domingo, 6 de febrero de 2011

365 irrefutables razones que nos llevan a pensar que 1+1 no son 2 (V)



029) ¿Por qué uno más uno no son dos? Se preguntó Henri Bergson el 11 de Julio de 1911, descorazonado porque el positivismo más cercano a su corriente humanista y espiritual se estaba desvirtuando a pasos agigantados por el devenir implacable de los acontecimientos históricos...
Había muchas y variadas razones para desarrollar que la filosofía no podía ser absorbida por la ciencia, había múltiples razones para devenir el sentido fatalista de la naturaleza enfrentada a su idiosincracia cuántica, con las implicaciones morales que no podía descartar pues eran inherentes a su obra.
En esas estaba cuando visitó a su zapatero (que era de Soria y se llamaba Fermín) con el que había quedado para recoger sus mocasines Fender, y sin percatarse de que el soriano había elevado a la categoría de arte las enseñanzas que recibió de su abuelo zahorí sobre la telepatía, el bueno de Bergson se vio sobrepasado cuando el zapatero le espetó:
-"¿Que por qué uno más uno no son dos? ¿Y por qué sí?"-
Dejando al pobre Henri sumido en la más noble de las melancolías, vagando hirsuto por los arrabales próximos al Sena, hablándose en francés a sí mismo -el ánimo compungido y la tinta de su estilográfica seca y enrabiada- mirando desconsolado cómo los mocasines arreglados, por mucho que sus ojos lo intentaran, se presentaban ante él como dos zapatos distintos, reflejo de su aburrida y caótica vida parisina...

030) Porque existe una posibilidad, aunque remota, de que con uno tengamos suficiente.

031) Porque un elefante se balanceaba sobre la tela de una araña, y cómo veía que no se caía, fue a llamar a otro elefante...
Pero antes de que el otro elefante se subiese, la tela de araña se rompió, acabando con lo que podía ser una canción hermosa e interminable.
Acabó también con un elefante en el hospital de elefantes de Marques de Vadillo, y con el otro teniendo algo más que palabras con el bueno (pero últimamente algo falto de secreciones arácnidas) de Spiderman.

032) Porque siempre se me dieron mal los números, y en venganza, a los números se les da mal yo.
Eso hace más o menos un empate (aunque en mis sueños gano yo que para eso mando) entre los números y yo.
Lo que vendría a ser un 1 a 1, vamos, pero sin sumar, ¿eh?, cada uno en su casita y Dios en la de Alberto.

033) Porque Eleanor Roosevelt viajó once veces entre Pensilvania y Nueva York, y poco antes de morir le dijo a su muchacha, la hispana Aurora Díaz, que le habían parecido mucho menos, apenas como si fuesen uno más uno.
Aurora pensó que eran los delirios de la santa muerte, pero aun así se lo confesó en su lecho de muerte a Thomas Carlin, el irlandés bocazas con el que se casó su única hija, que entendió que Eleanor le había encomendado vía suegra una misión divina, la de entroncar las raíces de Pensilvania con los tréboles irlandeses, y así se lo susurró al oído de su nieto Stephan horas antes de fallecer en un hospital de Estocolmo, víctima de un jet lag.
Stephan me lo confesó ayer a mí, y bien vivo que estaba, aunque sí, algo achispado.
Lo siento Eleanor, no puedo sino transcribir tu triste historia legada de oreja a oreja sin pensar que tú, en el fondo, pretendías otra cosa...

034) Porque uno-o más un-o son oo.

035) Porque un árbol y otro árbol, sobre todo si son almendros en flor que crecen juntos, se ramifican e intercalan entre ellos mismos en un fraternal, intenso y arbóreo abrazo, se convierten en un único árbol, en un hermoso, apasionado, bello e inimitable árbol que comparte flores y raíces, que baila con el viento y se integra con la tierra, un árbol que se expande al cielo para tocar la luna hasta el infinito con sus blancas flores japonesas...