El atardecer es el ocaso (si acaso).
Las bombillas que ciegan las ganas con luz, el cubre polvos que se convierte en lencería, un teléfono desconocido y odioso.
Todo forma parte de lo mismo.
Un lápiz boca abajo que acumula desencanto, la mano que canta rancheras o el ya nombrado atardecer.
Todo habla de cielo oscurecido, de quietud en la orilla y de la brisa húmeda que acompaña a la negra noche.
Y ya puestos lo mejor es dormir...