Andamos siempre erre que erre con la unidad, con el sentido o con la unión que debe existir en una serie fotográfica.
Y así es.
Pero también está la miscelánea, igualmente existe la pluralidad, del mismo modo nos encontramos con lo heterogéneo.
Y total, para qué preocuparse.
Las fotos no son más que reflejo de un instante, y como tal nos conducen a través de esos laberínticos vericuetos del diálogo con el pasado.
Y qué decir de un viaje.
Qué más variedad, cuántos sentimientos diversos, qué cantidad de encuentros, paisajes, rostros, detalles, luces, miradas y colores a través de los días y el camino.
Así funciona.
El viaje es un no parar de recibir información, una incesante bombardeo de sensaciones, un eterno devenir de miradas y asombro.
Y qué no decir entonces de China...
Dónde la unidad, donde la coherencia frente a tanta inmensidad, dónde el sentido frente a tanta exageración y desborde...
Por eso esta colección de imágenes de su padre y de su madre.
Por eso los juegos frente al lago, las flores de loto, los jarrones de porcelana y jade, los viejos que sonríen o la modernidad en forma de bullicio callejero.
Porque eso es lo que reflejan.
Un viaje realizado, un tiempo ya pasado, lo visto en aquel momento.
Y tan heterogéneo como los días.