Estuve hace poco haciendo fotos para el blog de Elena, de las cositas hechas a mano que ella realiza (collares, broches, faldas, diademas y mil cosas más) y así darle imágenes para que pueda ir colgando -nunca mejor dicho- ese material que inunda los cajones de su casa.
No fueron muchas las fotos, así que tendré que pasarme algún que otro día para seguir documentando todo su material, pero aún así algo conseguimos registrar de colgantes, broches y faldas.
Aparte de las fotografías más convencionales (se trata de que se vea el material, qué duda cabe, y eso impone unas determinadas normas) me sumergí casi sin querer en los brillos, los colores y las texturas de esos pequeños tesoros artesanales que de su mano salen.
Jugando con la profundidad y el desenfoque, los collares se presentan como reflejos de un mar de engarces, extendidos y abiertos, soñando quizá con el roce de algún cuello femenino que los sustente con dignidad y ternura.
Se dejan llevar y se pierden, se muestran y se ofrecen, en un contundente baile de metal, cuero y piedras multicolores.
Hay sencillez y elegancia, innovación y armonía, juego, riesgo, olas y alegría.
Qué más se puede pedir.
Cosas mu bonitas, oiga.