Los bomberos se levantan siempre los días de fiesta sin calcetines y con ganas de parranda. No se duchan porque no y abren la boca morrocotuda y estrafalariamente.
No les importa.
Bajan a la calle saltando los escalones de dos en dos, ahí va mi madre qué peligroso.
Abren el portal con sigilo y en la acera susurran al cielo. Se ponen las manos en la cara y se tapan y destapan los ojos a lo loco.
No sé a qué esperan.
Si se cruzan con algún vecino se miran serios y les dicen sin pudor: "¡Buenos días, te lo juro!"
Y ahí empieza todo.