domingo, 31 de mayo de 2009

Here you are



Aquí estás y no sabes
si te mira o si te espera
la otra orilla mancillada
(reflejo, espejo y mirada en extraña simetría).

No sé si tu rastro eterno
se vengará al tiempo
sobre mi piel envejecida.
Aguardas mientras ingenuo 
y buceas
en agua, sangre, 
ingenuidad y epidermis.

Aquí estás y no sabes
que has venido para quedarte.

Mañana empiezo XVII







Hay en estas tiras corazones de grafito y lunas soñadoras. Hay comidas sabrosas o luces en la noche. Y hay, como siempre y que no falte, una poquísima vergüenza de tomo, lomo y muy señor mío.
Con eso y unas aceitunas ya habré cenado hoy.

sábado, 30 de mayo de 2009

Huellas de grafito y tiempo











En el simple trazo de un grafito se encierra el secreto de una satisfacción inenarrable. Ya lo he dicho muchas veces pero creo que tiene que ver simplemente con ese concepto tan manido del paso del tiempo
El tiempo transcurre estemos tumbados en un sofá, mirando el mar al oeste en la bahía, leyendo, hablando de nuestras cosas sin que nadie nos interrumpa o dibujando, como es el caso. 
Y cada cosa tiene su punto.
Lo único que es cierto es que en este caso, para mí, el transcurrir del tiempo a través de cosas como las líneas, el trazo de un grafito o las manchas de tempera blanca en los dedos incluye una doble satisfacción: el tiempo pasa y se detiene al mismo tiempo

Quizá sea por eso que después de esa experiencia X Files que supone coger un lápiz y un cuadernillo de dibujo, cuando todo ha pasado y contemplas las huellas de esos trazos, te das cuenta que ineludiblemente el tiempo pasó, y quedaron los dibujos.
Es por ello.

jueves, 28 de mayo de 2009

Un corazón en invierno (Alphaville)



Madrid, principios de los noventa, recién llegado a la capital para lo que entonces desconocía que sería una estancia de más de diez años. 
Allí estaba yo: lo suficientemente ignorante para desconocerlo casi todo, lo bastante inocente para dejarme sorprender, y con unas ganas locas -que no he perdido- de meterme en un cine y no salir.

Aunque los primeros años fueron muchas y variadas las salas a las que iba (qué decir de los enormes y clásicos cines de la Gran Vía), al final casi todas mis visitas se circunscribieron al circuito de los llamados cines en versión original
Alrededor de la Plaza de España se articulan (aún hoy) la mayoría de ellos: Renoir, Princesa, y, cómo no, los Alphaville, reconvertidos ahora en Golem.
Cines de los que se dice "con solera", con una cafetería centro de conversaciones y debates.
De los Alphaville recuerdo cómo me gustaban dos de los poster que coronaban su taquilla, uno de la película de Godar que daba nombre al local y otro inmenso de "Boys meet Girl", la primera película de Leos Carax
Me divertía también la época en que vendían "butacas dobles", al doble de precio que las normales, con la única diferencia que no tenían brazo separador entre ellas. Ay, las cosas.
Una buena programación y la siempre tentadora opción de poder meterte a ver una película de la que nada sabes eran también alguno de sus atractivos.

De aquella sesión en concreto recuerdo que era primavera. Recuerdo ir solo, y cómo a la salida resultaba de lo más fácil dejarse engullir por la gente, el ruido y el anonimato.
Y recuerdo, cómo olvidarlo, que la historia se me había colado por dentro, y que era ese, el aire detenido de su recuerdo, el que me acompañaba en aquel paseo subiendo Gran Vía hacia ningún destino en especial.

Era una película distinta, al menos para mí en aquel entonces. No para Claude Sautet, imagino, que la dirigió en 1992.

De amores no correspondidos está el cine lleno. De criaturas hermosas y de tipos corrientes quién se atrevería a negarlo. Películas de triángulos afectivos las hemos visto todos, de miradas y silencios quizá menos pero alguna había caído ya por aquel entonces. 
Pero cuando te metes de verdad en una historia, cuando te crees los personajes y los acompañas en cada una de sus acciones, cuando no es una película y sí una historia real lo que estás viendo, entonces si la cosa no acaba como quieres, como esperas, como deseas, entonces te bloqueas, te rebelas, te asombras y te niegas.
Y así estaba yo en aquella primavera madrileña. Confuso, turbado, preguntándome en el atardecer de aquel día cómo aquello era posible.
Me resulta divertido recordar ahora cómo volví, años después, a vivir esa incredulidad en la distanciaa través de los ojos de una amiga, a la que había dejado el dvd de la película, y que con mensajes de móvil mientras la veía me manifestaba las mismas preguntas y la misma desazón que me había invadido a mí la primera vez.

Todavía perdura el recuerdo de la luz reflejada en la pantalla, de los luthiers trabajando, de las miradas mantenidas. Hay un aire inevitable que se hace denso a medida que el filme avanza hasta hacerse casi insoportable. Hay lluvia, roces y miradas como en toda película que evoca una pasión que transciende. Hay una mujer hermosa que encierra misterios, hay música de Ravel a través de un violín que rompe y revienta. Hay un cuerpo desnudo dormido de espaldas ofreciendo una piel prohibida a nuestro alcance. Hay unos labios rojos demasiado rojos, una nota que no sale y no sale; un amor que no es, una amistad que no es, y una película que al englobarlo todo nos desarma.

Algo hay de espejo maldito en ese corazón en invierno
Mucho que no quisiera uno ver de sí mismo pero que está: Muros, soledad, silencio o sencillamente estupidez, quién sabe, pero de lo que es difícil desprenderse. 
Quizá sea por eso que siempre que la veo de nuevo, espero que el final sea distinto. Que él se levante, que haya gritos, sudor y desgarro.
Pero no.
En una película, el final no se puede cambiar. Nunca se puede. Y así, al salir a la calle, la vida sigue...

miércoles, 27 de mayo de 2009

Viaje a India III










Ya no es solo la llegada del calor y la vuelta de las alpargatas a mi vida. Las ganas de viajar, de sumergirte en ciudades distintas y culturas diferentes empieza a colarse por los pliegues de la ropa que no doblo.
Traer aquí fotografías de viajes no hace sino acrecentar ese deseo.

Sobre estas de India noto cómo han sido afectadas por el paso del tiempo. Los colores cambian como cambian los recuerdos que de ellas evoco.
El paso del tiempo...
Las fotografías son destello de un instante pero con capacidad infinita de sugestión y engaño. Recuerdo al contemplarlas no sólo el viaje realizado sino también la diversión en el laboratorio mientras las trataba y jugaba con ellas.
Añoro pues al verlas juego y viaje, y cierro los ojos -no me queda otra- y me pongo a imaginar las fotografías que todavía no he hecho y que de mi cabeza salen...

martes, 26 de mayo de 2009

Sobre un adiós

Hago un paréntesis en mis cosas para referirme aquí a un adiós que, por más que anunciado, no deja de resultarme ciertamente un poco triste.

Paco se despide de su blog "Regreso a Dinde" donde ha ido recopilando reflexiones, anécdotas, andanzas, ocurrencias y demás aventuras de sus hijos Martín, Celia y Gabriel, de siete, cinco y dos años respectivamente, articulando un discurso alrededor del mundo de la infancia, de las vivencias de sus hijos conectadas inevitablemente con los recuerdos propios y el implacable paso y devenir del tiempo.

Puestos a recordar cosas de Paco me quedo precisamente con que fue él quien me descubrió (mediante el regalo del libro "Más que el mar") a ese Luis Feria que parafrasea en el título de su blog, regalo que yo lo entiendo como doble, pues aparte del maravilloso descubrimiento fue acompañado de una frase que decía algo así como "además me recuerda mucho a lo que tú haces", elogio a todas luces excesivo.

Su blog nació con unas pautas muy establecidas, y entre las que se impuso estaba el que terminase en el plazo de un año. Dicho plazo se ha cumplido estrictamente con la conclusión esperada, pero a los que seguíamos el blog con asiduidad se nos ha quedado definitivamente corto.

Gracias igualmente, Paco, por hacernos disfrutar con tu relato y ten por seguro que de convertirse en libro aquí tienes no sólo a un posible comprador, sino a alguien dispuesto a regalárselo a algún que otro amigo, padres primerizos todos que se verán sin duda reflejados en ese canto de pájaro que lanzaste al viento.

Para despedir: recuerdo la referencia al libro de Lorenzo Oliván donde "aquel que se acerca a comprobar la fiebre de tu mente te borra algún recuerdo", o las miles de ocurrencias que con tanta gracia relatabas, pero me quedo con este texto, y permíteme que lo enlace, de una belleza y una nostalgia desbordante.

No os quedéis en esta entrada. Bucead (sería mejor decir "volad") en busca de más.

Donde el mar acaba IV







Quería hablar de esta penúltima entrega de "Donde el mar acaba", quería hablar de la tristeza infinita o de cómo se pueden confundir las nubes con los pensamientos, pero hoy me ha ocurrido una cosa de lo más curiosa:
Salgo a la calle, de paseo con la perrita y a una tienda de fotos. Hace calor y la caminata se acorta. Me planto frente al portal de mi piso, abajo en la entrada, y hago un inútil intento de abrir la cancela con el pen drive. ¡¡Con el pen drive!! 
Nadie se ha dado cuenta, pero cuando me miro en el reflejo del cristal de la entrada me siento bastante ridículo.
Necesito unas vacaciones ya...

lunes, 25 de mayo de 2009

Del cable al apagón I















Recupero aquí unas ilustraciones del año cataplum, más concretamente de agosto del 95. Empezaba por aquel entonces a buscarme la vida por Madrid y me puse, gracias a José, a dibujar teles y cables en una revista llamada "Foco".

Recuerdo aquello como si hubiese pasado un siglo, aunque en realidad no haga tanto. Fue una época buena, donde uno, sobre todo, aprendía. Ilustrar allí estuvo bien por variados motivos: los amigos (una buena banda), el propio aprendizaje y por ser "los primeros dinerillos" que veía uno de su propio trabajo.
Vistos hoy los dibujos no son gran cosa aunque alguno hay que todavía me sorprende y me gusta rever. Disfruto más dibujando mis propias historias, claro, y en aquel lugar todos los artículos tenían que ver con lo mismo (tele y cable) pero aún así no resultó tan aburrido como pudiera parecer.

Ahora que está de moda eso del apagón analógico me hace gracia descubrir en mis cajones las ilustraciones perdidas de aquella revista.
En una segunda tanda terminaré la selección que hago de aquel momento, de aquellos días y aquellos dibujos.
Con dos entregas basta.

domingo, 24 de mayo de 2009

De bomberos IX



Los bomberos pueden viajar en el tiempo pero no saben hacerlo en condiciones. 
Hace ya treinta y dos mil años decidieron vivir para siempre en el futuro, que allí se está más fresco, y desde entonces habitan en la segunda mitad de la década de los noventa. No están siempre en el mismo año, sino que dan saltos pero sin salirse, ingenuos y despreocupados ellos.
Hay móviles e internet, pero nadie los usa. Y son felices.

Si por lo que sea les va mal dicen, malandrines, que se han levantado con el pie izquierdo, aunque realmente no se acuerden del momento. Pero queda cool.

No han podido ver "Perdidos" porque todavía no se había rodado, una cosa menos.

Los bomberos pueden viajar en el tiempo pero hace ya muchos años que sólo usan ese poder para comprar el pan a la hora del almuerzo, porque resulta que cuando se quieren acordar ya está cerrada la tienda y hay hambre.
Así pasan los días, ellos engordando a base de miga, y ese siglo, el XX, que les mira y nunca, nunca se acaba.

Mañana empiezo XVI







Cuando no se hace nada pero que nada, un espejo es un buen lugar para dejar que el tiempo pase y la noche llegue.
El fin de semana, ese territorio tan propio para siestas y vagabundeos -mucho más en verano- nos lleva igualmente de camino a la desidia.
Y esto es solo muestra de un instante...

sábado, 23 de mayo de 2009

El coche a vapor III


Regresa tras algún tiempo a estas páginas el coche a vapor
Definiciones antiguas articuladas alrededor del mar, siempre presente, y más concretamente del agua, que en esta ocasión, y sin que sirva de precedente, se convierte en el auténtico protagonista.
Diluvios, submarinos, lluvias, barcos y pulpos nos acompañarán en el viaje...

Viaje a China IV











Dando un pequeño repaso por las fotografías que tengo de mis viajes me doy cuenta: tiendo a ser demasiado clásico.
No sé si será el respeto por personas y sitios, lo cohibido de mi ánimo, cierta disponibilidad interior o que simplemente salen así, pero -sin ser bueno ni malo- la mayoría de las imágenes que obtengo, tanto en composición, temática y técnica se mueven por el ámbito de lo establecido.
No en vano, a fin de cuentas, las fotografías de un viaje lo documentan como tal, y así, al regreso de los mismos, me encuentro mayormente con monumentos, lugares significativos, y con los rostros y gentes que los pueblan.

Pero en fotografía siempre hay momentos para dejarte llevar por el rincón perdido, el reflejo inusual, el encuadre extraño. 
Dejan así esas imágenes de ser fotografía de viaje para convertirse en eso, simplemente en fotografía.
He rebuscado entre mis fotos de China y me he encontrado con algunos de esos encuadres.
Aquí os los muestro.

viernes, 22 de mayo de 2009

Milayándote











Dibujar y escribir pertenecen a ese terreno inexplicable de empezar sin pensar y de no saber en qué acabará la cosa; de inventar sin pudor, de dejarse llevar por la inevitable desvergüenza. 
Yo cuanto menos pienso mejor dibujo, me parece, aunque no sé si decir esto juega en mi contra o en contra de mis líneas, vete tú a saber.

No considerando suficiente la desvergüenza que supone dibujar en un ratillo y colgar aquí las consecuencias, voy y me pongo a inventar palabras.
En este caso Milayándote podría referirse a "hallarte mil veces", pero no, porque claramente entonces sería Milallándote, y no es el caso. 
Milayándote, en verdad, vendría a ser algo así como "decirte mil ays". 
Aunque a veces salgan mil o a veces dos mil, que ya se sabe que los ays son difícilmente controlables.

Milayándote es terminología de atardecer barato e ineludible, de líneas que se mueven al roce de un suspiro, de mil suspiros o quién sabe, quizá de dos mil.
Con ellos os dejo.

jueves, 21 de mayo de 2009

El acento tilde del diptongo



El acento tilde del diptongo nació hace tanto -dos siglos, ¡o más!- que ya ni se sabe, y lleva, mal que le pese, una vida triste y de un enorme desconsuelo.
Ni siquiera se siente tilde, muchas veces ni se nota acento.

El caso es que él mismo no se entiende, él mismo no se aclara, él mismo no se sabe sus propias y endemoniadas reglas.
Es un descastado de tomo y lomo, con enjundia anquilosada. En su familia hay catorce diptongos distintos y nunca ha ido a visitarlos. 
Tantos años que han pasado, qué injusticia. Tendrá seguro primos o nietos y hasta algún hiato que ha crecido sin su amparo ni consejos, y con los que no ha podido nunca irse de parranda.

Bien es cierto que en los primeros años de juventud del acento tilde del diptongo, la cosa no era tan así. Nada de esto que ahora le disturba antes le preocupaba. 
Estuvo apuntado siglo ha a una academia de inglés de la que le despidieron por incompatible. Bebía bourbon en las tabernas de los bajos fondos y aunque no se enorgullezca de ello frecuentaba lupanares bien entrado ya el amanecer del día siguiente.
Pero la juventud no dura eternamente...
Así que un día cualquiera, a mediados del siglo XX, le da por preguntarse por su propia naturaleza, y desde entonces un incruento pesar le absorbe y le domina (el hígado también le molesta, pero son otras las razones...).

Ahora es tarde ya para estudiar gramática y salvar al mundo. Ahora existen programas de ordenador que subrayan en rojo cuando escribes la palabra "puta" y que definitivamente han podido con sus esperanzas.
¿Qué puede saber él sobre lo que es el acento tónico si solo bebe bourbon? Necio sería pensar que pueda alcanzar con su abyecta ignorancia a saber cuál es el acento dierético: No, efectivamente, no puede.
Sus lagunas son amplias y penosas, pero más le entristece y afecta la de los que escriben y con él acaban topando. 
Confundir acento con tilde, marcar cuando no se debe o tildar cuando no habría que hacerlo. ¡Qué horror, sí!, pero qué se puede esperar de una generación que se come directamente las vocales... 
Que venga Banaché o un triptongo y me lo explique.

El mundo actual es una mierda y mucho más si eres el acento tilde de un diptongo.
En Australia hay un duende de diez brazos que concede un deseo a elegir entre dos posibilidades:
a) Un iPhone
b) Escribir bien las tildes el resto de tu vida
Es claro por eso que el pobre duende tiene diez brazos, de tanto cargar con sacos y sacos de tildes rechazadas.

El acento tilde del diptongo ya no frecuenta lupanares. Lo veremos buceando en bibliotecas o centros de formación, que viva la madurez reconvertida.
Aunque hay algo en su naturaleza que le repele: no le gusta ver cómo su reflejo en un espejo mira para otro lado.

Tiene un sueño recurrente: Dos vocales se encuentran a la puerta de un juzgado, dispuestas a casarse por lo civil, como Dios manda. La "ai", la "au", la "ei", la "eu", la "oi", la "ou", la "ia", la "ie", la "io", la "iu", la "ua", la "ue", la "ui" o la "uo", él nunca se acuerda. Lo que sí que retumba en su cabeza nada más despertar es la voz del concejal de turno, que dice con expresión seria: "Lo que la literatura ha unido que no lo separe la gramática..."

Y recuerda entonces aquello que una vez le dijo un viejo y moribundo Góngora:
"Parabién miráis, huérfano huésped".
Pues eso.


miércoles, 20 de mayo de 2009

Donde el mar acaba III







Con apenas nada se puede contar una historia.
Eso es así.
Con leves apuntes traslúcidos, con gotas de lluvia o reflejos en los cristales. Con un vacío infinito o un leve soplo de polvo de arena en los ojos.
Hay historias en los silencios, las ganas contenidas, los tiempos muertos o el miedo detenido en un instante.
Esas historias están ahí, mirándonos con esa quietud tan suya, a la espera que alarguemos la mano y les metamos ídem.

Y donde el mar acaba también, también hay una historia. 
  
El mar acabado nos conduce en este páramo de "historia no contada", llevada en esta ocasión por flores, historias y misterios. 
Hay espirales vorágine que succionan todo a su paso pero nos da igual. El mar sigue sin aparecer y eso es un misterio...

martes, 19 de mayo de 2009

Lotte Reiniger












Hace tiempo que tenía ganas de plantar aquí esta entrada, pero por distintas razones, fundamentalmente técnicas, no había podido ser.
Pero ya estamos aquí...

No hace mucho, a finales de febrero de este año, se celebró la última edición de la Semana de Jazz que organiza la UNED aquí en Melilla. Un buen momento para disfrutar de la música y también, por qué no, para poder realizar fotografías.
Este año teníamos la novedad de la proyección de películas mudas con música en directo, algo que me retrotraía a los buenos tiempos del Cine Doré, y no podía dejar pasar la ocasión.

El primer día de las jornadas se proyectó "Las aventuras del príncipe Achmed" de Lotte Reiniger, que resulta ser el largometraje de animación más antiguo que se conserva. 

Allí me planté con la intención de fotografiar a los músicos mientras acompañaban las imágenes, pero en seguida cambié. Me volví a quedar fascinado por la historia, las siluetas o la magia de los fotogramas. 
Así que casi compulsivamente, mientras disfrutaba de la película, iba haciendo múltiples disparos exclusivamente a la pantalla iluminada.
De aquella sesión quedaron estos montajes, y aquí os los enseño.

Pero la razón fundamental por la que quería mostrar esta entrada no eran las composiciones fotográficas.
Lo que quería en realidad era enseñar este trocito de video, un pequeño extracto seleccionado de un impagable documental de una hora de duración sobre el NFB, el National Film Board de Canadá. 
Este documental -como se verá por el logotipo de la 2- lo conservaba yo en VHS desde tiempos inmemoriales. Es una película fascinante alrededor de la figura de Norman McLaren y los animadores que formaron parte o colaboraron con el NFB. 
En este pequeñito pedazo tendremos la oportunidad de ver y disfrutar del meticuloso, sugerente y delicado proceder en su trabajo de Lotte Reiniger. Me subyuga comprobar la edad de la animadora y su dedicación. Qué envidia. Yo quiero tener una vejez así.

Una última reflexión, propia claro, de los tiempos que corren. 
He tardado más de la cuenta en mostrar esta entrada por la dificultad (yo y las tecnologías) de colgar el video, y tras más de una semana intentándolo compruebo, como no podía ser de otra manera, que en el propio YouTube ya había más de un documental sobre la obra de Lotte y su manera de trabajar. 
Así son las cosas.
Os dejo con el video que yo conservo y con otro enlace que me parece igualmente interesante.
Que lo disfrutéis.