Si hay algo que me gustaba de dibujar el coche a vapor es que me permitía ser absurdo conteniéndome.
No estaba mal.
Casi veinte años han pasado. Más que con las tiras de los pájaros.
Pero ha sido fácil volver a él.
En el rincón tan medido en donde vive, uno no tiene tanto margen para la improvisación o el desmarque, así que sus historias se desarrollan igual ahora que antes, igual en África que en Europa.
A pesar del tiempo transcurrido y de ciertas dudas primeras con el rotulador, el coche ha regresado, y con él las definiciones de un mundo al margen del mundo pero que está en el mundo.
El coche a vapor ha regresado y me pide tiempo.
¡Qué jodido!
Todos me piden tiempo, sí, y yo no sé si tengo tanto...