No hacía falta ser ciego para adivinar que un encuentro entre Guillermo Tell y Robin Hood acabaría mal, pero con daños a terceros.
Pero en el mundo del coche a vapor las flechas terminarían en el corazón de ambos, y se volverían locos el uno por el otro.
Aunque eso lo contaremos otro día.
Hoy sólo puedo reconocer que el verdadero héroe de la infancia fue siempre Miguel Strogoff.
Mi flecha va por él.