lunes, 27 de abril de 2009

El Gato Plu (I de III)


Me he sentado y estoy escribiendo porque quiero hablaros de un animalito. Un animalito muy especial, un poco extraño y casi mágico. No es una adivinanza, o puede que sí, pero todos lo conocemos sin haberlo visto nunca. Todos, alguna vez, seguro que lo hemos sentido, seguro que lo recordamos sin saberlo.

Este animalito, que ni es chico ni es grande, es un gato. Es un gato aunque haya sido y siga siendo mil y dos cosas diferentes.
Sé que ha sido un barco, que muchas veces ha sido una nube, que ha sido una puerta de caoba y también una palmera. Y sé que más de una noche se ha paseado, vestido de astronauta, entre Venus y Mercurio.

Pero no son disfraces. Mentiría ahora si escribiese que son disfraces. Son, acaso, maneras de ir por la vida. Son, si queréis, formas de ser que le dan a uno.

Y sigue siendo un gato. Ni grande ni chico y maravilloso. Un gato con nombre de gota de lluvia, si es que las gotas de lluvia tienen nombre. Este gato es el Gato Plu. El Gato Plu, un poco extraño y casi mágico.


El Gato Plu engaña. Nos es culpa suya, es cierto, pero engaña. No es ni mediano ni grande ni pequeño pero parece enorme. Parece más grande que el fondo del mar multiplicado por veinte. La primera vez que lo ves parece de un color blanco grisáceo, pero después cuando piensas en él, siempre lo recuerdas verde.
Vamos, que te puedes formar un lío morrocotudo entre lo que es y lo que parece ser, porque ahora bien que lo podrías recordar verde oscuro y verde oliva, su pelo largo, suave y enorme.

El Gato Plu juega con nosotros, con nuestra imaginación y nuestra manera de recordarlo, y ahora resulta que sus ojos son muy chiquititos. 
Al Gato Plu no se le pueden echar fotografías y él se aprovecha, con sus ojitos marrones que nunca te miran de frente pero que siempre están ahí, acompañando a o que parece su enorme cuerpo.

Es curioso pero sus pupilas dan la impresión de ser como dos estrellas perdidas que te llegan y te iluminan como dos soles, y te tienes que reír, claro, de sus ojos tan chiquitines.

Pero a pesar de este barullo de "váyase usted a saber", hay cosas seguras: De primeras que lo ves, una vez que al cerrar los ojos lo has sentido, ya sabes que daño seguro que no te hace. De primeras que le echas una especie de mirada ya eres consciente de su enorme -esta vez sí- bondad.

Y es que lo miras y te penetra una placidez muy rica, mezcla de sol y de cometas celestes. Puede que al verlo también sientas un gusto muy dulce, como a almíbar, pero de eso tendrá más la culpa la cena, y posiblemente tu madre.



El Gato Plu vive feliz, a su manera.

Este gato, juguetón con sus bigotes de lápiz blando, mira y requetemira el sitio donde vive. Un sitio lejano y extraño, un lugar pequeño e infinito.

Y es que el Gato Plu no vive donde los otros gatos. no lo encontraríamos en las casas de la gente, entre cojines o tazas de leche. Tampoco lo vamos a ver correteando por las calles buscando sobras en los cubos de basura. No lo veremos ni en el campo ni en la ciudad, ni siquiera en los árboles o en las madrigueras de los conejos.
Pues no.
Además, ya sabéis, en las madrigueras de los conejos sólo viven los conejos.

Tampoco lo veremos, no lo quiera nadie, en las tiendas de peluche, en los escaparates brillantes junto a tigres naranja y a patos con el pico de plástico. Y no está, y él bien que lo siente, en tu cama, dejándose acurrucar por tus manos al lado de tu cocodrilo de fieltro.

El Gato Plu vive en un sitio distinto. En un espacio donde con sólo menearse un poco su cola podría ser un dragón. Vive en ese lugar donde habitan todos los que como él nunca existieron.

El Gato Plu vive en los sueños.

Vive en los sueños como si tal cosa. Como si no fuese lo más fascinante del mundo. Él vive en los sueños y le da igual, para qué le va a importar si es lo más normal del mundo...piensa mientras juega y maúlla entre las flores, mientras baila tangos y usa corbata.

El Gato Plu vive y viaja por los sueños de los niños, por los sueños de toda la gente que se sienta capaz de dejarse llevar, de conmoverse. 
No para quieto ni un instante, de aquí para allá en la cabecita de las personas. Este minino lo hace como si tal cosa, este gato lo hace todo como si nada, pero lo mejor es que le gusta. No hay nada como vivir haciendo lo que realmente te gusta.

Y no hay manera de pararlo quieto. Ni mirándolo serio. No hay manera de tenerlo tranquilo y calladito.

Lo ves correr con fuerza, cantar y desafinar con gracia al lado de un grupo de patos blancos. Lo ves cómo se deja llevar por el viento y las olas, cómo visita a niñas enfermas que se llaman Ana y cómo le proporciona pataditas a las latas de atún que se encuentra por la calle.

Siempre entre los sueños...