lunes, 31 de diciembre de 2012

Allá donde vayamos


Hoy despedimos el año sin saber a dónde vamos.
Y hay en ello, inevitablemente, algo que me gusta.

Siempre me gustó no saber. Y, especialmente, me gustó no saber hacia dónde iba.
Hablo, en este caso, literalmente.

Uno de los maravillosos descubrimientos que me aportó Granada, cuando me acogió en mi época universitaria, fue el de echarme a la calle y pasear si saber hacia dónde se dirigían mis pasos.
Pasear por el placer de pasear.
Hasta entonces, en mi pueblo, siempre que te encontrabas con alguien, aparte del consabido "qué tal" siempre me preguntaban un "y dónde vas" que me dejaba perplejo.
Había, parecía en ese mundo de adultos que se me iba descubriendo poco a poco, que ir hacia algún sitio.
Y no solamente había que ir hacia algún sitio sino que encima había que saberlo.
Qué pereza.

Algo de esas sensaciones volvieron a mí no hace mucho, cuando estuve en Madrid.
Hace ya más de diez años que no vivo en esa caótica y fantástica ciudad, y muchas son las cosas que han cambiado.
Y una de ellas es el metro.
Por eso hice esta foto.

Ahora, para viajar en metro, hay que saber a dónde vas.
Tienes que decir la estación de destino.
Como antes. Como en la vida. 
Qué pereza.
Entiendo que es una norma con fines recaudatorios, pero no puedo evitar pensar que hay algo más, algo profundamente pernicioso y a la vez aburrido, algo de control y rigidez, de monotonía y abatimiento que no me gusta.
Es como si te dijeran "no varíes tu rumbo",  "no se te ocurra cambiar, no improvises", "no te des media vuelta y lo dejes todo", "no te vuelva loco e irracional, sé constante y previsible".
Y yo no quiero.
Quiero ver una chica guapa en el metro y cambiar mi vida.
Si no de qué.

Hoy despedimos el año sin saber a dónde vamos. 
Y a mí me gusta. 
A mí me gusta no saber.
Esa es la incertidumbre que, al menos para mí, hace que la vida merezca la pena.

domingo, 30 de diciembre de 2012

365 irrefutables razones que nos llevan a pensar que los mayas tenían razón y el fin del mundo llegó el 21/12/12 (II)


008) Siria

009) Porque los Mayas tenían razón, aunque de un modo más bien cutre. En vez de determinar el fin del mundo, el 21 de diciembre de 2012 lo que se produjo es el fin de la letra eme.
Y al acabarse la letra eme, el MUNDO se convirtió en UNDO, y eso ya no se pudo deshacer.

010) Porque la madre de Baumgarnert había hecho una cazuela de fideos gordos con almejas y rape para el 13 de octubre, el día que el bueno de Félix pretendía saltar al vacío.
"Ven acá pacá" le mandó por Whatsapp a su hijo.
Pero Félix, que sabía que si lo posponía un poco más ya no habría mundo donde aterrizar, dejó la cazuela en manos de sus hermanos Bert y Harold.
Si no de qué.

011) Porque el fin del mundo llegó, y al día siguiente se llamó MUNDO INC., MUNDO S.A. o MUNDO S.L. según qué estatutos.

012) Porque nadie se había suscrito a ORBYT.

013) Días antes del fatídico día del fin del mundo llegaron agoreros muy feos y con pocos estudios, como Martín de las Heras y Felipe Osvaldo Sánchez, diciendo que en realidad de lo que hablaban los Mayas era del fin de un ciclo, no del fin del mundo. 
Que era un comienzo y no un final. 
Que era una oportunidad y no una crisis. 
Que era un inicio y no una terminación.
Y llegó el día 22 y una mierda.
Ni comienzo, ni oportunidad ni inicio ni ocho gaitas.
Si el mundo seguía existiendo, seguía existiendo con la misma espléndida mierdiosidad que el día anterior.
Y eso si cabe, putos mayas, puto Martín y puto Felipe, era peor que el fin del mundo.

014) Porque para los habitantes de Júpiter, que desde hace ya tres décadas son todos fontaneros, habían abandonado a su suerte las fabulosas artes de la astronomía y la filosofía. 
Por eso, cuando Epimeteo, uno de los satélites de Saturno se interpuso entre la Tierra y ellos, fiándose solo de su vista dieron por bueno que el mundo había dejado de existir.
Y nos borraron de los mapas caducados con una Laufer.

viernes, 28 de diciembre de 2012

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Sabes que te quiero


Si no tienes el gusto
dímelo con tacto.

lunes, 24 de diciembre de 2012

domingo, 23 de diciembre de 2012

365 irrefutables razones que nos llevan a pensar que los mayas tenían razón y el fin del mundo llegó el 21/12/12 (I)


001) Porque sí

002) Porque llevo un par de días sin ver al mundo. ¿Alguien lo ha visto por ahí? Desde hace dos días yo salgo, y paseo por el mar, y bebo cerveza sin alcohol, y leo libros, y echo de menos a personas, y veo series.
Y del mundo ni rastro.
Ni rastro, oiga.

003) Porque lo digo yo, lo dicen los mayas y lo dice María Pérez Payá.

004) Porque como ya se ha demostrado, el mundo es plano y, como también se ha demostrado, 1+1 no son dos. Así que si juntamos esos dos axiomas, un fin del mundo plano más un fin del mundo plano, da un fin del mundo tan plano tan plano que de ultrafino suma 0.

005) Porque otra cosa no (eran un desastre lavando cacharros, untando la mantequilla en los jabalíes y dándose besos sin saliva) pero los mayas sumaron bien sumados todos los datos astronómicos que su cultura había acuñado durante siglos, contando simplemente con los dedos y llevándose apenas una. Dos días antes del fin del mundo dejaron que reajustara todo el bueno de Mekat Uxmal, un becario sin alma, con la calculadora de su iPhone y sin sorpresa, los más sabios del lugar comprobaron que le dio el mismo resultado, solo que él, mirando la pantalla retina, encima sabía que no iba a llover.
Y con ello creó un evento.

006) Porque desde hace dos días estamos todos más mayá que pacá.

007) Porque estaban Dios, Yaveh y Alá en un chiringuito de Benalmádena un 20 de diciembre de 2012, pasando más frío del que serían capaces de admitir, cuando Yaveh le pidió un Martini no agitado, al estilo Bond, al camarero maya que trabajaba allí a tiempo parcial tras el ERE que sufrió el instituto de astrofísica donde trabajaba.
- No te lo agito- fue su respuesta, que de eso se encarga el mundo.
Y Alberto, el papá de Dios, sabía que aquel camarero tenía razón.


sábado, 22 de diciembre de 2012

Cuestión de suerte


Y es que todo en la
vida es
cuestión de décimos
cuestión de décimas
cuestión de suerte.

365 irrefutables razones que nos llevan a pensar que los mayas tenían razón y el fin del mundo llegó el 21/12/12 (Prólogo)


Sí.
Vuelve.

Cuando se cumple casi un año de su última aparición por estos lares, ha llegado el momento de su reaparición.
Y qué mejor momento.

Por si alguien a estas alturas no la conociera, la entrada de "365 razones" propone la elaboración de una razón al día durante un año (concentradas en una única entrada los domingos, con las siete razones semanales) sobre un axioma que, aunque a todas luces resulte evidente, el autor de este humilde blog considere que no esté de más un desarrollo analítico, científico y sin pudor que lo corrobore hasta los límites de la metafísica.
Y en esas estamos.

Si en las dos ocasiones anteriores (donde 365 irrefutables razones demostraron que la Tierra era plana y otras 365 que 1+1 no eran dos) la tarea fue concluida con éxito, nos queda un año por delante a la espera de que el susodicho autor, en esta tercera ocasión se dé por vencido y abandone el a todas luces absurdo empeño.
Pero mucho nos tememos que nada de esto sucederá.

En cualquier caso mañana domingo llegará la primera entrega que, para variar, aún no ha sido ni escrita.
Aunque eso sí, por mucho que las modas den a pensar que esta razón surge en un arrebato de los últimos días, la elección de la tercera demostración había sido, mucho antes de verano, una decisión ya invariable.

Y aunque uno siga teniendo esa firme sensación de que esto -todo- es una cuestión que sólo interesa al propio autor de la idea, seamos benévolos y dejémoslo que sea feliz con sus cosas.

Total, el mundo acabó ayer...


viernes, 21 de diciembre de 2012

jueves, 20 de diciembre de 2012

Pasear por el mar


Pasear por el mar
nunca está de mar
aunque se eche de menos.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

martes, 18 de diciembre de 2012

Pájaros CXXVIII






Si te preguntas cuál es
es sentido de la lectura
la respuesta no es
de izquierda a derecha.
La respuesta es
que el sentido es
sentir
y volar.

lunes, 17 de diciembre de 2012

Viaje a Uzbekistán VI










A veces pienso que la vida entera está un mercado, que no hay mejor hogar, refugio más seguro.
Como aquel que se acaba de mudar y busca en el lugar donde comprar las patatas un asidero a su rutina, yo necesito de los mercados en mis viajes.
Son la puerta de entrada a una nueva cultura.
Son el microcosmos expandido.
Son los sentidos, todos, desparramados y excesivos.


A veces pienso que la vida entera es un mercado.
Con sus miradas de soslayo, su intercambio perpetuo, su ritmo pausado y frenético a un tiempo.
Tiene el mercado los colores reflejados, los olores concentrados, el tacto expandido a la piedra y las esquinas.
Es el mundo animal, son las verduras y nosotros mismos.
Nos permite vernos en un espejo de agua y balanzas, del omnipresente dinero, del tránsito como excusa.

A veces pienso que la vida es una gran excusa.
Sí.
Como los mercados.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Tras una operación

Sobre todo
si los sueros
son de parqué
y no de tarima.

No hay peor sordo


No hay peor sordo
que el que está de vuelta.
Lo que hay que oír.

martes, 11 de diciembre de 2012

Pájaros CXXVII






Pájaros que vuelan.
Con la luna, entre estrellas, de costado, rozando el mar.
Pájaros que se estrellan.
Contra los recuerdos, las viñetas o las rocas.
Y cuidado con la luna,
que pincha.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Inventarse una novia























A veces hay que hacerlo: Hay veces que no queda más remedio que inventarse una novia.
Y yo no me inventé una, yo me inventé varias.

Supongo que fue por las circunstancias, supongo que influyó la pereza, imagino que la idea primera era no meterme en líos.
Pero es que a veces la cosa se complica.

Vayamos por partes:
Todo nace de, por desgracia, haberme movido por países donde el llamado turismo sexual está más que extendido.
Lamentablemente no es cosa circunscrita a uno o dos países, o sea que tampoco era -es- tan difícil encontrarse con él.
No me gustaría que sonase a justificación ni nada parecido, pero me gustaría explicarlo de un modo que pueda entenderse claramente: 
Si el turismo sexual es algo repugnante cuando piensas en él, antes de partir, cuando por circunstancias lo ves, te roza o lo intuyes, te das cuenta que en realidad es mucho, muchísimo peor.

Muchos de los que viajamos hemos tenido la desgracia de ver en vestíbulos de hotel escenas lamentables, o de escuchar conversaciones en el avión de vuelta con las que vomitarías antes que con cualquier turbulencia.
Pero no quiero entrar más ahí. Es algo que existe, y allá cada uno.

El caso es que -potenciado además por el hecho de viajar solo- en varias ocasiones que no voy a relatar aquí (con españoles juerguistas, con guías bienintencionados, con pícaros recepcionistas de hotel), me encontré con que se me ofrecía la posibilidad de conseguir de manera fácil compañía femenina.
Lo dije antes: quizá por pereza, por no dar explicaciones, siempre que ocurrió, me inventé una novia.
Pensé que ese "no, gracias, tengo novia" evitaría que siguiesen insistiendo.
Y funcionó (recuerdo todavía cómo un español, ante eso, me dijo un "te entiendo tío, yo tengo una y la verdad es que da cosa" mientras llevaba a dos cogidas de la cintura. En fin).
Pensé que funcionaría y funcionó.
Funcionó hasta que llegó Mamadou.

Mamadou es el chico de la foto, y lo conocí en mi viaje a Malí.
Trabajaba como guía en Bamako, y me habían dado referencias de él desde España. Aunque no lo contraté como guía, quedamos en un par de ocasiones para beber unas cervezas y practicar el español.
Fue el suyo, ahora que lo pienso, un comentario más bien ingenuo.
Mamadou, en nuestra primera conversación (quizá para "tantear", quizá solo por curiosidad) me preguntó si aquella noche yo quería dormir a dos piernas o a cuatro.
Me hizo gracia la manera de decirlo pero, reticente siempre, enseguida me inventé mi novia de turno.

Lo que no me esperaba es lo que pasó después. 
Y fue tan sencillo que, por inesperado, me dejó bloqueado.
Mamadou me preguntó: ¿Y cómo se llama?

Cuando inventas algo con la intención de cortar, no piensas que aquello -tu mentira- vaya a tener que crecer sin parar.
Y eso fue lo que ocurrió.
Como me pilló desprevenido le dije el nombre de la última novia que había tenido, y ahí bien, pero luego preguntó que dónde trabajaba, que por qué no había venido al viaje, que cuanto tiempo llevábamos juntos, que si vivíamos en la misma casa.
Lo normal.
Y la mentira fue tejiendo su historia, implacable.
Me inventé una novia, me la terminé inventando pero a base de bien.

Aquel día me despedí de Mamadou e inicié mi viaje por Malí, quedando para intentar vernos en mis últimos días en Bamako, y así ocurrió.
Volvimos a salir, bebimos nuestras cervezas en el Bristo Bafing hasta que, poco antes de despedirnos, Mamadou se levantó, cruzó la calle, y volvió al poco tiempo con un collar en la mano.
"Toma, para tu chica" me dijo.

Y allí quedé yo, miserable en mi mentira con aquel collar que, como no podía ser de otra manera, acabé dando a mi ex novia, que se lo merecía mucho más que yo.

Control uve



domingo, 9 de diciembre de 2012

Mañana empiezo CLVII






Quedan pocos domingos, según los Mayas. Esto a la mano le da igual, pues se inventa que andando para atrás mañana es sábado.
Cualquier pie en su sano juicio firmaría por ello.

jueves, 6 de diciembre de 2012

Oye, mira


Cuando me dices
oye mira
no me queda otra
que responder:
huele y toca.

miércoles, 5 de diciembre de 2012

Invitaciones a juegos



El medio limón chuchurrío que habita en la nevera


El medio limón que habita en la nevera tiene ya ochenta y cuatro años.
Demasiado tiempo, demasiada amargura comida para sí.

Había vivido feliz en un invernadero de Almería, aún recuerda emocionante y esplendorosa su etapa en el mercado de la Corredera, pero un mal día alguien lo compró por unas malditas monedas de plata. 

Después de eso, ya en casa, aquello que debía haberse convertido en su hogar resultó ser su infierno frío y eterno.
Un Gintonic cualquiera, una dorada a la plancha o la manía de inventarse postres con el aguacate pudieron cortar de raíz su esplendorosa vitalidad.
Él ya ni recuerda qué fue.
Su otra mitad exprimió lágrimas de amargura y fue directa a la basura con la lozana sensación del deber cumplido. Pero el sabor verdaderamente agridulce que quedó en él, en esa mitad no usada, que fue condenada a cadena perpetua entre los helados recuerdos de un bote de mahonesa y los hijos ovalados de aquella gallina clueca.

El medio limón chuchurrío está triste y ni llorar puede.
Ha visto encender la luz de su gélido hogar cinco o seis veces al día y nada. La imponente mano que entra a saludar recoge cocacolas, jamón de York, zanahorias, yogures de coco y zumos con leche pero ni a rozarla llega nunca.
No percibe una coronita que aliviar su estancia, y no puede evitar la desazón que da ver de refilón al aceite de Módena adueñarse del control de las ensaladas.

Más de una vez ha intentado la rebelión pero nunca fue posible. Enraizado el jengibre, dispersos los taquitos de bacon, agrio como ninguno el vino de mesa que habita en la nevera.
Con esos compañeros de celda crece inevitable su amargura.

Hubo también un tiempo en que esperaba que podría bastar con que le limpiaran la cara, con cortar esa fina capa seca con la que se protege y que le dejasen mostrar todo su poder en un esponjoso bizcocho de cumpleaños.
Pero son los años los que pasan con ese resquemor que se mete muy adentro.
Y se siente un Walt Disney fracasado en su hibernación, se siente reencarnación de taxidermista, se siente piel sin alma a la par que su humor se vuelve cada vez menos cítrico.

Es tal su desazón que no se da cuenta que en todos estos años el limón se ha convertido en nuestro espejo del tiempo. Que nos muestra cómo las arrugas de nuestras manos, las canas de nuestra barba y las entradas de nuestra frente crecen al mismo ritmo que la sequedad de su corteza.

El medio limón que habita en la nevera, si acaso, solo acierta a adivinar, convertido ya en piedra por el devenir de los días, camino de una basura que se convertirá en su último tormento, comprenderá digo que ha absorbido, durante estos años, todos los olores del universo.
Y morirá siendo Alehp, su única alegría...

martes, 4 de diciembre de 2012

Pájaros CXXVI










Volver se escribe con uve.
Y en uve termina tuve.
Volver termina con mirar
y si no a ver.
Volver se escribe con uve
y si la uve vuela
oler es lo único que nos queda.


lunes, 3 de diciembre de 2012

Viaje a Japón III



















Parece mentira pero no.
A veces en la propia imagen está el referente que soñaste antes de visitar un lugar.
Hoy me ha ocurrido con Tokyo.
De repente (como siempre, jugando, buceando, probando sin saber) me he encontrado en mis propias fotografías con ese imaginario mitad verdad mitad irreal que de esa ciudad se desprende.
Escenarios caóticos e inquietantes, en el que futuro, abigarramiento y pasado se dan la mano.
Pero estaba ahí. Tan real como la gente que pasea por sus calles.
Con sus carteles imposibles, sus luces a destiempo, sus atardeceres de neón y sus aceras gastadas.
Y mientras el juego del retoque continúa te encuentras en un manga, en un anime. Sientes que falta muy poco para que el futuro salga de alguna tienda a estrechar tu mano, y decirte que la aventura no ha hecho sino comenzar.