Dibujar porque sí.
Dibujar porque llueve.
Dibujar porque el té quema todavía demasiado entre tus manos.
Dibujar porque hace tiempo que no repasas con el rotulador al menos dos veces los trazos inventados.
Dibujar una y otra vez pero con un tempo lento, disfrutando de cómo la línea se va moviendo en curvas hacia ningún sitio.
Dibujar.
Dibujar.
Y volver a hacerlo.
Quién dijo que los personajes no lo acompañan a uno...