Fotografiarse a uno mismo es como mirarse en un espejo, así que fotografiarse a uno mismo mirándose en un espejo puede resultar un tanto redundante.
Pero es divertido.
Todo lo demás es juego.
Luz, pelo y movimiento. Desenfoque, acercamientos y reflejo. Textura y claustrofobia.
Evitar la presencia de la cámara, oler la respiración frente al cristal, mezclarse con la otra cara que se ofrece y que se esconde al mismo tiempo.
No saber qué va a salir forma parte del encanto, y disparar cien para que te gusten diez, parte de lo ya sabido.
Y uno se reconoce en ese buscar, aunque lo demás básicamente se le escape.