martes, 7 de julio de 2009

Foco













Más ilustraciones de la revista Foco, de aquellos primeros años pasados en Madrid.
Televisores que gritan, el dinero, el fútbol y los contenidos para mayores. 
Era lo que tocaba en aquella época.
Luego llegó la revista Viajar, y cambiamos las teles por los mapas, los aviones y los horóscopos.

lunes, 6 de julio de 2009

Los trazos del no jabón y del tan pancho







Más trazos en la noche, que desafían al sueño, o que lo retan, o que lo buscan, y que encima van y lo encuentran.
Más trazos en la noche que preludian lo que ha de venir, trazos que se sumergen en el devenir sin esperar nada a cambio, y que encima no lo obtienen.
Pues lo llevamos claro.
Quien inventara el Painter me hizo un rey, pero eso sí, cada vez gasto menos en jabón, y eso tampoco es.

El que apaga la luz



"Y cada noche yo le contaba a mis nietas historias que no acababan nunca, porque ellas no me permitían ponerles el "vivieron felices", y me pedían que las prolongase con nuevos personajes hasta que se rendían al sueño. 
Entonces yo las arropaba y me iba hasta la puerta, desde donde las miraba una vez más. Sentía allí que un narrador, en el fondo, no es más que eso: el que apaga la luz. Y apagaba la luz y salía".

W. Sommerset Maugham

domingo, 5 de julio de 2009

Mañana empiezo XXII







Las vacaciones están muy pero que muy presentes.
Las tiras cómicas dormitan entre el ser o no ser y la corriente alterna predominante en los USA.
Y así les va.
Hay sueño, insomnio y anhelos, buscando siempre un alto en el camino.
Menos mal que la cosa es breve... 

El peor regalo de cumpleaños de la historia


Es casi mejor no decir nada...
Hasta los puertos USB parecen asustados ante semejante panorama.

Y es que el regalo no tiene desperdicio.

El marco de plata con un biselado imposible que hace que los reflejos fulguren indómitos, el tamaño coqueto pero ancho donde el propio marco cobra su importancia, pero sobre todo la foto.
¡La foto!
Una foto, por cierto, que no es tal, si no un recorte de papel couché de una revista cualquiera. Qué imagen.

Difícil describir lo que ya estáis viendo
La pose, la sonrisa, la expresión tierna y campechana.
Esa mano tonta sobre la que se posa picaruela la cabeza con una inclinación imperceptible.
Esa comisura boquituerta, paradigma de la gentil bondad del genio.
Veo los dientes que me sonríen y no puedo sino devolverle con amor la vida que me insufla.
El éxtasis.

No quiero ser mal pensado y, sin embargo, algo hay de malévolo en la expresión aviesa de tan magno director de cine. 
Algo de suficiencia en esa mirada que, con cierto aire de superioridad, me proyecta por encima del hombro, por mucho que yo deje la foto a ras de mesa.

"Yo sé más que tú" parece decirme.
"Ví tu corto del caracol bombero y no me gustó nada". Como me partes el corazón, José Luis, cuando me dices eso.
"¿Juanra?, no te conozco, ¿escribes en Cahiers du Cinéma...?" Y es que das donde más duele.
Así todos los días.

Sin embargo no puedo desprenderme de él.
Es terroríficamente adictivo, resulta abrasivo y me hace pazguato frente a su magnificencia: Lo adoro.
Desde enero de 2006, que, envuelto en un papel de periódico, cayó en mis manos.
Me regalaste también una estrella de Shérif y un Colt de plástico, Fabri, pero nada de eso conservo todavía.
Sólo la foto.
Su foto.
Que siempre me acompaña.
Y qué más te puedo decir.
Gracias...

sábado, 4 de julio de 2009

Viaje a Malí VI (pinturas)















Un  pequeño recordatorio del País Dogon y las pinturas que decoraban sus recovecos.
Unos simbólicos rojo, blanco y negro dominaban las escenas.
El carácter africano, la fuerza y el poderío de su trazo, la contundencia de las composiciones, el marco de piedra y barro que las ofrece. Todo estaba presente a cada paso.

Y la Falla de Bandiagara, que todo lo acoge.

El tiempo que dura la cotidianidad


El tiempo que dura la cotidianidad es una masa informe avejentada por los años que nos mira con hastío desde su poltrona.
Lo abandonamos hace tiempo a su suerte y a su riesgo, lo olvidamos en un cajón dejándolo a la deriva de sus propias ilusiones.
Qué injustos. 
Lo hemos arrinconado sin remedio y, perezosos o indolentes, nos hemos centrado en otras cosas.

Uno, no se sabe muy bien por qué, pero hace años que dejó de contar.
Y eso no está bien.
Quizá sea el signo de los tiempos, quizá sea la llegada de las calculadoras, quizá que nos desprendimos del reloj para guardar el tiempo, con la forma de un móvil, en el bolsillo de nuestro pantalón.
Hemos dejado de contar y hemos dejado de saber cuánto duran las cosas. 

El tiempo que dura la cotidianidad ni siquiera tiene una forma concreta. El tiempo que dura, llamémosle ETQDLC, nunca ha llevado bigote en el sobaco, pero últimamente está loco por dejárselo.
El acabose.

ETQDLC se enfada cada vez que un niño le tira una pelota a destiempo, o cuando uno mismo, ingenuo y despreocupado, se pone a pelar patatas como si nada, sin ser capaz de contestar a la más sencilla de las preguntas, a la más importante y crucial de las preguntas:
¿Cuánto tiempo se tarda en pelar una patata?

Y es que somos torpes hasta para eso. Y hacemos daño.

¿Cuánto dura la cotidianidad?: Es que nadie lo sabe.
¿Cuánto dura "lavarse las manos antes de comer"? ¿Cuánto dura "comerse un flan de vainilla"? ¿Cuánto dura "cortarse las uñas recién duchado"? ¿Cuánto dura "vestirse en verano"?
Todo tiene un tiempo y nosotros lo menospreciamos.
No tenemos idea ni parece preocuparnos, nos dejamos llevar y envolver por lo que ya sabemos y no prestamos atención a lo que verdaderamente importa: ¿Cuánto dura un beso?

Es por ello que ETQDLC se siente voluble y ambiguo. No se encuentra definido ni concreto, y envuelve su propio aire cotidiano en una lamentable bata de un gastado color crema.
El tiempo en bata, dónde vamos a llegar.

No lo neguemos, somos los petardos que dicen eso de "en cinco minutos nos vemos".
Pero por favor.
¿Cuánto dura "cinco minutos"? A veces dura siete, a veces cuatro y medio. Y eso no es serio.
Pobre tiempo cotidiano.

Ya sé, ya sé: a nadie le preocupa el tiempo que dura la cotidianidad. Pues sabed que ETQDLC se preocupa de sí mismo los días pares, e indaga curioso en la exactitud milimétrica de su esencia.
Así que todo nuestro relajo poco disimulado menoscaba su ánimo, su ímpetu.
¿Nos daría igual que "beber un vaso de agua de un tirón" durase tres minutos y medio? ¿Sería lo mismo afeitarse en nueve segundos? ¿Qué pasaría si subiésemos las escaleras del primero en doce minutos treinta y cuatro segundos?
Un poco de seriedad.

Hemos dejado de contar.
Ya no sabemos cuánto dura fumarse un pitillo, desconocemos la duración de planchar una camiseta sin dibujos, quién puede decirme lo que dura freír un huevo.
ETQDLC está arrinconado en un extremo de la estantería del salón. Y de allí nadie lo saca.
Si lo cotidiano es ya de por sí inmensamente aburrido, démosle algo de rigor y esencia. Hagámoslo importante: Ayer me até los cordones en catorce segundos, ¡hoy voy a intentar dejarlo en doce!
Hagamos de la vida un reto. Como jugar al buscaminas.
Seamos el Usain Bolt de lo cotidiano, y hagamos al tiempo que duran las cosas el tipo más feliz del mundo, al menos durante nueve segundos con unas pocas décimas.
No nos cuesta tanto.

Mientras, en ese rincón que ha convertido en su hogar, el tiempo que dura la cotidianidad sueña con un mundo improbable de cuentas imposibles: ¿Cuánto dura un sueño, cuánto el escalofrío de un recuerdo?
Su prima de Almería, aquella que llaman "¿A qué huelen las nubes?" lo mira desde Alhama, con cariño y empatía.


viernes, 3 de julio de 2009

Slam (Cines Renoir)



La poesía, el cine, y la madrugada...

Slam, no puedo recordar la fecha, en una sesión de madrugada. 
Esas sesiones noctámbulas, los fines de semana a partir de las doce y media, empezaron en los cines de la capital allá por la década de los noventa. Desde entonces se ha convertido en una buena manera de que las películas continúen en cartel tiempo, incluso años, reconociendo que de otro modo eso resultaría imposible.
Recuerdo con cariño películas como "Clerks" o "Los amigos de Peter" que llegaron a estar más de dos años seguidos en cartel.
Ahora que no vivo en Madrid, justo es reconocerlo, es una buena forma de recuperar estrenos que no se encuentran de otra manera. 

Aunque claro.
Ver una película a la una de la madrugada tiene sus riesgos. Para qué nos vamos a engañar. El cansancio y las costumbres de uno, es lo que tiene. 
Pero cuando la película te engancha, cuando se mete dentro de ti y te atrapa, cuando consigue que abras los ojos, que tu cerebro se despierte, que tus sentidos se activen, cuando eso ocurre, no hay mejor hora ni mejor momento para disfrutar de la proyección.
Es un lujo.
Tengo que recordar especialmente también las proyecciones de "La escafandra y la mariposa" y la de "El niño que gritó puta", que me sacudieron, me despertaron, y me dejaron igualmente una huella indeleble.

El escenario nocturno, la sala de cine, a esas horas, además, está lleno -o vacío- de un público variopinto y heterogéneo, peculiar y divertido. Las anécdotas más curiosas en un cine -y mira que hay, mira que uno las va acumulando- casi siempre suceden a esa hora.
El cine, como espacio físico, siempre es un lugar para disfrutar...

Slam, no recuerdo la fecha, en los Cines Renoir de Plaza de España. Como ya he dicho, los que pertenecen al llamado circuito de versión original.
Eran la una menos diez de la noche cuando ya estaba sentado a la espera de que la película empezase, recuerdo que en aquella ocasión acompañado por Isabell, una amiga austríaca.
Los diez minutos anteriores al inicio de una proyección de cine son momentos especialmente interesantes. No hay mucha conversación, y sí todo un abanico de rituales. Que si limpiar las gafas, que si acomodarse en el asiento, que si cruzar o no las piernas, que si quitarse el reloj de la muñeca izquierda y guardarlo en el bolsillo derecho... Cada uno tendrá las suyas, pero esos instantes de concentración previos a la magia son siempre curiosos y a mi particularmente me dejan con un ánimo bastante nervioso.

Ví Slam, no recuerdo la fecha, una madrugada en Madrid. La había dirigido Marc Levin en 1998.
Sí que recuerdo el sabor real del ambiente carcelario, la febril excitación de un recital entre humo, rabia y amigos. Recuerdo el inicio del amor, recuerdo la facilidad para expresar los sentimientos, la dificultad para escapar de un futuro que parece escrito.
Recuerdo el tono documental de una realidad -la de la comunidad negra en los USA- ciertamente dura y hostil, y cómo el ambiente denso y pesado se va marcando a fuego en cada fotograma.

El Slam es un  movimiento que nace en los suburbios y que mezcla recital, rap, improvisación, poesía, exhibicionismo, provocación, y sentimiento.
Hay mucha poesía en Slam
Ese rap (rhythm and poetry) que se va colando en nuestras mentes, explosionando de una manera febril, agolpándose y retumbando en los ecos oscuros de una sala que condensa.
Hay mucha poesía y muchas ganas de cambiar la realidad que no nos gusta. Quizá por eso me atrapó. Por ese encontrarse ante un camión a doscientos kilómetros por hora y no saber que hacer. ¿Correr? Quién sabe.
Hay catarsis y hay redención. ¿O no?
Qué difícil escapar de la realidad y cómo merece la pena intentarlo...

Cuando la proyección acaba, la sala vuelve a encenderse, pero la realidad ya no es lo que era. Son las tres de la madrugada y todos tus sentidos están activos y dispuestos.
Es fin de semana y la calle tiene una vida que el mundo del que acabas de regresar hace que te distancies. 
Vas andando, mirando las caras alegres de quien se cruza en tu camino. Y tú pensando en Ray, en sus versos lanzados al aire, escupidos con rabia y dolor, con ecos de barrotes y mafias, que retumban al compás de tus propios pasos.
Y sigues paseando hasta que ya no sabes donde estas... 

Pájaros III











Es verdad que dibujo porque me sale de los mojones
No puedo evitarlo.
De esta manera se van acumulando historietas (¡que gran palabra!) inconexas que acaban hablando siempre de lo mismo.
No sé de donde viene ese amor por los pájaros.
De un trazo, de una brisa, una mirada o un roce. Pero ahí está. 
Siempre sobre esa base, y la del tiempo perdido, se acaba articulando la pérdida.

jueves, 2 de julio de 2009

De bomberos XI



Tened cuidado con los bomberos que fuman en pipa...
Los bomberos que fuman en pipa no saben: o es A o es B. Y no se aclaran.
Veamos.
A: 
Lejía, servilletas, gominolas, pescado, bombillas y alcayatas (preguntar por chufas).
B: 
El olor a té, el color de la madera, un sueño de anteayer, las mujeres...

Los bomberos que fuman en pipa no saben. 
Estos bomberos especialmente, cuando hacen la lista de la compra para ir al supermercado, se les va y mucho la cabeza, dudan entre A o B, se pierden por aquellos cerros y luego, claro, olvidan el azúcar.

¡El azúcar!

Entreverados de sal, plata y vinagre











Dibujando en plata, en tempera o en grafito: Detalles nimios que al final no importan.
En un cajón o enmarcados: Qué más da
Más o menos bonitos: Es lo mismo.

Esos recovecos entreverados que llevan siempre a acabar perdiendo el tiempo, ese camino inhóspito, ese cruce incierto que se nos planta delante: El reto es lo que importa.

Y en esas estamos, hasta que llegue el invierno...

miércoles, 1 de julio de 2009

El peor regalo de cumpleaños de la historia (Introducción)



Me habéis pillado, con el carrito del helado:
El peor regalo de cumpleaños que me han hecho en mi vida me encanta. 
Como, por otra parte, no podía ser menos.
Tanto me encanta que lo tengo sobre mi mesa de trabajo, desde hace ya tres años, y me acompaña impertérrito y desvergonzado. 
Tanto me encanta, me fascina y me subyuga que no puedo dejar de mirarlo cada vez que me pongo a escribir, a dibujar, a inventar, y así no hay manera de concentrarse.
Y así salen las cosas que salen...

Es un regalo escogido con una sensibilidad muy especial, con un cariño inmenso y quizá, por qué no reconocerlo, con una infinita poca vergüenza.
Fabricio, en el 2006, tuvo la enorme gentileza de regalármelo envuelto en papel de periódico, tal y como exigía un presente de calibre tal.

Os muestro una foto de donde habita sin dar muchos más detalles. Está convenientemente enmascarado y el fin de semana -pongamos que el domingo- lo ampliaremos convenientemente para escarnio del gran público y goce de los más intelectuales.

Es verdad que contado pierde mucha gracia. 
Lo mejor es vivirlo, que sea el día de tu cumpleaños y que con esa mezcla de nerviosismo y excitación heredada de la infancia, te pongas a desenvolver regalos hasta que aparece eso.
No hay palabras.
Y de la indignación llegas a la ternura pasando por la incredulidad hasta que lo miras, lo acunas y ya sabes que lo querrás como a un niño el resto de tu vida.
Que no se separará de ti jamás.

Dije que será el domingo: 
Por mucho calor que haga, preparaos para el escalofrío...