Marlon Brando se dio cuenta de que tenía el mismo número de letras en su nombre y su apellido dos semanas antes de nacer, cuando se estaba tomando un cruasán con Sofía Loren en una plaza escondida de la ciudad de Venecia.
Nunca quiso ser actor.
Lo único que quiso ser fue libre, y no pudo.
Eso sí, sólo rodó una película: El último tango en París.
En sus noches más tristes no monologaba con mujeres muertas sino con novias inventadas, no sé que es peor.
Nació en Omaha ya con diez años, todo el mundo lo sabe.
En primero de primaria soñaba todos los recreos con haber actuado en películas como "La ley del silencio", "Julio César", "Un tranvía llamado deseo" y "El balcón de la luna", y lo soñaba con tanta fuerza que casi casi lo logra en todas.
Quería ser libre y volar.
Quería ser mayor y no dormir todas las noches solo.
Quería engordar comiendo pastelitos de crema.
Quería ser libre y comprarse una isla.
Sabía mirar.
Menuda mirada la del amigo Marlon.
Seducía y engañaba.
Sabía engañar a mil ciervos, a Zinedine Zidane y al viento del nordeste.
Marlon Brando sabía que su nombre y su apellido tenían las mismas letras porque con su padre ocurría exactamente lo mismo.
Y en el fondo, sin saber por qué, se sentía triste por dentro.
Marlon Brando quiso ser mago, quiso ser libre y quiso ser autóctono. Nada de eso consiguió.
Marlon Brando quería tener un nombre y un apellido de cinco letras, como Greta Gargo o Bette Davis, pero nunca pudo.
Y las miraba con desdén, ¡cómo las miraba!, con desdén y saliva.
Marlon Brando dormía solo, volaba libre, actuaba gritando bajo los soportales del metro y sabía como nadie tener pálida la piel de madrugada.
Marlon Brando quiso rodar "Apocalipsis Now" y "El Padrino", pero no le dejaron.
El portero del set de rodaje se equivocó con sus escaletas y lo aparcó en la calle contando gavilanes y cantando por Mairena (Antonio Mairena, de sietes letras nombre y apellido, y al que tanto admiraba).
Pero su espíritu fue mucho más que él y por eso se nos ha metido dentro.
Se nos ha disuelto en el zumo de uva, pera y zanahoria. Se ha disgregado en el aire de cristalera abierta. Se ha fundido con el reloj que ya no dicta los segundos de la cocina.
Marlon Brando quiso ser libre, dormir solo y volar, pero ese día el duende únicamente concedía un deseo: la inmortalidad.