Hello Kitty fue creada en 1974 por Yuko Shimizu con un único propósito: viajar en el tiempo hasta 1923, a la cárcel de Munich donde Adolf Hitler estaba preso, y arañarle la parte de atrás del cuello, su único punto sensible.
Mientras aquel el minucioso plan iba cobrando forma, otra Yuko, la Yamaguchi, vendió los derechos de la gata a la compañía Sanrio, que empezó a comercializarla con muchísimo éxito.
Pero Shimizu sabía que Kitty había nacido con una razón, así que la robó de su jaula en enero de 1981, y con un pasaporte falsificado y tres biberones de leche volaron a Benidorm, donde se había abierto por aquel entonces una conocida brecha espacio-temporal por la que poder viajar al pasado.
Pero nada iba a ser fácil.
Dos agentes de la CIA, enterados de la conspiración, viajaron a España para evitar que una gata y su lacito cambiaran el devenir de los tiempos, aunque antes de capturarla decidieron tomarse unos pamperos & coca cola con un par de suecas que habían conocido en la recepción del hotel.
Yuko Shimizu, que había pagado millones de yenes a Genaro Pérez, botones del hotel, para que le informase de cualquier movimiento raro, y estando sobre aviso de la llegada de los agentes, disfrazó a Hello de Pedro Almodóvar, así que como todavía no lo conocía nadie pudieron escapar sin problemas del hotel, gafas de sol mediante, para dirigirse a los límites con Alfaz del Pi, donde se situaba la brecha temporal.
Lo que no podían prever es que allí les esperaran Lucky Luke y Salvador Dalí, con pases VIP para la discoteca Pachá.
Y como no hay gata que se resista a un baile por mucho mundo que haya por salvar, esa noche loca marcaría, sin quererlo, el devenir de nuestra historia más reciente.
El del mundo porque Hello Kitty viajó en el tiempo, ya que tras salir del after a las nueve de la mañana, descubrieron que la brecha, cansada, se había cerrado sobre sí misma.
El de Hello y Lucky, porque de aquellos bailes sensuales y erótico festivos nacieron trazos (llamémosles divinos) que conformaron el dibujo de un Gazpacho y un Mochilo con mucho que ofrecer a un mundo ávido de aventuras.
Y el de los dos agentes de la CIA, porque, despedidos a través de una video conferencia, decidieron montar una compañía de pipas a la que llamarían Grefusa.
Tan felices estaban todos que nadie se percató que Shimizu había desaparecido de la discoteca para entrar en la brecha y viajar a 1735, directa al entierro del emperador Yongzhen, cuarto emperador de la dinastía Qing, no sin antes haber enviado una carta contando toda esta historia a Art Spiegelman.
Misiva que, o bien no llego, o no fue todo lo bien atendida que debería.