Sí, no hay nada como la nada...
Viajar a ningún sitio, no leer ni un solo libro, no esperar ni equivocarse.
Zambullirse en un mundo vacío lleno de cielo y mar, con el sol de la tarde que te acompaña a través de pensamientos inexistentes...
Quien dice mañana dice el jueves. Eso es así.
Y quien dice el domingo dice el mes que viene y aquí no ha pasado nada. El tiempo se se expande y se contrae con la misma facilidad que uno come tallarines antes de la cena.
Y no me digas que no...
No me falta un tornillo, no. Me faltan muchos.
Los veo por la calle, tirados en los cajones, debajo de aquel mueble. Y los recojo y me los pruebo pero no me va ninguno, lo intento y no hay manera de que cuadren en mis articulaciones.
Me falta un tornillo pero lo mejor es no buscarlo, lo mejor es dejar que el mecanismo se estropee poco a poco sin remedio...
Lo único que probablemente sea verdad de todo esto es que del frote nacen líneas.
Eso es incuestionable.
Del frote de una mano con un lápiz, del cerebro contra la nada, de los tornillos contra el suelo.
De los frotes iracundos, de los frotes suaves, de los frotes pensados minuciosamente y de los que nacen de la casualidad y el albedrío.
Las líneas que nacen de los frotes crecen solas hasta hacerse mayores.
Y las miras a los ojos, con cariño.
Y ya puedes llamarla dibujo.
Con una lagrimita que recorre tu mejilla.
Con todo el orgullo del mundo...