Mar, calle y mercados.
Pequeños momentos detenidos de un país plural y expansivo.
Colores, miradas, instantes.
Fugaces imágenes que se escapan como el agua inmensa e inasible.
Viajar sigue siendo descubrir, sorprenderse frente a lo distinto, disfrutar de la diferencia.
Y ahí Brasil son muchos Brasil. Ahí los paisajes, las gentes y los lugares varían de norte a sur, de este a oeste.
Descubres esas diferencias a veces por pequeños matices, otras por abismos enfrentados.
Pero de cualquier manera hay vida en cada rincón.
Niños que juegan, viejos que esperan, gente que pasea, los mercados de flores y fruta, el fútbol en la playa.
Y te fijas en los pequeños gestos, y tratas de agarrarlos.
A regresar del viaje tienes la sensación de que todo eso se ha escapado, pero entonces miras de nuevo como voyeur a través del pequeño visor, de la gran ventana, de ese escondrijo de secretos que algunos llaman cámara.
Y entonces todos esos momentos regresan para acompañarte, y vuelven a ser tuyos.
Y entonces recuerdas, vaya si no.