El dibujo no pierde, pese al paso del tiempo, su carácter fascinante.
Partiendo del propio lápiz (tan chiquitito, tan aparentemente frágil, pero tan desbordante de fuerza y poderío) hasta las más modernas herramientas digitales, nos están ofreciendo un maravilloso medio de comunicación que nos permite disfrutar de un trazo, de una forma, de una textura, de un universo por explorar.
El dibujo sugiere, remarca, cuenta, ahonda, subraya, muestra, imagina, acompaña, potencia, enmascara, vive, engatusa, repele, atrapa, sumerge o ensueña. Se proyecta desde la mano al cerebro (un recorrido interesante: cerebro-mano-cerebro) para explotar o apagarse, para expandirse o contraerse, para sorprendernos, dejarnos indiferentes o apasionarnos.
Sea o no nuestro.
Simplemente porque una línea, a veces, nos sacude la desazón, bienvenida sea.