Rishikesh es una pequeña población india, situada al norte, no muy lejos de la frontera con Nepal.
En un lugar tranquilo, lejos de las aglomeraciones y exigencias de las grandes urbes. Aunque también haya pobreza, aunque también haya mendigos -como se podrá observar en las fotografías- el ritmo de la gente, el paso del tiempo y el transcurrir de la vida en general es mucho más relajado. Si encima vienes de visitar Delhi -quizá agobiado y apesadumbrado, quizá desbordado- qué duda cabe que la calma se agradece.
Recuerdo que en Delhi era más difícil fotografiar rostros, porque todo era torbellino y calle y olores y ruido. Los encuadres se abrían y entraban los coches, las vacas, la gente, las tiendas y el caos.
Aquí me pude detener en las miradas, los gestos y expresiones.
Recuerdo de Rishikesh el puente -flaco, largo e inestable- recuerdo los ashram, recuerdo las vacas pero sobre todo (porque todo lo enmarca, porque todo lo engloba) recuerdo el Ganges, el río sagrado.
Recuerdo sus frías aguas, y recuerdo haberme bañado en él (¿o fue que me tiraron, eh, Bom?), y cómo me dio la vida...