Dibujar y escribir pertenecen a ese terreno inexplicable de empezar sin pensar y de no saber en qué acabará la cosa; de inventar sin pudor, de dejarse llevar por la inevitable desvergüenza.
Yo cuanto menos pienso mejor dibujo, me parece, aunque no sé si decir esto juega en mi contra o en contra de mis líneas, vete tú a saber.
No considerando suficiente la desvergüenza que supone dibujar en un ratillo y colgar aquí las consecuencias, voy y me pongo a inventar palabras.
En este caso Milayándote podría referirse a "hallarte mil veces", pero no, porque claramente entonces sería Milallándote, y no es el caso.
Milayándote, en verdad, vendría a ser algo así como "decirte mil ays".
Aunque a veces salgan mil o a veces dos mil, que ya se sabe que los ays son difícilmente controlables.
Milayándote es terminología de atardecer barato e ineludible, de líneas que se mueven al roce de un suspiro, de mil suspiros o quién sabe, quizá de dos mil.
Con ellos os dejo.