Las manos son así.
Flotan sobre el mar, se reparten tontunas entre brisas y derivan sus responsabilidades siempre en el mañana.
Se reflejan en el blanco de un folio, se desviven con su futuro y pintan bigotes a un lápiz (¡ah, no, que lo tenían ya pintados!).
Las manos son así.
Se asoman tras un domingo de sol en busca de la lluvia de la noche, se deslizan buscando unas sábanas que se aprestan a acogerlas en su sueño.
Porque digámoslo claro, otra cosa no, pero las manos duermen un rato.
Sí, son así.