Viajé a Cuba en el 2006.
Solo pude estar ocho días, todos en La Habana. Y no es que me arrepienta, claro, pero fue, definitivamente, muy poco tiempo.
Tengo ganas de volver (eso no es una novedad, me pasa siempre) aunque de momento vaya sumando sitios que todavía no conozco.
Lo que es cierto (se dice siempre, pero es así) es que –para bien o para mal- hay que ir ahora, hay que conocer esa realidad tal y como es, con sus contradicciones, sus injusticias, su alegría, sus ganas de cambio, sus necesidades (muchas), su ingenio, su gente, su agotamiento, su dignidad, su música, su encanto, su nobleza, sus paisajes o su vitalidad.
Un lugar con el que compartimos muchas cosas, un espejo extraño de nosotros mismos.
Si viajar es conocer y conocerse, Cuba es -y para un español más- un destino ineludible.