miércoles, 22 de septiembre de 2010

Contraté un asesino a sueldo (Cines Alphaville)



La tristeza hecha imagen.
Humor negro.
Sencillez, silencio y elementos mínimos.
Una historia ingeniosa, cómica, deprimente, curiosa, distinta, personal y sorprendente.

1990. Los cines Alphaville, en Madrid, más negros que nunca.
Oscuridad total.
En los espectadores se impregna la quietud que se desprende de la cinta.
Aki Kaurismäki, el director finlandés, nos ha ganado la batalla.
Y ya puede durar la historia lo que quiera.

Esperpéntica y humanista. Delicada y kitsch.
Deslumbran los colores inversos entre tanto gris y el humo infinito de los bares y las tabernas.
Pura vida y pura contradicción.
Miradas y silencios. Risas tristes.
El milagro de la vida que renace en el sitio más inesperado, la rebelión más vitalista del hombre gris que se ha entregado.

Un Londres desteñido y alejado de las postales nos introduce en el corazón del lumpen más desarraigado.
Y no cabe la esperanza.
O sí.

Curiosamente un año más tarde Jim Jarmusch homenajearía a los dos hermanos Kaurismäki en su "Noche en la Tierra" con la historia de los dos taxistas que juegan a ver quién cuenta la historia más triste.
Y gana Aki, a qué engañarse.
Y años más tarde, no sé muy bien por qué, siempre recordaría esta película al escuchar "Someone to pull the trigger", la tremenda canción de Matthew Sweet.

Termina la película y la sala recupera su luz normal con más pausa de lo acostumbrado.
Y tus pasos a la salida son más lentos, y las miradas que se cruzan en tu paseo más tristes, y tu ánimo más pesado.
La película sigue colándose en tu interior, a su propio ritmo.
Y no dejará de hacerlo.
La recordarás en los bares.

No se puede contar mucho más, y menos con frases largas.
Emocionante en su frialdad.
Lírica y cochambrosa.
Estúpida y mordaz.

¿Habla de la condición humana?
Yo diría que sí.