domingo, 31 de octubre de 2010

Mañana empiezo LXXVI







Me sale sin querer, el rastro de la nada...

Y es que llega un momento en que tienes que huir. Tienes que escapar, tienes que correr. Aunque no sepas adonde.
Y es que llega un momento en que tienen que aparecer nuevos personajes, porque esto no hay ya quien lo sostenga.
Aunque sean de los que salen huyendo.
Aunque sean unos cobardes.

Un dibujo no deja de ser un rastro, una huella.
Un dibujo que huye es el rastro del rastro.
Un dibujo que huye es un cobarde rastrero.
Apenas un suspiro.

Y ahí que ves, el rastro de la nada...

sábado, 30 de octubre de 2010

Tengo los días contados



No sé si todos tendremos los días contados, pero yo igual sí.
Y se van desprendiendo hojitas de ese bloc de anillas, y vuelan al viento y se pierden en la orilla de una playa.
No sé si todos tendremos los días contados, pero es que nunca se me dieron demasiado bien las matemáticas...

Dita sea











Conservando aun ese -aunque sea leve- asombro ante lo que aparece ante tus ojos puedes pensar que ha merecido la pena.
Cuando no sabes, cuando no lo reconoces, cuando te sugiere o simplemente cuando lo descubres distinto a ti.
Habiendo cuidado o dejándose llevar, habiendo pensado o arrastrado la mano.
Todo lo demás no importa.

Conservando aun ese -aunque sea leve- asombro ante un nuevo dibujo, todo vale.
Aunque mañana lo vuelvas a ver, y te des cuenta, dita sea, que es lo mismo de siempre...

viernes, 29 de octubre de 2010

El peor robo de la historia (introducción)



Hay mucha gente que me pregunta qué pasa con esta entrada.
Qué pasa con lo peor de mi vida.
Quieren más, qué morbosos, qué insaciables.
Y lo cierto es que nació por petición popular (mostrar la peor foto) y ha ido creciendo con impagables engendros de ayer y de hoy.
Verdaderas joyas.
Así que por petición popular seguiré con ellas.
Aunque sea difícil mantener el listón.

Creo que estaré en disposición de mostrar pronto un verdadero "lo peor de mi vida", pero mientras llega ese momento y a modo de relax me conformaré con contaros la divertida historia del peor robo (en un supermercado) que tuve la desgracia/suerte de sufrir en vivo.

Soy un hombre de historias. No lo puedo evitar.
Me gustan las inventadas y las que me han pasado. Y a éste último grupo pertenece la que os digo.
Madrid, 1994. Cerca de la calle Jaime el Conquistador.
Real como la vida misma.
Para no variar el ritual no será hoy, lo dejaremos para el uno de noviembre, festividad de todos los santos.
Y como no hay documentos gráficos, tendréis que confiar en mi palabra...

jueves, 28 de octubre de 2010

la definiciones de un coche a vapor XXIX











Desde hace ya bastante tiempo me gusta mirar las viñetas secuenciadas de este coche a vapor para darme cuenta de lo poco que necesitan de su título o, bastante mejor dicho, de lo fácil que resulta ponerle uno mismo el título a la definición.
Es quizá lo que tiene vivir en un mundo sin palabras...

Entre tanto y tanto, es el propio coche quien suspende y repite curso, es él quien rompe las barreras de un mar que no se puede contener y será él -como no- quien disfrute de una más que merecida y muy especial siesta en compañía.

Si se broncea demasiado, si le pilla el tren en hora punta, o si el espacio y el tiempo confabulan en su contra, ay amigo, esa es ya otra historia...

martes, 26 de octubre de 2010

Pájaros XXXI











Aunque se haya acabado, septiembre sigue impregnando los días de los pájaros y sus tiras.
Y con él sus lluvias y sus vientos.

Entretanto se conformará nuestro observador paciente con añorar las tierras cálidas, con vivir (o imaginar) un amigo invisible, en cantar por Manu Chao con rimas asonantes y en perderse fuera de los límites de la viñeta.

Y eso que vamos camino de noviembre...

lunes, 25 de octubre de 2010

El Hostal Vishal



Me da cierto respeto pensar que esta foto tenga más de dieciocho años.
Me produce curiosidad verme en el autorretrato.
Me gusta la luz que invade, la textura analógica, el grano de la plata.

Delhi, 1992.
Mi primer gran viaje.
Y el primer hostal que ocupé en India.

Aunque esta historia no es tanto la historia del Vishal, que también, y sí la historia de esos hoteles, de esas habitaciones que te acogen en los viajes.
Lugares de lectura, descanso y reflexión. Lugares donde aislarte, desconectar y recuperar las fuerzas que muchas veces la calle y el gentío te roban en cada esquina.
Lugares con personalidad, que han conocido otros rostros, otros cuerpos, otras historias, y que ahora se te ofrecen a ti, en mitad de ningún sitio.
Lo más parecido a un hogar que tendrás durante ese mes de sorpresa y aprendizaje.

Viajamos a India Bom, María y yo.
Y aunque no voy a contar su historia, hablar del Vishal es hablar María, pues ella nació allí.
La madre de María dio a luz en el Vishal a una niña, veinte años atrás, ayudada sólo por el personal del hotel.
Y por eso fuimos allí, antes que a cualquier otro sitio.
Cómo si no.
A pesar de sus carencias, sus limitaciones y su rata.
Sólo se trataba de gente amable en mitad de Main Bazar.
En mitad de un escenario de película que nos engullía con sus colores, su olor, sus múltiples manifestaciones de honestidad, miseria, comercio y vida.

Y por eso volví al Vishal.
Tras un mes y medio viajando por el norte, cuando Bom y María se fueron a Tailandia, pero yo y mis obligaciones teníamos que regresar a España.
La última semana me quedé solo en India, y regresé a Delhi.
Regresé al Vishal.
A pesar de sus oscuros pasillos.
Volví.
A la locura de la calle y a la terraza del Anoop.

Y el último día, antes de partir, esperando al taxi, decidí hacerme esta fotografía.
Dejé mi Minolta X300 sobre una tambaleante mesa, y encuadré como buenamente pude.
El disparador automático hizo el resto.
Fue mi última fotografía en India, y aún hoy, más de dieciocho años después, lo sigue siendo.

Prometo que pronto se pasarán por aquí una colección de esas habitaciones de hotel robadas a las ciudades. Esos espacios que capturo desde hace años para adueñarme de ellos.

Siempre que fotografío la habitación de un hotel me acuerdo del Vishal.
Lúgubre y mágico.
Y me acuerdo de mi último día en India, esa tierra a la que prometí volver, y que todavía aguarda que lo cumpla...

domingo, 24 de octubre de 2010

Mañana empiezo LXXV







A veces no es necesario meterse bajo el agua para no dibujar...con tumbarse al sol es suficiente.

Y tumbados nos da tiempo para pensar en portaminas, en chistes malos, en incendios y necesidades.
El sol del otoño es agradecido.
Habrá que aprovecharse de él, lo que dure, en espera de la inevitable llegada del viento, el que todo se lleva...

sábado, 23 de octubre de 2010

Me busco y no me encuentro



Hoy era el día de buscares y no encontrares.
En la entrada anterior y en esta.
Y, curiosamente, no ha sido buscado -sino encontrado-.
¿Casualidad? Pues sí, aunque no os lo creáis.

Seguiremos en la búsqueda.
De mí y de ti.

Te busco y no te encuentro



Uno busca siempre dibujando.
Y, aunque no encuentre, al final los cuadernos se llenan.
O sea que encuentra.
O no.
O viceversa.

viernes, 22 de octubre de 2010

El viaje a ninguna parte (Cine Aliatar)



Paseabas por Granada entre la lluvia y el frío...y siempre acababas en un cine.

Siempre me gustó el Aliatar.
Ahora, reconvertido en una galería comercial, no deja -cada vez que regreso a esa ciudad- de acrecentar su leyenda a mis ojos.
Un espacio amplio, de otra época, donde el cine se disfrutaba en una pantalla verdaderamente grande.
Y, aparte de su encanto decadente, aquel cine me permitió asistir al estreno de títulos como "Adiós, muchachos", "La ley del deseo" o "Hanna y sus hermanas" que pertenecen y permanecen en lo más querido de mi memoria.

Año 1986.
Paseas por Granada.
Y llueve y te apetece ver una película.
Y eres joven y no has visto mucho cine.
Y entras y la historia se convierte en epopeya.
Entras y la película te arrastra entre sus personajes que viven, aman, pasan hambre, triunfan y, sobre todo, actúan.
Más que una película es un acto de amor.
De amor a una profesión, a un oficio, a un modo de vida y a un pasado -triste, intenso y mediocre- que nos hace como somos.

Hay una voz en off que narra. Un personaje gris que rememora.
Derrota y desolación, o el signo de los tiempos.
Y el cine Aliatar se hace aun más grande. La pantalla se agranda y todos los personajes de la película, tratados con tanto cariño, nos muestran el lado más humano de los excluidos.
Entonces te acuerdas, por un leve momento, de la vida fuera, de la calle.
Sabes que la lluvia dejó de escucharse dentro del cine.
En la sala se hizo la vida y el silencio, ese silencio triste e intenso del camino que recorren los cómicos en busca de su destino.

Fernando Fernán Gómez escribe, dirige y actúa.
Su figura se hace inmensa entre las miserias de una España que conoce bien.
Y todo trasciende en ese maremagnum donde sólo nos queda el poso.
El poso.
Lo que hay por debajo.
Recuerdos y ¿nostalgia? no tanto de una época como de un modo de vida y de una implicación con la misma que nace del corazón.

Si una película es un acto de amor, poco más se le puede pedir.
Por mucho que transmita tristeza, amargura y desencanto.
Nos hace sentir, y ahí radica su fuerza.

Cuando sales a la calle sigue lloviendo. Cruzas la plaza de la Fuente de las Batallas para dirigirte hacia tu casa.
"El viaje a ninguna parte" se coló dentro de ti un invierno de 1986.
Y, sin mucho esfuerzo, lo recuerdas hoy como si fuese ayer.


jueves, 21 de octubre de 2010

Las definiciones de un coche a vapor XXVIII











El rojo con el amarillo da el naranja.
Pero la vida no es en RGB.
La vida es más una cuatricomía en papel couché.

Así, mientras espera la caricia de un plotter, el coche a vapor continúa afeitando colores, dejándose llover por él mismo después de tratar de morderse la cola para acabar en un fundido exponencial que nos lleva, una semana más, a la monocromía.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Pájaros XXX











Los pájaros siguen a lo suyo.
No sabes si son tontos o están enamorados.

Sus historias se mezclan entre los abandonos, el whisky, los taxidermistas o las guerras.
Hay mucho de ingenuidad y bastante de poca vergüenza. Like ever.
En sus historias hay veces en que vuelan y otras en las que permanecen.
Hoy toca más de estas últimas.
¿Por qué? No lo sé.
No hay que darle más vueltas.


martes, 19 de octubre de 2010

La mierda que no está



Es cierto. Hablar de mierdas es entrar en un terreno pantanoso.
Normalmente ninguneadas, apartadas, llevadas al ostracismo y borradas de nuestro vocabulario.
Recluidas a la intimidad del acto más solitario.
Por eso aquella que ya no está, la que miras nada más levantarte y ya no está, la que ha sido engullida por unas recónditas cañerías, me sublima sobremanera.
Por su magia y su escapismo intrínseco.
Es sin duda el Houdini de las defecaciones.

Y eso que te lleva su esfuerzo. ¡Quién lo duda!
Llega el momento: lo pones todo de ti, das lo que tienes que dar y lo das.
Has cagado, no hay duda.
Y cuando te levantas y te pones a mirar -esa mirada furtiva, contundente e inevitable- al interior del inodoro descubres que no hay nada. Nada.
Tú sabes que ha salido.
Sabes que ha caído, has escuchado el plop inapelable que salpica y refresca.
Pero ya no está.
Ha desaparecido.
¡Mierda!

La mierda que ya no está -aún sin estar- lo tiene todo: Timidez, conciencia, vergüenza y honestidad.
Es una mierda de cloaca.
De algún modo, en nuestra imaginación más desbordante, es todas las mierdas en una.
Tiene todas las formas posibles, todos los colores, todas las texturas.
La hemos expulsado de nosotros mismos, era nuestra -qué digo nuestra, ¡era nosotros!- y ya circula libre por las arterias de la ciudad fantasma.
Nada en el agua sin deshacer su forma, imagina un revés de Arancha Sánchez Vicario al derrapar en una curva, recuerda el café cortado al adelantar a pequeños grupúsculos indeterminados, y sólo puede elucubrar con el sabor de una piedra a manos de los pastores de Soria, pues su vida no va sino de la oscuridad al agua.

Hay mucho de frustración en ese nuestro mirar y no ver nada.
Hay mucho de intentar imaginar cómo era, de pensar qué habrá sido de ella.
En la Europa central más civilizada, con sus wáters con plataforma, no tienen ese problema.
La mierda siempre reposará en una tarima de Graz, cual trofeo arrancado a la nutrición y al devenir del tiempo.
Pero aquí no. En España a la mierda se la traga el miedo.

Dónde llegará, cual será su destino -que es el nuestro-, no lo sabemos.
Desconocemos si conocerá a Gepetto en el interior de una gran ballena, si será escarnio de turistas en la orilla de una playa con problemas de saneamiento.
Nunca sabremos si conocerá a una mierda joven y llena de vida que la quiera y le de hijos.
Sólo podremos imaginar su otra vida de natación y flote, de naufragio y deriva.

Y siendo nosotros mismos parte de su esencia, la abandonamos a su suerte.
No hay campañas de localización, carteles de se busca, ni campamentos esperanza.
Si acaso la duda que siempre nos invade de tirar o no de la cadena ante esa nada más triste y absoluta que nos saluda desde el blanco.
Y tiramos, vaya que sí.
En nuestra manera de empujarla hacia su nueva vida.
Es nuestra última oportunidad de rozarla con el agua lanzada en busca de la luz, sí, acércate a la luz.
Es nuestra manera de decirle adiós, oh gran desconocida.

Nunca te vi, amiga del alma, y eso que eras yo.
Eras yo, pero no supe retenerte sin despedirme como merecías.
Nunca sabré cómo eres y me conformaré con inventarte.
Adiós, mierda que no estás.
Adiós.


lunes, 18 de octubre de 2010

Viaje a Brasil II















Los viajes están siempre, de una manera u otra, presentes.
Presentes cuando los añoras, presentes cuando los necesitas, presentes cuando los recuerdas, presentes cuando cierras la maleta y hueles antes de coger el taxi el aire de los aeropuertos.

Pero enfrentarte a las fotografías siempre es recordar.
Que si aquel día, que menudo sol, que vaya cansancio.
Recordar el rostro en una calle, el cielo de un paisaje, la majestuosidad de un momento, el ruido de la capital o el olor a lluvia recién terminada.
La noche, una cerveza, o el césped.

En Brasil se da, además, la circunstancia de la inmensidad, de lo heterogéneo, de la variedad de su gente, sus paisajes, su clima.
Por eso estas imágenes, estos recuerdos, forman un batiburrillo.
Porque son espejo de aquellos días, de aquel viaje.

Los viajes -ya lo he dicho- están siempre, de una manera u otra, presentes.
Pero es que Brasil, cómo si no, si hace tan poquito...

domingo, 17 de octubre de 2010

Mañana empiezo LXXIV







La paradoja de la bombilla es la esencia de esta tira.
Mañana, siempre mañana.
El mañana nunca llega, nunca muere, el mañana nunca es suficiente.
O, como cantaban los Mártires del Compás: "Tienes que comprender que "hoy" mañana será "yesterday"...
Y yo, ingenuo y obtuso, busco ese mañana en el hoy, esperando tener una idea, y que la bombilla se encienda...

Mientras tanto el bourbon, la cárcel y los versos más tristes me acompañan.

sábado, 16 de octubre de 2010

Tocayo




Historias del otro lado XI




Retomamos estas historias del otro lado desde este lado, qué remedio...

En esta etapa -historietera donde las haya- buscan su pequeño espacio y asomarán la cabeza cuando ellas quieran, como es preceptivo.
Yo mientras tanto lo único que buscaré es el tiempo, que -tan escurridizo como es- se coló en un reloj que ya no reposa en mi muñeca.

Y mientras tanto, hay gente que va, gente que viene...