El coche a vapor sólo quería comer, pero una y otra vez se ve sobrepasado por las circunstancias que le rodean.
Y es que el pez grande se come al chico, y el más grande al grande, y así hasta el infinito...es el signo de nuestro tiempo.
Quizá lo sea también el formato panorámico y la promiscuidad, pero esto último no está tan claro.
Al menos nos quedan los besos, que -para qué nos vamos a engañar- nunca sobran.