Bajo el manto verde, metálico y de herencia soviética.
Así era aquel mercado.
Hay veces que un espacio conforma ineludiblemente un escenario.
Y este mercado en Taskent, capital de Uzbekistán, se convirtió a mis ojos en uno de esos espacios.
Todo lo que sucedía bajo esta carpa metálica tenía algo de mágico.
Casi cualquier foto que pudiese dispararse sola tendría seguro fuerza y vida en su captura.
Aquel fue mi primer día de viaje.
La luz, impregnada de un verde azulado, tamizaba la dura intensidad del verano uzbeko.
El contraste de formas y texturas, los charcos de agua que reflejan la vida de comercio rodeaban cada paso tímido que daba en aquel espacio.
Todo en este mercado rezumaba vida.
Todo en este mercado latía a un ritmo lento y seguro.
Regresé a aquel lugar el día anterior a mi partida. Ya sin cámara, solo por placer, como el que quiere disfrutar de un recuerdo.
Sabía bien que lo que de allí había que guardar, ya viajaba dentro de una tarjeta de memoria.