sábado, 31 de diciembre de 2011

2012



A buen entendedor, con un link va de sobra...

miércoles, 28 de diciembre de 2011

Pájaros LXXXV (edición especial 28 de diciembre)



Porque de inocentes está el cielo lleno, y muchos no son ni pájaros.
Y la Tierra de tontos, sí, para que nos vamos a engañar...
¡Volemos pues, que aquí no se libra naide!

domingo, 25 de diciembre de 2011

Mañana empiezo CXXIV







No es que la desvergüenza exceda de sus límites sobre todo en estas fechas, que también, lo que ocurre en realidad es que me he venido de viaje sin mis plantillas, sin mis dibujos, y así no hay quien invente.
El vacío no es solo el de la mano, en este caso y sin que sirva de precedente, es el mío propio.
Menos mal que el día de navidad viene cargado de ilusión, así que quién sabe, igual dibujo mañana.

sábado, 24 de diciembre de 2011

365 irrefutables razones que nos llevan a pensar que 1+1 no son 2 (XLIX))


337) Porque no hay un buen discurso del rey sin una imputación por corrupción y cohecho impropio. Eso sería como un jardín sin flores. No podemos ser tan ingenuos para darles a una familia poder y dinero en función única y exclusivamente de su sangre y no esperar que nos lo hagan tragar (tragad, tragad, vasallos) con la misma moneda multiplicada por veinte.
Para una monarquía (anacrónica, vintage, estúpida y folclórica), 1+1 será siempre = tó pa mí, heredado por mi hijo x20.
Por los siglos de los siglos.
Amén.

338) Porque es imposible sumar la nieve que cae en invierno. Porque es imposible sumar la lluvia que cae en septiembre. Y porque es imposible sumar los granos de arena de un desierto cualquiera.
Si los intentas sumar, cuenta una leyenda uruguaya, te conviertes en viento.

339) Porque Miguel Narváez viajó tres años consecutivos a Ontario en busca de un bote de lágrimas dulces que le habían dicho se vendía en una boutique que hacía esquina en un centro comercial venido a menos.
La primera vez que viajó, llegó y la boutique estaba cerrada. Mellissa Hurley, la dueña, estaba de vacaciones.
En aquella ocasión Narváez entró en un cine y vio el estreno de "Man on the moon" solo porque salía Jim Carrey.
La segunda vez que viajó a Ontario, al año siguiente, fue hablando con una hermosa mujer chilena que se situó a su lado en el avión, y se pasó las dos semanas de sus vacaciones sin pisar las calles de la ciudad, embadurnado en sábanas y deseo, en éxtasis y duchas.
No le importó para nada no ir a la boutique, aunque no quería marcharse de aquel apartamento y volver a su tierra, a vender bombillas en Almayate, su trabajo habitual.
La tercera vez, el tercer viaje, Miguel llevaba en el bolsillo el teléfono y la dirección de Juana la chilena, pero cuando llegó sus vecinos le dijeron que había sido deportada por el gobierno.
Allí de pie, triste y vencido, apenas si se pudo dar cuenta de que la dueña de la boutique Hurley estaba doblando la esquina, con un bote abierto, esperando para que sus dos primeras lágrimas sumasen un importante beneficio en la expansión demorada de las lágrimas dulces, un auténtico negocio.

340) Porque los hunos luchaban a muerte hasta el desenlace final. Los hunos eran crueles y sanguinarios, mortales y sin escrúpulos. Los hunos no acuñaban la frase "solo puede quedar uno", porque por un lado echaban de menos la hache, y porque por otro sabían que años después sería adherida a la película "Los Inmortales", con tan mala fortuna que terminarían haciendo cinco partes, o más.
Si se te ocurre un guión con el lema de "solo puede quedar uno", hazme el favor de acabar decentemente la historia en una sola película, y no lo prolongues con estúpidas artimañas de escritor barato.
Que se lo digan a los hunos.

341) Porque los 1 son l un poco más bajos, un poco más en 4:3.
Y los unos y las eles no se suman, porque si sumas una l a un 1 suma luno, el marido de la luna.

342) Porque hoy es Navidad, centro neutrónico y centrifugador de los buenos deseos y la mala leche. Hoy es Navidad, espiral de consumismo, hipocresía y cosquillas. Hoy es Navidad, donde el frío se cuela entre la nieve que cae en el valle, más allá de Orión.
Y entre Navidad y Navidad nadie suma, nadie sabe, aunque todo cuente.
1 Navidad + 1 Navidad = 1 año lleno de bilis, mantecados, amor y putrefacción.
1 día de Navidad + 1 día de Navidad = Chiquito de la Calzada, huevo hilado, James Stewart, buenos deseos, Sabrina y risas enlatadas.
El espacio entre Navidad y Navidad es infinito y vacío, como nuestros deseos más cenutrios.

343) Porque en Andalucía, tierra quemada de emociones e inactividad arraigada con el paso de los siglos, Alberto Montero sumaba -prácticamente- como le salía de los mojones.
Y el decía tré en vez de tres, sinco en lugar de cinco, en vez del dos.
Así que por mucho que Antonio Emilio Nuñez, maestro de matemáticas con destino fijo en Comares desde el año 67 le inculcase a Alberto el respeto y la sincronía emocional con los números del alfabeto (era un leguaje, decía como un mantra), cada vez que el alumno aventajado sumaba oralmente y decía que aquel 1+1 era un dó, el corazón del profesor Nuñez se encogía como una diáspora, hasta que no pudo soportarlo más y lo mandó a clase de música, donde bien sabía que podía completar aquel dó con el re, con el mi, con el fa.
Y acabó el bueno de Montero dando clase de música, tocando la zambomba y anunciando en su imaginación, cada noche antes de acostarse, los limones del Caribe.

jueves, 22 de diciembre de 2011

Dentro de "El caracol bombero y sus tres hermanos"



















El proceso de un cortometraje, ya lo he dicho en alguna ocasión, tiene mucho de muchas cosas.
Tiene mucho de quiero y no puedo, tiene mucho de disfrute, tiene mucho de no saber.
Por un lado disfrutas haciéndolo, por otro lamentas no llegar allí donde tu cabeza vuela.

Es curioso cómo durante todo el proceso de elaboración hay una gran parte de desconocimiento, de no estar seguro si ese es el camino, si estás, realmente, haciendo lo que quieres.
Y surgen las dudas, claro.
Dudas de la historia, de haberte embarcado en la aventura, del metraje elegido o de los ángulos de visión de algunos planos, qué cosas.

Pero antes o después el trabajo termina y el corto está hecho.
Y entonces, curiosamente, a pesar de que las dudas no desaparecen, una satisfacción sincera cruza tu mirada sobre ese esfuerzo ya acabado.
Y es entonces cuando entiendes, aunque ya lo supieras antes, que todo ese trabajo ha merecido la pena.
Te guste más te guste menos, guste más o guste menos.
Tienes un cortometraje más, has contado una nueva historia, y todo el tiempo invertido ha sido definitivamente robado a la pereza.

"El caracol bombero y sus tres hermanos" es mi nuevo cortometraje.
Quizá sea demasiado pronto para saber -para que yo sepa- hasta qué punto estoy o no plenamente satisfecho con el resultado.
Pero cómo no estar contento si mi cabeza vuela ya en nuevas historias, en nuevos retos, en próximos desafíos.

Os dejo con algunas imágenes, con algunos planos de este corto. Se funden en ellos fotografías, dibujos y textura y como siempre, también, mucha desvergüenza.
Y todo acompañado de un piano que marca el ritmo y la voz de Isa, mi hermana, que nos introduce en esta historia absurda de peticiones y búsquedas sin sentido.
Pero para verlo, amigos, tendréis que esperar, o pasaros por Nerja el 29 de diciembre.
Es una cita.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Si no me das pie



Y es que la semántica es el único refugio de los locos y los desvergonzados.
Si los podólogos y los pedicuros se suman a la fiesta, eso ya no es problema mío.
Que se lo digan a Epicuro.

martes, 20 de diciembre de 2011

Pájaros LXXXIV











Yo no soy de esas; yo soy aquel...

Con el frío se congela el vuelo de los pájaros en el aire, y las manos del dibujante que debe agitar sus alas.
Con el frío los pájaros buscan la placidez del trópico porque no conocen el gusto que ofrece a los pies y a un libro la mesa camilla de la casa de los padres.
Con el frío las ideas están bajo cero, y hay que levantar el cero para buscarlas porque si no no hay manera de que salgan.
Y bajo el cero también está lleno de polvo, claro, que hace tiempo que uno no limpia, así que mejor no destapar las vergüenzas.

Yo no soy de esas, soy aquel. Me dejo guiar por poetas que me miren de frente y por cepillos de mil picos.
Lo cepillos, sí, esos mismos que limpian poco a poco -sin querer queriendo- el rastro del amor.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Viaje a Vietnam (habitaciones de hotel) y XI

















Me da lástima acabar con las entradas de viajes, pero una vez me propuse que fuesen 10 y terminar con fotografías de hoteles en la décimo primera, y ahí que seguimos en ello.
Será mezcla de nostalgia, de sentir que aparco el viaje en un rincón, que no bucearé como antaño en las carpetas infinitas que regresan conmigo en cada vuelta.

Y todo eso se acentúa con Vietnam.
Vietnam, el viaje plácido.
Volver la mirada a las habitaciones que me acogieron aquellos días es acordarse del ritmo pausado de los días, de la locura de motos y calles en las capitales, del calor extremo, de la generosidad de un pueblo.
Volver la mirada a los hoteles donde me resguardaba de la humedad asfixiante es recordar como me sumergía en la lectura, como dibujaba o escribía, cómo dejaba que el tiempo transcurriera mucho más lento que allá afuera.

Y aunque sepa que ya no volverá Vietnam a este modesto blog, yo miro esas carpetas (que no se gastan con el tiempo, cosas del digital) y les prometo que mi tiempo hará por pasarse de vez en cuando a recordar aquel verano del 2009, aquella lágrima de país que se extendía desde Saigón hasta Hanoi, desde el Mekong hasta Sapa.
No sé si volveré a aquellas tierras (el mundo es muy grande) pero siempre me quedarán las imágenes que acompañaron aquellos días.
O eso espero.

domingo, 18 de diciembre de 2011

365 irrefutables razones que nos llevan a pensar que 1+1 no son 2 (XLVIII)


331) Porque Andrés Aldana Alcaraz fundó en 1912 la Balompédica linense, sólo por pasar un rato y porque en realidad no le gustaba el serial que su mujer Amparo seguía todas las tardes por la radio.
Andrés, con sus amigos Eugenio y Federico se iba por los descampados cerca de la sierra y se ponían a jugar a lo que los ingleses llamaban fútbol, y aquella afición había que darle un sustento de nombre y subvenciones.
Una vez fundada Andrés se erigió en el delantero centro titular de su propio equipo, nobleza obliga, y se hinchó a meter goles en su primera temporada.
Taciturno como era, el hijo de Aldana se quedaba pensando en cómo era posible que el balón, con esa pinta circular tan parecida a un cero, al entrar en la portería, lo que venía siendo un gol, se transformaba en un 1.
En el balompié 0=1, mira tú que cosas.
Y así, con este fútil discernimiento, Andrés desmanteló cerca de Jaén todas las teorías emergentes que se sustentaban en el código binario. Y ni existieron los ordenadores, ni Stephen Hawkings pudo ser campeón universitario de los 110 metro vallas, ni el diez de enero tuvo más cabida en los calendarios que todos los años hacía el Mesón Pepe.

332) Porque eso es como cuando nos vendían que entre la URSS y los Estados Unidos tenían armamento nuclear para destruir la Tierra 4.527 veces, y uno se preguntaba: ¿Y para qué hace falta tanto? ¿no sería suficiente con destruirla una?
Pues eso.
Que para qué sumar.
Que con 1 basta. Gior.

333) Porque trescientas treinta y tres razones es como para ponerte delante de unos morros y no parar de decir ñiñiñi y ni 1+1=2, ni 2+2=4, ni San Pedro que lo bendiga. 333 razones son suficientes para que venga el doctor y te espete un "Diga 33" mientras tú y contigo tu mente estáis lejos, muy lejos, entre Palomeras y Saturno, más allá de la frontera.

334) Porque los unos son despistados. Uno que pasaba por allí, uno que yo me sé, uno que vete tú a saber.
Y despistados como son no se saben sumar, y permanecen solos el resto de su vida, pescando calabacines en Ondarrubia, comprando acelgas en Cochabamba, almidonando sartenes con pizarras Veleda, jugando a pócimas de viento y angustia.
los unos despistados siguen siendo unos hasta el fin de sus días que, entonces sí, se convierten en ceros.

335) Porque Zenón de Elea era un conocido matemático, discípulo de Parménides, que pasó a la historia por sus paradojas filosóficas.
La paradoja clásica de Zenón es que un corredor no puede llegar a la meta porque para llegar a su destino siempre tendrá que recorrer la mitad de la distancia, y antes de eso la mitad de la mitad, y así sucesivamente hasta el infinito.
Así pues y con eso tan contento, en la cena de nochebuena, estaba el bueno de Zenón tocando la zambomba, partiendo jamón con la sabiduría de un experto y metiendo el huevo hilado en las tripas de un choped más exquisito de la cuenta cuando le dio por intentar sumar 1+1 con la misma diligencia que un corredor intenta acabar su carrera. Y así, claro, su mujer acabó mosqueada aquella noche porque a Zenón le dieron las uvas.

336) Porque en invierno se agradecen enormemente los días de sol. Bienvenidos sean de entre todas las mujeres.
Lo único malo de los días de sol es que abres las ventanas y entran moscas despistadas, el sonido de los turistas que pasean, el rumor del Guadalquivir que apenas si se deja notar y el sempiterno e inapreciable polvo.
El polvo está en el aire, a qué negarlo.
Así que si te da, en una mañana soleada de frío invierno, por sumar 1+1, puede y mira que lo dudo que te dé dos, pero si te da dos, es un dos con una mijitilla de polvo, y entonces ya no es un dos, que coño.

336) Dígame usted compañero y responda con prudencia: ¿cuál es la magna presencia que puebla nuestras praderas, que en melancólica espera y con abnegada paciencia nos da cariño y cobijo fingiendo indiferencia?
Pues eso, que 1+1=1 vaca.

viernes, 16 de diciembre de 2011

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Pájaros LXXXIII











Amor, frijoles negros y chapapote.
La oscuridad siempre nos amenaza y nos impone, pero yo no me arrugo y al colocarme delante de ella le proyecto, orgulloso, toda mi sombra.
Mientras tanto los pájaros vuelan, en bandada y desbandada, sumergiéndonos en la más densa de las tinieblas, ingenuos y huidizos como son.
No sé si decirles que se dirijan a la luz, que uno nunca sabe.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Dibujando hasta en la cocina



Hace frío y la cocina tiene un cierto aire desangelado.
Entre la lavadora y el frigorífico, con platos todavía sin lavar que se acumulan enfrente, intercalo los pasos de un caracol bombero que no sabe dónde va, pobrecito mío.
En el estudio, cruzando el pasillo, el ordenador monta los planos, y en el salón repaso la voz en of que acompañará la historia.

Busco en la cocina el espacio amplio, la comodidad del desparrame, ese lugar donde dejarse llevar y que un controlado desorden engulla la necesidad del que no puede, no debe parar.

Siempre es así, o al menos así siempre lo recuerdo.
Dibujar, dibujar, dibujar.

La vorágine del trabajo (hecho a veces demasiado rápido, a veces sin pensarlo, al ritmo improvisado de los días) te engulle y no te suelta.
La elaboración -en este caso- de un cortometraje, reúne despiadado todos esos ingredientes.
Dedicación, obsesión, prisas.
Y dibujas de madrugada, dibujas hasta en la cocina.
Dibujas con menos vergüenza que dibujos (¿o era al contrario?) pero absorbido de tiempo y premuras.
Aunque al final (sin saber muy bien cómo, sin saber muy bien por qué) la cosa sale.

Ahora que esos días de vorágine y dedicación han terminado, echo la vista hacia atrás y mezclo inevitablemente regustos distintos en los huecos de mis días.
Es por eso que siempre me quedan dos certezas, contradictorias pero que se dan la mano, compañeras de toda una vida:
1) Deberías haber empezado antes, deberías haberle dedicado el doble de tiempo y estaría al menos el doble de mejor hecho.
2) Si no te hubieras puesto, ese cortometraje (mejor o peor, quién lo sabe) no existiría.

Para mí eso es sin duda lo mejor de Cortos de Vista, ese festival-encuentro que nos obliga a crear y a compartir nuestras historias una vez al año.
Sin él no tendría los nueve cortos que ahora tengo. Sin la presión propia y de los amigos (que mejor peor siempre trataron mis historias con cariño) no me arrojaría al vacío que supone afrontar un reto que a todas luces me supera.
Y ahí las ganas y la poca vergüenza ganan de nuevo la batalla.

Vuelvo a la cocina ya cambiada y, estúpido como uno es, echo de menos los días de dibujo y locura. No me importa ya nada el cortometraje recién acabado y ni siquiera reparo en que no me gusta tanto quizá como aquel otro, o no, o mejor dejarlo descansar un par de días, que de tanto verlo le he empezado a coger manía.
No importa ya nada que no sea el próximo proyecto, el siguiente dibujo, la tira cómica que falta.

Lo bueno de no dejar de crear es que no te da tiempo a pararte a pensar y es que tampoco hace falta.
Y lo mejor de dibujar en la cocina, qué duda cabe, es que el té (y esas galletitas de crema) están tan cerca que casi se siente el olor, casi que el calor roza mis manos, que de tanto dibujar ya han vuelto a quedarse frías.

domingo, 11 de diciembre de 2011

Mañana empiezo CXXIII






Una mano que no dibuja, pero con mucho corazón...

Los domingos tienen de por sí la suficiente decadencia como para que encima les quitemos ese autoengaño pusilánime del mañana empiezo.
Los domingos se atrancan en su devenir y cuando quieres darte cuenta ya estás a las puertas de la cama.
Los domingos empiezan y terminan usando la vocal o, como los bostezos que inauguran y finiquitan este día.

La mano no dibuja, pero reconozcamos que al poner la mano en el corazón, lo tapa y le da calorcito.

365 irrefutables razones que nos llevan a pensar que 1+1 no son 2 (XLVII)


324) Porque a los 1 que piensan mucho les sale la vena romántica, pedestre y melancólica y se dejan llevar por el cantar de un pájaro, la lágrima de una ardilla, el olor de las caléndulas y el sonido arbitrario de una ola de mar que nunca se acaba.
Recalentándose con ese recuerdo de la ola, la visualizan y la adoptan dándole leche y mantecados para merendar, así que la ola se acomoda entrañable en los lomos blanditos de la n del uno.
Así, sin más, el uno se transforma en uño, pero con tal aire femenino que ella sola reconoce su sexualidad latente y se acepta como lo que es: una uña de rancio abolengo y muy señor mío.
Y una uña + una uña, hasta para un uno melancólico y pedestre, es demasiado océano, son demasiadas olas que soportar encima de su ene, nene.

325) Porque a los unos que se dejan llevar (no diremos ya a los que son guarros, ni a los indolentes, hablamos en este caso simplemente de los que se dejan llevar) rápidamente les crece mierduño en los costados.
Más concretamente a los unos que se dejan llevar les crece una t delante de su ser, con lo que se convierten en tunos.
Oh, my god.
Y, eso sí que lo sabe todo el mundo, un tuno + un tuno = tabarra asegurada.

326) Porque una inoportuna racha de viento convirtió lo que iba a ser un domingo tranquilo y relajado en una invocación matemática que provocó interminables disertaciones de gente que son capaces de fumar en pipa y de llevar pajarita al mismo tiempo.
Una racha de viento convirtió un 1+1 en un /x/, anda que no.

327) Porque en las quinielas hay apuestas simples dobles y hasta triples. Las derivaciones de esta aseveración tan sencilla son mastodónticas e hiperbáricas, pero nos detendremos sólo en dos: A) En las simples solamente puedes poner un signo, léase 1. O lo que es lo mismo, si pones un 1 eres un simple. B) Tanto en las dobles como en las triples puedes poner más de un signo (sí, sí, dos en las dobles, tres en las triples), pero nunca, repito: nunca, te dejan poner el mismo signo. Así, en las dobles puedes poner un 1 y una X, un 1 y un 2 o una X y un 2. Pero no repetir.
Resumiendo, que no se puede sumar 1+1 ni siendo un simple, ni siendo algo más complejo.
P.D. Ojo a las implicaciones intrínsecas de esta razón irrefutable, quizá levemente sospechadas por el lector más acomodado, pero aquí no se pone en tela de juicio el resultado de una suma (1 más 1 no son 2) sino el hecho en sí de que esa suma se pudiera producir.
Allá que te va ese universo, Matías...

328) Porque en un mundo de certezas, en ese mundo donde "lo que es, es", 1+1 solo puede ser igual a 1+1.
¿Cuánto es 1+1? Pues 1+1. Y que venga un empírico y que me diga que no, mientras le invito a un té con magdalenas de chocolate.

329) Porque Adam Wallace Hendricks huyó toda su vida de un espectro que no existía. Creyó verlo la primera vez en Albuquerque, cuando apenas si tenía diez años de edad, y se escapó de casa, dejó a sus padres y se hizo monje tibetano. Vivió en Lhasa hasta los veintitrés, cuando en una sesión de meditación volvió el espectro (o eso creyó él) a importunarle con su visita.
Adam cambió de nuevo radicalmente de vida y se hizo reponedor de Mars Almendra en las máquinas del trayecto Madrid-Almuradiel-Granada-Motril-Almuñecar, lo que le llevó a coger quince quilos de sobrepeso y un grave problema de varices.
Y todo por un espectro que fue solo fruto de su imaginación.
Así que la única conclusión razonable que podemos sacar es que 1 espectro + 1 espectro = 15 quilos, y la imposibilidad de haber sido feliz con Jackie Willson, que fue dama de honor en el Anuario del año 86 del instituto de Albuquerque y que, sin que llegara nunca a reconocérselo a nadie (ni siquiera a Nancy) estaba secreta y coladísimamente enamorada de él.

330) Porque uno + uno es igual a un grupo de rock irlandés de traspasa el fenómeno estrictamente musical para convertirse en una marca, una idea, un icono:
uno+uno = udos

viernes, 9 de diciembre de 2011

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Tu tomavistas



Dedicado, no podía ser de otra manera, a la película "Arrebato", el mayor tomavistas del cine español...

martes, 6 de diciembre de 2011

Pájaros LXXXII











No es tan fácil borrar a los pájaros con la goma Laufer, y menos si están hechos misterio, prisas y remiendos.
Ellos cogen una historia de allí, una excusa de acá y vuelan libres camino de ningún sitio.
Aunque los pájaros que osan -mira que es difícil encontrarlos- se posan.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Dibujos al aire
















Siempre me gustó dibujar en el aire. Y aún más, si me apuráis, dibujar sólo con la mente.
Pensar que dibujas, eso sí que era bueno.

No hace mucho, acabando mi nuevo cortometraje como estaba, saturado de dibujos repetitivos que nunca sabes muy bien adonde van, decidí estrenar mi recién adquirido trípode con unas fotografías del rastro de esos dibujos perdidos en el aire, perdidos en la imaginación.
Y aunque queden más bonitos en su no existencia, qué le vamos a hacer, son rastro también del cansancio de la bien entrada noche, de la intensidad de aquellos días, del trazo invisible que habitaba y habita en nuestros pensamientos.

Tuvieron que ser peces, pájaros, flores, caracoles y manos.
Cómo no.
Ellos no salen de mi cabeza tan fácilmente si no es para significarse en luz, tan vanidosos que se me muestran, y tanto que yo los perdono.