Si viajar está inevitablemente unido a las sensaciones, que lo está, comer sería, sin duda, una de las preferentes.
¿Uno viaja para visitar y conocer museos?: Sí, pero para comer también. Y probablemente con mayor motivo.
A través de la mesa conocemos costumbres, formas de entender la vida, hábitos, y se nos abre un mundo de sensaciones nuevas, a veces placenteras, a veces sorprendentes y otras, por supuesto, no tanto.
Pero en el riesgo y en la aventura está también presente las huellas del viaje.
Yo, como en tantas otras cosas, me prendí de Oriente también en este sentido, aunque cada lugar llegue siempre a sorprenderte y emocionarte sentado a una buena mesa.
Las especias, los horarios, los olores, las cantidades. Siempre diferente, siempre nuevo en cada plaza.
Y hay que disfrutarlo, arriesgarse, pedir señalando con el dedo cuando no entiendes la carta, no pensar en salubridades ni ritmos de occidente, dejarse llevar y disfrutar (o cruzar los dedos para que ocurra).
Pero claro.
Pasa lo que pasa.
Y es que treinta días son muchos días.
Por mucho que la cultura penetre a través de una buena mesa y que lo disfrutemos como corresponde, el transcurso de los días puede llevar al hastío, y entonces suelen ocurrir dos cosas. Uno, que echas de menos la comida de tu tierra, y dos, que acabas -placer inconfesable- entrando en algún restaurante de comida rápida.
Eso es así.
Y siendo cierto, también he de reconocer que, puestos a elegir, prefiero los establecimientos de comida rápida propios del país que los de las grandes y conocidas multinacionales.
Uno de mis mejores momentos en China fue cuando (un poco harto de tofu y arroz, todo sea dicho), entré en una cadena de hamburguesas, pero china, y el pan de la hamburguesa que me pedí estaba hecho...¡de arroz!
Es como si en vez de ir a un restaurante de comida basura fueras a uno de comida basurilla.
Y sí, mola.
Como el que ilustra la foto.
Yo no sé el tipo de vergüenza que manejan en Uzbekistán, pero en este restaurante la verdad que poca.
Usando sin pudor la marca e inicial de una más que conocida y según cuentan lamentable multinacional, ellos ahí que van y se montan una hamburguesería.
Así que cómo no armarse de valor, entrar, y pedirse un Big Marokand en toda su plenitud...