Con apenas nada se puede contar una historia.
Eso es así.
Con leves apuntes traslúcidos, con gotas de lluvia o reflejos en los cristales. Con un vacío infinito o un leve soplo de polvo de arena en los ojos.
Hay historias en los silencios, las ganas contenidas, los tiempos muertos o el miedo detenido en un instante.
Esas historias están ahí, mirándonos con esa quietud tan suya, a la espera que alarguemos la mano y les metamos ídem.
Y donde el mar acaba también, también hay una historia.
El mar acabado nos conduce en este páramo de "historia no contada", llevada en esta ocasión por flores, historias y misterios.
Hay espirales vorágine que succionan todo a su paso pero nos da igual. El mar sigue sin aparecer y eso es un misterio...