sábado, 30 de marzo de 2013

365 irrefutables razones que nos llevan a pensar que los mayas tenían razón y el fin del mundo llegó el 21/12/12 (XV)


099) Porque el fin del mundo, para algunas entidades bancarias, era una cuestión PREFERENTE.

100) Porque cien serio me lo dices, será por algo.

101) Porque Dennis Amozou, comendador de la archidiócesis de Lomé, tenía una inquietud desde finales de febrero de 2012. Sabía que sus archienemigos, los mayas de Licra, gestionaban insídias maltrechas de barro y cerúmen desde las atalayas de sus medios de comunicación, y decían cosas como que no se planchaba los vaqueros, que si habían venido a visitarle luciérnagas sin permiso, o que leía por la noche, antes de acostarse, cuantos perversos escritos con la mano izquierda.
Aunque algo hubiera de verdad en lo de las luciérnagas, no se dejó amedrentar por los pábulos e hizo, en honor a su cargo, una encomienda a su ilustrísima el doctor Perejil de la Cuenta: o cesan los rumores, o le digo a Corea del Norte que los americanos están haciendo cosas en su contra.
El resto, sí, es solo historia de libros no escritos.

102) Porque había un interruptor en la sala oscura. Por mucho que las tinieblas enrocaran la moqueta, el interruptor, de dos posiciones, estaba encendido.
¿Quién lo hubiera dicho, verdad, tocalotodo

103) Porque era navidad y hacía frío. Porque el termostato andaba estropeado después que Fabián Vernier hubiese vertido zumo de tomate una semana antes del desastre. Porque Clotilde Lizhard, impaciente como siempre, no estaba para tonterías aquella mañana después de que su marido Antoine le hubiese confesado el desliz que la noche anterior había cometido con su mejor amigo, Pierre. Porque Margarite y Ana, inseparables hasta entonces, se despidieron en el portal de su casa con un beso húmedo tras el deseo de Ana de comprar plátanos y unas pilas alcalinas. Porque Pierre, tras desnudarse de deseo y carne ante Antoine, llamó a su madre Melanie y le pidió que si podía subir el termostato del piso de la calle Pasteur número 192, aunque tuviera que cruzar el barrio a tan mala hora. Porque Ana, todavía con el tierno sabor de un beso inocente en sus labios, decidió comer un plátano en plena calle.
Porque Cristian, hijo de Fabián el electricista del barrio, tenía la mala costumbre de dar balonazos a los cubos de basura por la calle. Porque Melanie pisó donde no debía y al llegar a casa, para subir el termostato ocluido por el tomate, no estaba del mejor humor posible.
Y en el micromundo de un barrio de Nantes, en apenas una mañana de catastróficas desdichas, sucedió el peor de los desenlaces.

104) El fin del mundo llegó el 21 de diciembre porque había reservado diez antes con Booking, encima con cancelación gratuita, y estaba en todo su derecho ya que tenía su código PIN.

105) Porque Alberto, despeinado trilero del barrio de Chamberí y a la sazón padre de Dios en la Tierra, le gustaba y bastante engañar a pensionistas jubilados mediante el rápido y omnipresente movimiento de sus manos, para robarles sus ahorros y esperanzas. Para ello, claro, contó siempre con compinches como banqueros, asesores y demás desalmados de corbata y humo. 
Harto de cubiletes y cartas dobladas, intentó apostar nada menos que cincuenta euros libres de impuestos si Anastasio era capaz de descubrir en que puño cerrado escondía Alberto la Tierra.
Y sí, con tal de no perder la calderilla de su cartera, hay quien es capaz de aplastar y aplastar hasta hacer desaparecer todo rastro de si mismo.