la mirada no es sólo mirar.
La mirada también es ser mirado.
Cuando fotografías -lo mismo que cuando viajas- te expones. Te muestras, te exhibes, te desnudas un poco a cada paso.
Todo aquello que miras también te observa. Todo lo que te rodea se extraña, entorna los ojos y se pregunta quién eres, qué haces, hacia dónde se dirige tu emoción encorsetada.

La mirada es recíproca, siempre. La mirada es recíproca hasta con los ojos cerrados. Es el sentir de quien se ofrece sin terminar de saber, en realidad, quién siente o quién da.
Hoy no puedo explicarlo mejor.

En cualquier caso, divago porque paradigma de la mirada es la ciudad de Sibiu, en la Transilvania rumana.
Los ojos de las casas, observándote a cada paso, remarcan tu vulnerabilidad, y ese viaje de ida y vuelta que la mirada es.
Mirar y ser mirado, no hay otra cosa que puedas pensar al pasear por sus empedradas calles.
Ser mirado sin saber qué pensamientos despiertas en esos tejados llorosos de una tormenta de verano, que impávidos te siguen impertérritos, o viceversa.
Ser mirado y no atreverse mucho a mirar directamente a esos ojos de buhardilla que nunca parpadean.
Ser mirado y dejarse mirar porque no queda otra.

Pasear por Sibiu, así, se convierte en toda una experiencia para entender que no hay mirada sin diálogo.
Y es entonces, callado, viajero y fotógrafo, cuando aciertas a buscar el valor necesario para sacar la cámara y hacer nueve clic, que diez igual son demasiados y este que escribe ahora, sabiéndose observado, prefiere -por si acaso- no molestar a esos ojos de cristal y teja que llevan toda una vida observando y callando.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Mañana empiezo CXCII




Los dibujantes
jugamos con los trazos
en espera de poder
terminar cantando bingo.

viernes, 26 de septiembre de 2014

jueves, 25 de septiembre de 2014

Esclusas


No tenemos esclusas
para no abrir nuestras compuertas
de par en par.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

martes, 23 de septiembre de 2014

Pájaros CLXXVIII






Para contar una historia
tiene que haber
alguien que la cuente
y ganas de contarla,
alguien que la escuche
y ganas de escucharla.

domingo, 21 de septiembre de 2014

Mañana empiezo CXCI




De futuros dibujos de polvo
pequeños escalofríos
y otras tristezas de domingo.

sábado, 20 de septiembre de 2014

Curvas para dejar de hacer






A veces dibujar no es hacer.
A veces dibujar es dejar de hacer (otras cosas).
Pues incluso así, o sobre todo así, no encuentro nada mejor.

jueves, 18 de septiembre de 2014

Siéntese


Me siento tan bien
que a veces da miedo
volver a incorporarse.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

martes, 16 de septiembre de 2014

Pájaros CLXXVII






No solo los pensamientos
los poemas o las facturas.
También la lista de la compra
antes de salir
a los pájaros se las escribe
el viento.

lunes, 15 de septiembre de 2014

Reflejos y transparencias en el lago










Uno cambia, irremediablemente, con el paso del tiempo.
En el caso de su relación con la fotografía, también.
Y es cuando viajo -por la dedicación, por el tiempo- cuando más me paro a analizar esos cambios, ese devenir, esa diferente manera de enfrentarse a la captura fotográfica.

Para mí, siempre fui un recolector paciente, un fotógrafo tranquilo.
Muy pocas fotos, mucho mirar entre medias, bastante de dejarse llevar por lo que va aconteciendo.
En general con la cámara colgada y lista, pero ejecutando sólo cuando lo veía preciso.

Ahora, cada vez más, me da pereza sacar la cámara. No me preguntéis por qué. No sé si es coyuntural o consecuencia de un desarrollo determinado. Pero es así.
Pero eso sí, si la saco, la saco. A saco.
Una vez que veo la escena, la situación, el momento inevitable, me vuelco con ello.
Pueden pasar dos días sin echar una sola fotografía y en diez minutos tener doscientas.
Ya digo que no hay razones. Así son las cosas y las acepto como vienen.

Fruto de esa vorágine de un momento, surgió esta serie.
En un parque de Bucarest, unos niños jugaban en el lago dentro de una bola de plástico transparente.
Y lo vi.
Lo sentí.
Ahí había una foto. Quién sabe si más.

Todo lo demás fue lo de siempre: mirar, jugar, encuadrar, seguir, componer, acompañar.
Dejarse llevar por el agua, los reflejos y el movimiento inasible.
Volverse un poco loco, y después descansar.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Mañana empiezo CXC




Mañana empiezo, que hoy es cascarilla.
Mientras tanto buceo en la noche, que a veces es faro, a veces me guiña, pero que siempre tiene su punto.