En el simple trazo de un grafito se encierra el secreto de una satisfacción inenarrable. Ya lo he dicho muchas veces pero creo que tiene que ver simplemente con ese concepto tan manido del paso del tiempo.
El tiempo transcurre estemos tumbados en un sofá, mirando el mar al oeste en la bahía, leyendo, hablando de nuestras cosas sin que nadie nos interrumpa o dibujando, como es el caso.
Y cada cosa tiene su punto.
Lo único que es cierto es que en este caso, para mí, el transcurrir del tiempo a través de cosas como las líneas, el trazo de un grafito o las manchas de tempera blanca en los dedos incluye una doble satisfacción: el tiempo pasa y se detiene al mismo tiempo.
Quizá sea por eso que después de esa experiencia X Files que supone coger un lápiz y un cuadernillo de dibujo, cuando todo ha pasado y contemplas las huellas de esos trazos, te das cuenta que ineludiblemente el tiempo pasó, y quedaron los dibujos.
Es por ello.