miércoles, 11 de febrero de 2009

La mano que destrozó mi corazón



Dibujar, escribir, ese eterno dilema…
Dibujar historietas está muy bien, porque escribes y dibujas todo en uno. Y además no hace falta pensar.
Durante un tiempo, esto es así, la mayoría de las historias que dibujaba las realizaba siempre con el mismo procedimiento: empezaba a dibujar, a escribir, viñeta a viñeta, sin saber realmente en qué podía acabar la cosa hasta que, casi por arte de magia, era la propia historia la que encontraba su final, su sentido, y tú lo único que hacías era estar ahí para capturarlo.
Aún hoy la mayoría de las cosas que hago las empiezo sin saber muy bien en qué acabará la cosa. Ni ganas. Así es.
Esta historieta es de hace tiempo, pero siempre me gustó. Por un lado debido a la propia historia, con ese punto de ternura y de realidad, pero también porque me permitía la posibilidad de “jugar” con el espacio, con la distribución de los dibujos, el texto y demás. Hay alguna más de aquella época que aún guardo en un cajón. Quizá muchas resultaron demasiado “difíciles” de leer, pero me gustan igualmente.
Las que hago últimamente (esas “Historias del otro lado” que os he ido enseñando) son más clásicas, con encuadres más cerraditos.
A ver si me obligo, y con éste “método” sigo escribiendo y dibujando, os sigo contando cosas. De eso se trata, ya os digo.
Dibujar, escribir, qué más da…lo importante es perder el tiempo y disfrutar con ello.