Tengo ganas de pasar una mañana de sábado entera dibujando con un lápiz, manchando de grafito mis dedos, volcando la espalda hacia delante, frotando los grises con un trapo, buscando el color a través de las ceras, oliendo el té que se enfría mientras repaso con goma las huellas que después de todo permanecen.
Cuando vuelva la lluvia, me digo, pero sé que me engaño.
Tengo ganas de volver al trazo, de sentir la presión de mano, papel y mesa en un único gesto, de modular las líneas para bailar sobre el blanco, de descubrir la huella del dibujo anterior en el que ahora nace.
Será el que viene, seguro, me miento.