Es curioso como esta tira -hermana mayor de "Mañana empiezo"- coincide en el tiempo con la mitad de entradas, veinte, que la que estrenó este blog hará casi un año.
Cuarenta hizo "Mañana" el domingo, veinte alcanza "Pájaros" en el inicio de las vacaciones.
Y cuarenta y veinte que suman ochenta, yo me entiendo.
Arrancamos estas veinte (cuenta las veinte que las veinte son) con pájaros, mares, soledad, encuentros, inquietudes y problemas.
Lo mejor de los problemas no es que se pasan pronto (que también). Lo mejor de los problemas es que siempre nos queda la opción de solucionarlos a martillazos.
Yo, la verdad, soy un gran defensor de pegar martillazos -herencia de tantos cortometrajes de cine mudo-.
Defiendo el martillo siempre que el martillo sea grande, mejor si es de madera, y siempre que el golpe sea seco y contundente para que el chichón se vea convenientemente.
¡Qué grande es un martillazo!
También soy partidario de los besitos, eso es cierto.
Besitos y martillazos.
Besitos lentos que se detienen en el tiempo y martillazos secos que den más risa que daño.
Y así hasta que el mundo se detenga...
Hoy las historias de los pájaros navegan entre las flores que se marchitan con el tiempo, la amistad que acaba en almuerzo, entre las mentiras del amor y los martillazos cariñosos de las hadas madrina-pájaro.
De vez en cuando no viene mal que lo sacudan a uno.
Quien dice metafóricamente, dice también de verdad, boto a bríos.
Un buen martillazo que se cure a besitos.