Vuelven los pájaros, vuelven de nuevo, aunque uno no termina de saber si vuelven para posarse en la ventana o para seguir volando y perdiéndose en el horizonte.
Vuelven de nuevo con sus historias de desamor y poca vergüenza mezcladas con café con leche, panderetas y buganvillas varias.
Son así.
En las historias de hoy encontramos palmeras cohetes que hacen difícil la amistad verdadera, pájaros que leen el pensamiento a picotazos, la estupidez innata que tienen los viajes a más de 50 km hora (la velocidad máxima -todo el mundo lo sabe- a la que puede viajar el alma), o los jardines construidos de locura en busca de una reencarnación imposible.
Y ahora que lo pienso es cierto: siempre he sido más gusano que pájaro, bien distinto a lo que uno hubiera querido.
Pero está claro: no se puede tener todo.
Y a veces, hasta ni un poquito.
C'est la vie.