Parece mentira pero no.
A veces en la propia imagen está el referente que soñaste antes de visitar un lugar.
Hoy me ha ocurrido con Tokyo.
De repente (como siempre, jugando, buceando, probando sin saber) me he encontrado en mis propias fotografías con ese imaginario mitad verdad mitad irreal que de esa ciudad se desprende.
Escenarios caóticos e inquietantes, en el que futuro, abigarramiento y pasado se dan la mano.
Pero estaba ahí. Tan real como la gente que pasea por sus calles.
Con sus carteles imposibles, sus luces a destiempo, sus atardeceres de neón y sus aceras gastadas.
Y mientras el juego del retoque continúa te encuentras en un manga, en un anime. Sientes que falta muy poco para que el futuro salga de alguna tienda a estrechar tu mano, y decirte que la aventura no ha hecho sino comenzar.