viernes, 30 de noviembre de 2012

Lo que la luz esconde




Ya está aquí.
Un nuevo cortometraje.
No podía ser de otra manera (aunque estuviese a punto de no ser) cuando este año, además, celebramos el décimo aniversario de esa maravillosa aventura nerjeña llamada Cortos de Vista.

En esta ocasión con menos vergüenza, con menos dibujos y con un único personaje en un único escenario.
Y la luz, cómo no, que se convierte en protagonista.

No voy a contar más.
Aquí os dejo un par de bocetos y un fotograma ya terminado.
Apenas serán tres minutos, poca animación (para variar) y con apenas 10 días desde que se me ocurrió la idea hasta ver el trabajo terminado.
No puede ser, lo sé.
Me lo repito una y otra vez: Juanra, así no puede ser.
Pero es que si no, a quién voy a engañar, no sería. Y no. Eso sí que no.

El hombre más sexy



jueves, 29 de noviembre de 2012

Quien parte y reparte


Quien parte y reparte, como parte, no se queda para saber cómo reparte.
Y además rompe la baraja.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

martes, 27 de noviembre de 2012

Pájaros CXXV










Si abriésemos el mundo nos acercaríamos, 
si borrásemos el cielo echaríamos a volar,
y si encendiésemos una luz podríamos cerrar los ojos.
Para paso a paso
quedarnos quietos.


lunes, 26 de noviembre de 2012

Hacer el payaso


Reivindico hacer el payaso.
La vida son dos días y no nos queda más remedio que aprovecharla.
Reivindico hacer el tonto y no importarte.
Sacar la lengua, gritar, brincar o bajarte los pantalones.
Reivindico que no te importe nunca lo que piensen los demás de tus actos por muy estúpidos que estos sean.

Reivindico hacer el payaso.
Reivindico no dejar de ser nunca el niño feliz que se olvidó la vergüenza en la mesilla de noche.
Reivindico no pensar en el mañana porque aburre.
Reivindico olvidar a veces el pasado porque duele.
Reivindico sonreírle al horror, reivindico ser el más grande de los payasos dentro de un payaso que hace payasadas sin parar.
Reivindico el alma infantil al menos ocho días por semana.
Reivindico no saber contar, olvidar lo importante, inventar palabras que no insistan.
Reivindico una y otra vez ser el payaso que nunca debimos dejar de ser.

Reivindico ser y hacer el payaso delante de la cámara. Como los tres chavales de esta fotografía, una que tomé este verano en Japón.
Reivindico ser y hacer el payaso detrás de la cámara. Como yo, que bajé el objetivo y me puse a hacerles burlas, lo que incrementó sus monerías a los límites de lo absurdo.
Reivindico recordar al payaso que una vez fui, para salvarme de la monotonía.

Reivindico ser payaso y espejo. Serlo y proyectarlo, vivirlo y propagarlo.
Reivindico ser payaso antes de que los otros payasos nos fagociten.
Esos, sí, los que no hacen gracia ninguna.
Contra esos ya sabéis: sacar la lengua, gritar, brincar y bajarte los pantalones.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Mañana empiezo CLVI






Manos que van, manos que vienen, pero los domingos permanecen.
Empezar hoy o empezar mañana ya no es una cuestión metafísica, tiene que ver con a qué hora te acuestas, y cuestiones para nada triviales como la duración de una siesta.
Domingos dicen.
Yo quiero por Reyes un martes domingo.

sábado, 24 de noviembre de 2012

viernes, 23 de noviembre de 2012

jueves, 22 de noviembre de 2012

Yo te pido perdón


Y donde dije
Diego
digo pendona.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

martes, 20 de noviembre de 2012

Pájaros CXXIV










A los pájaros enjaulados
hay que dejarlos volar
aunque el camino esté lleno
de viñetas vacías.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Comida basurilla


Si viajar está inevitablemente unido a las sensaciones, que lo está, comer sería, sin duda, una de las preferentes.
¿Uno viaja para visitar y conocer museos?: Sí, pero para comer también. Y probablemente con mayor motivo.

A través de la mesa conocemos costumbres, formas de entender la vida, hábitos, y se nos abre un mundo de sensaciones nuevas, a veces placenteras, a veces sorprendentes y otras, por supuesto, no tanto.
Pero en el riesgo y en la aventura está también presente las huellas del viaje.

Yo, como en tantas otras cosas, me prendí de Oriente también en este sentido, aunque cada lugar llegue siempre a sorprenderte y emocionarte sentado a una buena mesa.
Las especias, los horarios, los olores, las cantidades. Siempre diferente, siempre nuevo en cada plaza.
Y hay que disfrutarlo, arriesgarse, pedir señalando con el dedo cuando no entiendes la carta, no pensar en salubridades ni ritmos de occidente, dejarse llevar y disfrutar (o cruzar los dedos para que ocurra).

Pero claro.
Pasa lo que pasa.
Y es que treinta días son muchos días.
Por mucho que la cultura penetre a través de una buena mesa y que lo disfrutemos como corresponde, el transcurso de los días puede llevar al hastío, y entonces suelen ocurrir dos cosas. Uno, que echas de menos la comida de tu tierra, y dos, que acabas -placer inconfesable- entrando en algún restaurante de comida rápida.
Eso es así.

Y siendo cierto, también he de reconocer que, puestos a elegir, prefiero los establecimientos de comida rápida propios del país que los de las grandes y conocidas multinacionales.
Uno de mis mejores momentos en China fue cuando (un poco harto de tofu y arroz, todo sea dicho), entré en una cadena de hamburguesas, pero china, y el pan de la hamburguesa que me pedí estaba hecho...¡de arroz!

Es como si en vez de ir a un restaurante de comida basura fueras a uno de comida basurilla.
Y sí, mola.
Como el que ilustra la foto.
Yo no sé el tipo de vergüenza que manejan en Uzbekistán, pero en este restaurante la verdad que poca.
Usando sin pudor la marca e inicial de una más que conocida y según cuentan lamentable multinacional, ellos ahí que van y se montan una hamburguesería.

Así que cómo no armarse de valor, entrar, y pedirse un Big Marokand en toda su plenitud...

domingo, 18 de noviembre de 2012

Mañana empiezo CLV






Y no es el mundo que cae
somos nosotros
que bajamos a acariciarlo.

sábado, 17 de noviembre de 2012

viernes, 16 de noviembre de 2012

jueves, 15 de noviembre de 2012

Los interruptores pares


Como los días impares.
Como una llamada a destiempo.
Como cuando bailas sin saber sólo porque estás borracho.
Como ese momento tantas veces repetido en que te vas de un bar justo antes de que entre en él la mujer de tu vida, esa a la que no conocerás nunca.

Así son los interruptores pares.

Habitan en el corazón de una alcachofa, y nos lo podemos encontrar en los dormitorios amplios, en los hoteles de abolengo, diseño y postín.

A la entrada del dormitorio ahí tienes a su malvado archienemigo: un único interruptor, solitario, soberbio y armónico.
O sobresale su parte inferior o lo hace la superior.
Enciende o apaga la luz general del dormitorio, siendo ese su único cometido.
Y él permanece tan digno.

Pero otra cosa es el par de interruptores que hay al lado de la cabecera de la cama. Porque uno apaga o enciende esa misma luz general, pero el otro coordina la pequeñita luz que acolcha lectura y sueños.
Y no hay manera de ponerlos de acuerdo.
Porque si estamos todavía levantados, encendemos y apagamos desde el interruptor solitario, pero si vamos a acostarnos encendemos desde el solitario y apagamos desde el par.
Y así los interruptores bailan sin parar.
Que sobresalga la parte de arriba ya no es indicativo de nada, y cuando se funde la bombilla crece nuestro desconcierto.


Pero con todo lo peor es la desazón que habita en el corazón del otro interruptor, el de la luz pequeña.
Ese interruptor que se sabe tenue, ese interruptor que quiere abrirse al mundo y no puede.
Ese interruptor ve cómo su pareja baila un baile imposible a su lado y no hay manera de ponerse de acuerdo.
Como los días impares.
Como una llamada a destiempo.

Hay insomnes que se levantan para apagar la luz siempre desde el interruptor solitario solo para que los pares permanezcan juntos y simétricos, en armoniosa balanza.
Pero esos durmientes son los menos.
Los más se dejan llevar por la pereza, el sueño, el no pensar.

Y así pasan la vida los dos interruptores pares, evitando ese encuentro en el bar de la noche, en el corazón de la oscuridad del sueño.
Así pasan su vida de interruptores.
Maldiciendo su suerte, entre bailes y desencuentros.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Yo hago huelga


Huelga decir...

martes, 13 de noviembre de 2012

Pájaros CXXIII










Jugar con el amor
o con el espacio.
Dejarse arrastrar
o que te empujen.
Echarse a volar
hasta caer en picado.
Que no es lo mismo.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Viaje a Brasil IX










Mirar las fotografías que se van perdiendo.
Sentir que la profundidad de campo es aquella que desvanece el tiempo y no la distancia.
Sentir que el foco se pierde, que el desenfoque nos abraza.
Hoy quería pensar en fotografías de viajes, pero he visto una escalera que se desintegraba en el horizonte para morir al cielo.
Y ya no había otra.


domingo, 11 de noviembre de 2012

Mañana empiezo CLIV






Qué fue antes, la mano o la gallina, el lápiz o el huevo.
Quién sabe qué hace falta para un dibujo: manos, grafito, papel o ganas.
El lunes lo sabremos.
Seguro.
Lo que no sabremos es cual. O cualo.

Oscar Wilde (5 y 5) Isaac Peral (5 y 5)


Pues aquel que vive más de una vida más de una muerte tiene también que morir.

Oscar Wilde nació en Dublín un 16 de octubre de 1854.
Para entonces Isaac Peral daba, con apenas 3 años, sus primeros pasos por una luminosa Cartagena.

Wilde había vivido de intelectualidad y poemas, ebrio de amor por la vida y engañado por Bram Stoker. Se dejó la piel y el hígado por las calles de Londres y París, de taberna en librería, apoyándose en un bastón que iluminaba la luna nueva todos los octubres impares.
Isaac Peral creció mucho más estoico: Pulcro en el andar y silencioso al comer, no habría de gritar -recuerdan sus allegados- una sola vez en la vida.
La disciplina militar y el carácter reservado lo llevaban a permanecer de pie frente a los bancos de un parque, a rehuir su reflejo de los escaparates de las principales avenidas y a afeitarse el bigote como quien no ha quedado con el comandante en jefe para pasar revista.

Fue la necesidad de escapar de la vida.
Fue la necesidad de escapar de la muerte.
Eso los juntó.

Oscar Wilde, enamorado y sodomita, enjuiciado y señalado, vituperado y meláncólico, no le quedó más remedio que huir de este mundo.
Y qué mejor que un submarino.

Isaac Peral, aquejado de carcinomas y basilomas, quería que un cuadro guardase toda la decrepitud que lo devoraba por dentro como margaritas salvajes.
Y ahí estaba Dorian Grey.

Oscar Wilde e Isaac Peral se vieron una sola vez en la vida. Fue en Londres, en 1895.
Puede que cuenten que uno murió aquel año, que otro cambió su nombre y emigró. Pero no fue así.
En una taberna de Reading intercambiaron sus poderes inventados, para disfrutar en soledad de veinte años más de vida.
Oscar en la profundidad del Índico, con una novela de Víctor Hugo y un recortable de naturaleza y faldas.
Isaac de lupanar en buhardilla, con estola y chistera, sin el bigote ni la marcialidad de antaño, asesinando sin saber muy bien por qué.

Es cierto que se escribieron una sola vez, allá por 1912.
Oscar le mando una postalita desde el puerto de Madrás, con el dibujo de un pez embarazado, misiva que Isaac contestó escribiendo "merci" con la sangre de un paragüero de Lyon.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Las definiciones de un coche a vapor LVIII










Todo se define por una cuestión de perspectiva.
Todo se aleja.
Todo se cierra.
El coche a vapor sigue en su peregrinaje ingenuo pensando que igual se puede acercar, que igual se abre. Y para ello nada mejor que la falta de barreras, para ello nada mejor que la ausencia de vergüenza.
Aunque haya que viajar al mismísimo infierno.