Siempre me ha hecho gracia el número setenta y siete.
Pero ahora, mientras lo escribo, echo la vista atrás y me impone...
Se asoma hoy la estrella, como las piernas la semana pasada, en busca de unas aventuras que podría encontrar -desde luego- en cualquier sitio menos aquí.
Aquí solo hay cama.
Mucha cama.
Pero una cama de dormir y soñar, mucho más aburridas que otras camas que pueblan historias más de carne y menos de intentonas imposibles.
Y es que uno, durmiendo o quemado, siempre ha estado en el limbo...