Hasta los días en que no tienes demasiadas ganas de dibujar, dibujas...
Y es que no hay nada como tener un lápiz, un folio y algo de tiempo.
Los trazos bailan sin saber, buscando su hueco indeleble lejos de la goma y el olvido. Imaginan rostros que no existen y mares que se cruzan en el vacío.
Repasar la línea forma parte ya del ritual clásico de quien no sabe pero le gusta.
Remarcar sobre el boceto sin borrar, para que todo quede porque todo existe.
Y así, sin demasiadas ganas, otra entrada pasa, otra entrada queda.
Y los dibujos permanecen...