Uno nunca sabe el por qué.
Bien por el aburrimiento, bien por el fin del verano, bien por irle cogiendo gusto a esto del blog, bien porque vaya usted a saber.
El caso es que inicio hoy una nueva etiqueta: 365 razones.
Siempre hay 365 razones para todo (aunque paradójicamente uno nunca sepa muy bien por qué), y simplemente hay que buscarlas.
Pueden parecer muchas a priori, y puede que lo sean (sobre todo cuando te las tienes que inventar).
No tenía muy claro cómo mostrarlas. Una razón al día era buena periodicidad, pero para eso era mejor hacer un blog específico (no creáis que no lo he pensado) y tampoco había que pasarse.
Quizá por eso empiece con siete razones a la semana, aunque la constancia no esté asegurada. Cuando acabe de demostrar irrefutablemente esta teoría, empezaré con otra.
O no.
365 irrefutables razones que nos llevan a pensar que el mundo no es redondo sino plano:
001) Porque sí.
002) Porque Galileo me cae mal
003) Porque los mapas (los mapas planos, los de toda la vida) aún coronan las escuelas, esos templos de la sabiduría, mientras que los globos terráqueos sólo sirven para esconder un minibar.
004) Porque si no nos caeríamos (con toda la gravedad que eso implica).
005) Porque las imágenes de los satélites que tanto dinero nos cuestan lo que muestran es un círculo (un círculo plano, vamos) y nunca, nunca una esfera.
006) Porque me lo ha dicho mi vecina Maripuri.
007) Porque Nueva Zelanda no existe, ni existirá jamás.