lunes, 26 de noviembre de 2012

Hacer el payaso


Reivindico hacer el payaso.
La vida son dos días y no nos queda más remedio que aprovecharla.
Reivindico hacer el tonto y no importarte.
Sacar la lengua, gritar, brincar o bajarte los pantalones.
Reivindico que no te importe nunca lo que piensen los demás de tus actos por muy estúpidos que estos sean.

Reivindico hacer el payaso.
Reivindico no dejar de ser nunca el niño feliz que se olvidó la vergüenza en la mesilla de noche.
Reivindico no pensar en el mañana porque aburre.
Reivindico olvidar a veces el pasado porque duele.
Reivindico sonreírle al horror, reivindico ser el más grande de los payasos dentro de un payaso que hace payasadas sin parar.
Reivindico el alma infantil al menos ocho días por semana.
Reivindico no saber contar, olvidar lo importante, inventar palabras que no insistan.
Reivindico una y otra vez ser el payaso que nunca debimos dejar de ser.

Reivindico ser y hacer el payaso delante de la cámara. Como los tres chavales de esta fotografía, una que tomé este verano en Japón.
Reivindico ser y hacer el payaso detrás de la cámara. Como yo, que bajé el objetivo y me puse a hacerles burlas, lo que incrementó sus monerías a los límites de lo absurdo.
Reivindico recordar al payaso que una vez fui, para salvarme de la monotonía.

Reivindico ser payaso y espejo. Serlo y proyectarlo, vivirlo y propagarlo.
Reivindico ser payaso antes de que los otros payasos nos fagociten.
Esos, sí, los que no hacen gracia ninguna.
Contra esos ya sabéis: sacar la lengua, gritar, brincar y bajarte los pantalones.