miércoles, 9 de febrero de 2011

Un café


ETIENNE
Ettiene está nervioso, asustado y un poco impaciente.
Miranda es mucho más guapa de lo que él había imaginado.
El pelo largo y rubio, los ojos claros, la sonrisa franca.
Etienne acaba de llegar al Café des Amis y apenas si le ha dado tiempo para inspeccionar el local cuando ve esa esbelta figura con bufanda roja -tal como había acordado ella- que se dirige hacia su posición.

Etienne está nervioso.
Le da dos besos, propone pasarse a una mesa, piensa en charlar y se da cuenta que quiere conocer a aquella mujer, que quiere conocerla de veras.
Hace un puñado de horas no sabía ni su nombre, y ahora la acompaña con un ligero roce hacia una mesa en el interior del café.
Recuerda como anoche entró -por pereza, por desidia- en un chat donde hablaban sobre cine, y casi sin quererlo entabló una acalorada pero fructífera discusión sobre las primeras películas de Leos Carax con una tal meetgirl81, que resultó ser Miranda.

Ettiene está nervioso pero esperanzado.
Fue Miranda la que propuso quedar justo al día siguiente para tomar un café, fue ella la que eligió el local y entre los dos convinieron la hora.
Es esa hermosa mujer, que ahora se sienta jovial y risueña enfrente suyo la que le dice que quiere un café solo, de modo que llama al camarero, aunque él, que anda ya bastante nervioso, pedirá una coca cola.

Etienne pasa de estar nervioso a estupefacto.
No han transcurrido ni cinco minutos desde que Miranda le ha pedido permiso para mandar un sms urgente, cuando entra una patrulla de la policía y lo estampa sin contemplaciones sobre la mesa del café, esposándolo y leyéndole sus derechos.
Inmovilizado como está apenas si puede ver el gesto de decepción de Miranda (oh Miranda, mi dulce Miranda, qué pensarás de mí, Miranda) cuando la policía lo saca a empujones fuera del local y lo introduce vehementemente en el interior de un furgón, camino de comisaría.

MIRANDA
Miranda Azoulay está triste, asustada y un poco decepcionada.
Acaba de ser testigo de cómo la policía ha arrestado a su compañero de mesa, Ettiene Bourgeois, al que apenas conoce, y se lo lleva detenido a la comisaría más cercana.
Recién se habían sentado en una mesa del Café des Amis, donde habían quedado para tomarse un café.

Miranda está triste.
Había conocido a Etienne apenas 18 horas antes, conversando en un chat de cine, y le pareció un chico encantador.
De hecho lo notó tímido en cuanto la charla derivó a cuestiones más personales, y tuvo que ser ella la que se atreviese a plantear la primera cita.

Miranda está triste y decepcionada.
Ayer quedó bien claro: A las 4, en el Café des Amis, para tomar un café.
Ettiene Bourgeois, que apenas había llegado tres minutos antes que ella y que la estaba esperando en la barra, dejó que Miranda eligiera mesa, le preguntó que qué quería, "un café solo" dijo ella y llamó al camarero al que pidió "Un café solo y una coca cola" con total desfachatez.

Miranda está triste.
No puedes quedar para tomar un café y pedir una coca cola.
No está bien.
Así que no le quedó otro remedio que sacar el móvil del bolso y marcar el 091...

EL CAFÉ
El café estaba contento y esperanzado.
La vida puede ser cruel pero no era tiempo de pensar en eso.
Bien es cierto y sabido que antiguamente la gente quedaba para tomar un café como excusa para verse y charlar un rato, y que a la hora de la verdad lo mismo pedían un zumo que un té que una tónica, dejándolo a él en el más absoluto de los oprobios.
Pero ya no.
Desde que el ministerio de Sanidad aprobó la norma ISO2849736 por la que se rigen los locales de ocio y servicios, quedar para tomar un café era quedar para tomar un café.
Como tiene que ser.

El café estaba contento y esperanzado.
La noche anterior, con el local ya vacío y su aroma intacto, se había conectado un poco a Internet antes de dejarse vencer por el sueño de Colombia.
Aunque no es muy de cine, el café se conectó a un chat con la intención de preguntar sobre cintas que lo tuviesen a él de protagonista, tal era su contento y su vanidad subida a esas horas de la noche.
De ese modo asistió como voyeur excepcional a la conversación entre Miranda Azoulay y Ettiene Bourgeois, y a cómo quedaban un día como hoy en el Café donde tan gustosamente él presta sus servicios.

El café está contento.
Ve entrar a Etienne y observa como éste se dirige hacia la barra. Lo encuentra nervioso y le parece normal.
Al poco tiempo aparece Miranda, mucho más hermosa de lo que el café la había imaginado anoche en su duelo dialéctico con el joven.
Mientras los ve desplazarse hacia una mesa el café va preparando dos tazas, dos platillos y dos cucharillas, pensando -quién es ahora el ingenuo- que ya estaba todo hecho.

Las esperanzas del café han desaparecido.
Los ve sentarse, los ve sonreir, ve cómo Etienne llama al camarero y comprueba descorazonado que de las dos tazas que él ha preparado sólo acabará siendo usada una.
Por eso, cuando al poco de su decepción ve cómo irrumpe la policía y se lleva detenido a Etienne, no puede por menos que recuperar su contento.

El café contento, Etienne nervioso y Miranda triste.
Así es la vida.
Y que esta fábula inventada -piensa el café- os sirva para no ser tan imprecisos a la hora de quedar, y que cuando alguien quede para tomar un café, que un café sea lo que se pida...