sábado, 23 de marzo de 2013

365 irrefutables razones que nos llevan a pensar que los mayas tenían razón y el fin del mundo llegó el 21/12/12 (XIV)


092) Ese viaje que lleva de Chipre - Europa - a el Mundo (y porque no hemos avanzado tecnológicamente, si no se cargan también el universo)

093) Porque más allá no hay nada, ni más acá tampoco. Ya lo dijo Alfonso Guerra, pleno de sabiduría y obturación, con su "el que se mueve no sale en la foto".
El caso es quería Dios mandarle una postal a su padre Alberto, por navidad, con todos los países en órbita, así que los limpió de polvo con un soplo (ya solo ahí murieron decenas de millones) y les pidió que se juntasen un poco, que Saturno tapaba a un par de ellos.
Hubo quien sonrió, como Mercurio, y quien, como la Tierra, al tratar de ponerle los cuernos a Júpiter, se salió de la órbita.
Hay una foto de esto, y no veas la de me gusta que colecciona en facebook.

094) Porque el fin vino de puntillas. El fin levita, el fin es inasible. Quizá no lo sientas pero el fin ya llegó, vive entre nosotros, se come las aceitunas que la gente se deja cuando en un bar por fin llegan las raciones.

095)Porque Alexandr Sergeyevich había abandonado su Rusia natal cuando a su padre, pocero de profesión, se le acabaron las fosas sépticas de las afueras de Simbirsk, para instalarse en Letonia, una república con muchísimo más porvenir.
Los poceros saben que no hay que escarbar donde no se debe, y así se lo había transmitido el padre de Alexandr a su único vástago.
Pero la pela es la pela.
El gobierno letón, insaciable de gas y mierda (los dos motores excelsos de esta humanidad así organizada) le exigió a Alexandr un excava, excava que rayaba en el acoso laboral.
Y el hijo de Sergeyevich metió la mano donde no debía, un 21 de diciembre, con hambre y pena por la carta que acababa de recibir de Natacha, y todo se fue de donde venía.

096) Porque si cierras los ojos, te concentras, y abstraes el sonido del ventilador de tu ordenador, puedes quedarte a solas con tu conciencia.
Cuando nos quedamos a solas con nuestra conciencia ocurren dos cosas: 1) Entendemos que hubo una vez que no la tuvimos y 2) Sabemos que llegará el momento en que la perdamos.
Y ahí, removido por el aire de un viejo ordenador que se ha quedado obsoleto, el fin del mundo se ha colado en tu interior, su verdadero lugar para tomar el sol y pedir unas bravas.

097) ¿Es un pájaro, es un avión? ¡No, es el fin del mundo!

098) Porque el 21 de diciembre nos encontramos tú y yo, solos, en la esquina de la calle La Feria. Quizá lloviese en el Potro, pero allá donde posabas tus Camper estaban los adoquines secos. Me miraste, sonreíste y lo entendí todo. Apenas veinte segundos más tarde, mirando el río en aquella tarde sin palabras, eché por la borda un mechón de mis cabellos, el recibo de un taxi de Sevilla, la pelusa granate de mi ombligo y una mezcla rara de barro, lágrima y legaña que resbalaba por mi oreja.